JP MORGAN: Sobre banqueros y políticos, el concepto de culpa, racionalidad y emociones, paradojas, política y religión

Publicado el 16 diciembre 2013 por Niko Garnier @BolsayFilosofia
Hay varias cosas que me chirrían en esta noticia que tuvo bastante eco en twitter el viernes, donde JP Morgan culpa a la clase política de la falta de inversión extranjera en España.
En primer lugar, tiene guasa que sea un BANQUERO el que se permita culpar a la clase política. ¿Corrupción en la política? En las finanzas seguramente hay todavía más, aunque quizá es más difícil de encontrar, denunciar y demostrar. Pero vamos, la información privilegiada y los tiburones pululan mucho más donde más dinero hay. Que sea precisamente JP Morgan la que se atreve a hacer esa denuncia es cuanto menos paradójico. Lo sorprendente es que los medios se hagan eco (quizá no tanto si recordamos que también son empresas cuyo objetivo es ganar dinero y eso depende de la notoriedad y de sus lectores). Ni la banca me parece tener crédito, prestigio y reputación para prestarles atención, ni los medios me parecen tampoco fiables, salvo que hayan demostrado lo contrario, lo cual no es fácil. Aquí todos tienen (ó tenemos, seamos francos) intereses, y el problema más apremiante en todo caso es cuando surgen conflictos de intereses, y en la banca y las finanzas es donde primero debemos mirar.
Congress of Deputies of Spain (Photo credit: Wikipedia)
Por otra parte, entramos en el interesante concepto de CULPA. ¿De quién es culpa la burbuja inmobiliaria? Es un tema que daría para mucho, quizá un capítulo entero en ese libro de Filosofía (ó simplemente reflexiones) que tengo en mente. Es un concepto con grandes conexiones con la religión, la historia, el pensamiento, la filosofía. No estoy de acuerdo con esa simplificación de decir que los políticos tienen la culpa. Sin duda tienen parte de culpa, y un porcentaje no despreciable. Pero no olvidemos que en democracia, los políticos reflejan lo que quiere el pueblo, ¿no? Sí, ya lo sé, el PP no está haciendo nada de lo que “prometió”, lo cual plantea un problema todavía mayor sobre la democracia. ¿Está haciendo lo que debe hacer para salvar al Estado? ¿Habría ganado las elecciones de otra manera? ¿Estaríamos peor de no haber tomado medidas de recorte? Un tema largo y polémico que no es el objeto de este artículo.
No pretendo defender a los políticos, pero ya sabéis que este blog se titula “Pensamiento Crítico” entre otras cosas porque me gusta hacer de abogado del diablo. Los políticos me parecen simplemente seres abducidos por una ideología que bloquea su racionalidad y su independencia de criterio, sea cual sea esa ideología. La frialdad, frivolidad y ausencia total de rigor, no sólo científico sino simplemente rigor dialético y racional, con la que tratan casi cualquier tema, debería descreditarlos completamente. Sin embargo, en una de esas enormes paradojas de nuestra sociedad, son ellos los que tienen casi siempre la palabra y los que más salen en los medios. Sinceramente, me interesa CERO lo que tenga que decir un político porque para mí tienen un crédito CERO. Cualquier persona con ese rigor nulo y a la vez demagogia total, perdería todos sus amigos (y esas mismas dudas sobre la independencia y objetividad de criterio tengo sobre los banqueros). En política no importa lo que digas, importa tu pertenencia al grupo, tu seguimiento de dogmas e ideales (por absurdos y poco razonados que sean).
La política no es cuestión de lógica y racionalidad, sino de sentimiento y pasiones, de exaltación y enaltecimiento. Es paradójico que la “era de la razón” (ó eso se supone), sea también la “era de las masas apasionadas“. Quizá no hemos cambiado tanto como se cree. El ser humano sigue teniendo mucho campo de mejora por delante, quizá no tanto como sociedad ó civilización, sino como persona… algo que para las religiones (y filosofías ó pseudo-religiones) no es nada nuevo: viene siendo su campo de batalla desde hace siglos. Política y religión (en sentido amplio) se oponen frontalmente en el camino propuesto para mejorar el mundo: la política postula que “el sistema” es culpable y responsable (de lo bueno y de lo malo), mientras que la religión se centra en el individuo como materia prima de cualquier sociedad cuya mejora y crecimiento espiritual traerá una mejora profunda y duradera de la vida en la tierra.