Esther Vivas
Juan Carlos quiere poner paz y orden. Su paz y su orden. Ayer lo dejó claro. Con su misiva señalaba que en momentos de crisis hay que interiorizar dos cuestiones fundamentales “que sólo superaremos las dificultades actuales unidos” y “que desde la unión y la concordia hemos de recuperar los valores de la Transición”. Ni lo uno ni lo otro.
¿Unidos con quién? Ya que o se impone el interés de la minoría –como viene sucediendo– o triunfa la voluntad de la mayoría. Aquí no hay medias tintas. No vamos todos en el mismo barco. El capital económico y financiero quiere aprovechar la crisis para reorganizar la sociedad en función de sus intereses particulares. Salir reforzado de la crisis, con menos derechos sociales, laborales y democráticos. Y así lo vemos día tras día, recorte tras recorte. Nos quieren hacer pagar el coste de una crisis que no hemos creado. Su crisis no es la nuestra. Sus recetas anticrisis no son las nuestras y no nos benefician, aunque nos quieran hacer creer lo contrario. Superar las ”dificultades actuales” sólo será posible si la voluntad del 99% prevalece por encima de los intereses particulares del 1%, de la elite financiera y los políticos a su servicio. Unidos sí, pero los de abajo contra los de arriba.
¿Remar juntos? No se “rema juntos” a la fuerza, bajo la imposición de una Constitución que niega el derecho a la autodeterminación de los pueblos. El monarca decía en su carta que “nuestro modelo de convivencia” está amenazado. Pero quiénes lo amenazan son aquellos que niegan la libertad de los pueblos a decidir su futuro. Un “modelo de convivencia” sin derecho a decidir no es convivencia ni es nada. Y las aspiraciones de soberanía no son una “quimera”, como decía en su misiva, son un derecho legítimo. Lo que es una “quimera” es pensar que la gente se quedará en casa con la que está cayendo y que el pueblo catalán permanecerá de brazos cruzados cuando se le niega su soberanía. Aquí quién persigue una “quimera” es el rey.
Y, ¿qué valores recuperar? No es en los “valores de la Transición” donde hay que buscar la inspiración para afrontar el presente, sino en los de la lucha del antifranquismo y de la resistencia contra todos los falsos consensos que nos impusieron desde la propia Transición. El régimen actual atraviesa sus peores momentos. El edificio construido en 1978 tiene profundas grietas. Y no hay que taparlas sino ahondarlas. Cuando el mito de la “inmaculada Transición” se desmorona su invocación por parte del rey suena entre tragicómica y esperpéntica. El intento desesperado por salvar un buque antes del naufragio.
Dicen que los elefantes, a quienes el monarca trata con poco cariño, tienen muy buena memoria. La Transición impuso el olvido y la desmemoria. Tal vez tendríamos que aprender de los elefantes y recuperar la memoria y luchar contra aquellos que, imponiendo la Ley del más fuerte, acaban con nuestras vidas y niegan nuestros derechos sociales y nacionales.
Nos pedía el rey recuperar los valores de: “el trabajo, el esfuerzo, el mérito, la generosidad, el diálogo, el imperativo ético, el sacrificio de los intereses particulares en aras del interés general”. No parece que la Corona sea un ejemplo de dichos valores. Tampoco la elite financiera que se basa en la competencia, el beneficio a corto plazo, la especulación, el enriquecimiento fácil… a costa de todo y de todos.
”Los valores de una sociedad sana y viva” a los que alude no son ni los de la Transición, ni los de la Constitución, ni los de la Monarquía, ni los del Capital son los que emanan de las luchas sociales, de la marea indignada nacida el 15M, de las movilizaciones contra los recortes y, mal que le pese al rey, de la manifestación del pasado 11 de septiembre en Catalunya cuyo mensaje no arroja dudas sobre la voluntad del pueblo catalán y su opinión sobre el régimen de la Transición y sus “valores”.
Hace unos años el rey mostraba su fe en el “consenso” haciendo callar autoritariamente a Hugo Chávez. Ahora nos toca entre todos hacerlo callar a él.