Juan Corredor: Charles Bukowski, retrato de un solitario (y 2):

Publicado el 19 julio 2014 por David David González

PODRÍA considerarse 1966 como el año más importante en su existencia. Además de la llegada del mecenas Martín, otro benefactor entra en su vida, esta vez al otro lado del Atlántico. El alemán Carl Weissner y Bukowski comienzan a entablar correspondencia. Para un escritor que no fue profeta en su tierra, y que sin embargo conquistará con presteza Europa (sobre todo Francia y Alemania) con su tizona de poesía y tralla, Weissner es otro personaje providencial. Será su traductor al alemán y su agente literario en aquel país.  Lo que más parece satisfacerle de la gloria literaria es la cantidad de mujeres que empieza a llamar a su teléfono y a su puerta; el intratable Bukowski escribe que no quiere desaparecer de las páginas amarillas, en buena medida para resarcirse de una adolescencia y juventud severas, entre un progenitor despiadado y el retraímiento, entre el ahogo y los desaforados granos.  En tanto, Martín continúa ayudándole. Tanto que, finalmente, podrá abandonar Correos, el intolerable lugar en el que pasó casi tres lustros. Bukowski, que se ha transformado con presteza en el autor más rentable de entre los primeros espadas del editor, amanece como profesional literario, como escritor a tiempo completo, en 1969, cuando John Martin le ofrece un curioso plan de pensiones: cien dólares cada mes durante toda su vida, y en modo alguno condicionado a que escriba, es decir, así abandone la literatura. Bukowski precisa tiempo para pensarlo, pero sólo un poco. Acepta.
Juan Corredor.

SIN ambición, sin talento, sin oportunidades. Lo único que le mantenía fuera del basurero era la pura suerte, y la suerte nunca dura. En fin, era una lástima lo de Lu, pero Lu quería un triunfador. Vació el vaso y se incorporó. Cogió Resistencia, rebelión y muerte de Camus... Leyó unas páginas. Camus hablaba de la angustia y el terror y de la miserable condición del Hombre, pero hablaba de ello de un modo tan florido y agradable... su lenguaje... uno tenía la sensación de que las cosas no le afectaban ni a él ni a su forma de escribir. En otras palabras, las cosas igual podrían ir sobre ruedas. Camus escribía como un hombre que acabara de darse una buena cena con bistec, patatas fritas y ensalada, todo regado con una botella de buen vino francés. Tal vez la humanidad sufriera; él no.
Charles Bukowski

Juan Corredor. Charles Bukowski, retrato de un solitario.Editorial Renacimiento, 2014. Diseño de cubierta: Alfonso Meléndez.