De sólida formación desde sus inicios, siempre destacando por su infatigable deseo de mejorar, continúa sus estudios en el londinense "Royal College of Music", agradeciéndole esta escapada a casa para ofrecer dos recitales con un programa cargado de dificultad e interpretado desde una madura juventud, aunque en Oviedo el viejo "Steinway" no respondió como el intérprete se merecía, comprendiendo a las figuras que exigen un modelo concreto o incluso viajando con su propio piano. Si el pedal izquierdo cambiaba no ya la dinámica sino el timbre, el central no siempre enganchaba la nota deseada y el derecho no volvía del todo a la posición inicial al soltarlo, el desequilibrio entre los registros graves y agudos resultó un "hándicap" más con el que Juan Barahona tuvo que luchar, saliendo indemne aunque seguramente algo disgustado precisamente por su anhelo de perfección truncado por el propio instrumento que tanto ama, que esta vez no le respondió en un programa que representa "el mayor grado de refinamiento y madurez" de los dos compositores enterrados en Viena.
Como curiosidad constatar el cambio de atuendo en las dos partes: traje negro con camisa blanca en la primera, pero camisa negra sin chaqueta para la segunda, buscando seguramente más comodidad y menos calores para el volcán beethoveniano.