La vida imagina. Es lo que mejor sabe hacer. La imaginación es el eje del mundo y el país de las almas. Según los sufíes, de ella emana todo lo vivo; sin imaginación no sería posible la vida. Desde el sueño de las plantas hasta la ensoñación del niño, que proyecta lo que no es para terminar siéndolo, toda la experiencia vital se encuentra fecundada por la imaginación. La imaginación, ya sea mítica, filosófica o científica, establece el pacto entre el espíritu y la naturaleza. Sin ella no existirían los mundos simbólicos que han inspirado a los artistas y a los hombres de ciencia.
Así comienza el preludio con que abre Juan Arnau su estupenda Historia de la imaginación que publica Espasa.
Entre ese preludio, titulado 'La vida imagina', y el epílogo, ‘Pensar es imaginar’, recorre las páginas de este ensayo una idea central: la de la imaginación como vínculo entre la materia y el significado, como un atributo fundamental de la vida del hombre:
La tesis de este libro es sencilla y antigua. En el hombre anida una naturaleza dual, dos principios en juego interminable. Esa pareja ha recibido numerosos nombres, ha sido imaginada o escuchada de muy diversas maneras: espíritu y naturaleza, conciencia y materia, cielo y tierra. Si queremos investigar la imaginación y su relación con el tiempo, deberemos recorrer los paisajes que la tensión entre ambos principios ha dibujado a lo largo de la historia.
Y en torno a esa tensión entre lo material y lo espiritual que está en la raíz de la creatividad y la imaginación se desarrolla este libro que aborda ese juego ininterrumpido de equilibrios sobre el que se vertebran la historia cultural de la humanidad, porque “las culturas antiguas mantuvieron viva la tensión entre ambos principios, el magnetismo entre contemplación y creación, entre espíritu y naturaleza, silencio y habla. El mundo moderno ha realizado un esfuerzo titánico, durante más de tres siglos, para reducir un principio a otro: el espíritu a materia, la conciencia a naturaleza. Un fenómeno, llamado ‘suicidio del alma’ en el que la imaginación, arrastrada por el predominio de la lógica formal y la abstracción matemática, ha quedado reducida y sometida al algoritmo y otras variables cuantitativas.”
Esta Historia de la imaginación propone un recorrido histórico desde el antiguo Egipto hasta la contemporaneidad con escalas en la tradición hermética de los alejandrinos; en el orfismo como eslabón entre el platonismo y el cristianismo; en Heráclito, el visionario oscuro con quien nace la imaginación filosófica; en los misterios de Eleusis, el oráculo de Delfos o el viaje iniciático de Odiseo como manifestaciones representativas de la imaginación griega, entre lo apolíneo y lo dionisiaco; en el gnosticismo, entre el ascetismo y el libertinaje; en la imaginación medieval cristiana de Dante, árabe de Averroes o judía de los cabalistas; en la magia renacentista, heredera del hermetismo en su exploración de las correspondencias entre lo celestial y terrenal; en la recuperación romántica del mito que piensa, se emociona y respira; en Schopenhauer y su aproximación a la cultura india; en la imaginación científica, el maquinismo insensible de Darwin; en la imaginación positivista y su concepción matemática, antimetafisica y mecánica del mundo y finalmente en la importancia de la imaginación en la fenomenologia de Husserl y las propuestas de Jung sobre la imaginación activa.
Así resume ese itinerario Juan Arnau:
Este libro recorre los grandes momentos de la historia de la imaginación, aquellas épocas en las que ha sido más fértil y creativa. El antiguo Egipto y la Grecia preclásica serán las primeras estaciones en este viaje. El mundo medieval, con sufíes, cabalistas y cristianos, nos abrirá de la mano de Dante las puertas del Renacimiento y despertará nuestro interés por la magia. A continuación, visitaremos a los románticos, que descubrieron en la imaginación el mejor aliado contra la falta de vitalidad de las viejas costumbres y el culto al trabajo y la producción. Luego recorreremos el cientificismo del siglo XIX, cuya lógica simbólica se afanó por encerrar la imaginación en celdas y cuya precariedad imaginativa tiene todavía hoy consecuencias. Con Jung, veremos algunos de los intentos recientes por recuperar la imaginación perdida.
Pero este ensayo no se limita a trazar una mera historia de la imaginación, sino que es también y sobre todo una reivindicación de la imaginación creadora como forma de conocimiento. Desde la imaginación egipcia “que impregnaría, a través de Grecia, Palestina y Roma, toda la cultura occidental” hasta la importancia de la imaginación como base de las teorías de Einstein y de la física cuántica pasando por la literatura hermética, una “religión de la imaginación” que “abrirá el paso a la ciencia moderna.”
Porque hay -escribe Arnau- “un hilo sagrado, una línea ininterrumpida que va de Hermes a Moisés o a Orfeo, de este a Platón y los neoplatónicos, y de estos a los magos del Renacimiento hasta alcanzar, por último, los sueños de la ciencia moderna.”
Aunque estrechamente emparentado con una de las voces que se entretejían en su anterior ensayo, La fuga de Dios (Atalanta), creo que la primera vez que se aborda la evolución histórica de la imaginación, 'la loca de la casa' en expresión de Santa Teresa.
Lo hace brillantemente Juan Arnau en esta invitación al viaje por la historia natural y cultural de la imaginación (el eje del mundo y el país de las almas), en este inusual ensayo que reivindica su importancia crucial en el pensamiento y en la vida y defiende una “propuesta de humanismo radical frente a las ciencias abstractas o numéricas.”
Santos Domínguez