Juan de Ávalos en las calles de Extremadura

Por Websamuelrc

El pasado 6 de julio se cumplía el duodécimo aniversario del fallecimiento del que, sin lugar a dudas, ha sido el escultor de mayor prestigio nacional y reconocimiento internacional que ha dado la región extremeña. Aquella noche de verano de 2.006 Juan de Ávalos García-Taborda nos dejaba tras ser ingresado en la clínica Virgen del Mar de Madrid, víctima de un infarto agudo de miocardio. Abriéndose la capilla ardiente en el tanatorio de Nuestra Señora de los Remedios, ubicada en el madrileño distrito de Fuencarral, el día 8 era enterrado en el panteón con que cuenta la familia en el cementerio municipal de Mérida, localidad natal del artista. Era voluntad propia del mismo, enamorado confeso de la ciudad y de la región que le vio nacer el 21 de octubre de 1.911.
Se puede decir que Extremadura le correspondió. Juan de Ávalos logró alcanzar la difícil meta de ver reconocida su labor en su tierra, aunque no son pocos los que critican la falta de homenajes en vida al propio autor, que moriría con la pena de no ver inaugurado un museo donde se recogiese la obra que a Mérida donase para tal fin, cediendo un no poco generoso número de esculturas, expuestas recientemente al público tras la conversión en espacio cultural del popular edificio emeritense de El Costurero. Sí sería posible, no obstante, poder admirar el trabajo del que fuese nombrado Hijo Predilecto de la capital autonómica paseando por los calles de la ciudad. El Monumento a los arqueólogos en las excavaciones emeritenses, así como la obra dedicada a los Emeritenses muertos en las guerras de España, son la demostración. La ciudad de Badajoz puede presumir, por su parte, de ser la primera localidad de la región en realizarle un encargo, cuando en 1.950 acuerda con el artista el tallado de la obra Héroe muerto o Héroe caído, tema central del conjunto monumental al Héroe Muerto que durante décadas ocupó los jardines diseñados en el Baluarte de la Trinidad, desplazado el compendio a un lateral del enclave tras la restauración, excavación arqueológica y adecuación turística del mismo, trasladada la escultura mencionada para una mejor conservación al Museo de la Ciudad. Un monumento a Adelardo Covarsí, otro a los Extremeños Universales, así como la fuente La ciudad y el río, completan la colección de obras monumentales del emeritense expuestas en la vía pública de la capital provincial pacense, municipio extremeño que cuenta con el mayor número de monumentos firmados por el reconocido escultor.
http://caminosdecultura.blogspot.com/2013/10/juan-de-avalos-en-las-calles-de-badajoz.html
Pero las obras de Juan de Ávalos pueden ser contempladas en las vías públicas, plazas y rincones de muchas otras localidades extremeñas. Almendralejo, Olivenza, Solana de los Barros, San Pedro de Mérida, Don Benito, Casas de Don Pedro, Casas de Don Antonio y Cáceres ofrecen a vecinos, viandantes y visitantes la posibilidad de observar in situ la obra del emeritense de fama mundial. Alegorías, obras religiosas o retratos conmemorativos embellecen y enriquecen artística y patrimonialmente las calles y cascos urbanos de una Extremadura que supo, por esta vez, valorar las virtudes artísticas de uno de sus hijos. Sin olvidar la exposición de otro listado de trabajos en basílicas, palacios municipales, museos e inmuebles de diversa titularidad e índole, invitamos al lector a disfrutar de un recorrido a través de las esculturas y monumentos firmados por Ávalos enclavados en la vía urbana y vistas desde el espacio público a lo largo y ancho de nuestra comunidad, cumplimentando así el recorrido que sobre las obras de Juan de Ávalos ubicadas en las calles de Badajoz y Mérida fuese publicado en este mismo espacio en la red en octubre de 2.013, conmemorando el 102 aniversario del nacimiento del artista.

Arriba y abajo: a raíz de una visita del por entonces alcalde de Almendralejo, D. Tomás de la Hera, al taller madrileño del artista emeritense a mediados de los años 60 del pasado siglo, se forjaría la idea de esculpir para la localidad almendralejense un Cristo que, desde su planteada ubicación sobre el muro exterior del cabecero de la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación se presentase como conciliador de los pueblos, bautizado por tal como Cristo de la Paz y convertido desde 1.985, veinte años después de su inauguración, en coronamiento del homenaje que la ciudad rinde a sus hijos muertos en las guerras de España.




Si bien Badajoz se postula no sólo como la localidad precursora en el panorama regional a la hora de mirar hacia la valía artística de Juan de Ávalos, sino inclusive como el municipio que mayor número de esculturas firmadas por el artista emeritense posee dentro de su larga lista de monumentos públicos, le sigue tanto en una posición como en otra la ciudad de Almendralejo, donde son tres las obras de Ávalos custodiadas entre sus rincones, fechándose el primer encargo en 1.965, nueve años después de la instalación de su primer pedido extremeño, el badajocense Héroe caído, junto a los donados bocetos en bronce de los Evangelistas de Cuelgamuros, en el pacense Baluarte de la Trinidad. De tres metros de altura, elaborado en bronce e ideado en relieve a fin de poder ser acoplado sobre los muros del cabecero de la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, el bautizado como Cristo de la Paz se presentaría en Almendralejo como Cristo resucitado conciliador de los pueblos. Coronando en la actualidad el homenaje que los almedralejenses dedican desde 1.985 a sus hijos muertos en las guerra de España, la obra surgió de la visita del por entonces alcalde de la ciudad, D. Tomás de la Hera, al taller con que Juan de Ávalos contaba en la capital estatal, mostrando durante tal encuentro el escultor al político un estudio de un Cristo crucificado, ofreciéndole el emeritense la obra a la localidad como señal de aprecio. Aceptada la idea por el Consistorio el 24 de octubre de 1.964, la fundición y pago del bronce final serían acordados el 6 de abril de 1.965, inaugurándose el monumento el 30 de agosto de mencionado año.

Arriba y abajo: siendo alcalde de Almendralejo D. José García Bote, una nueva escultura sería encargada a Juan de Ávalos en pro tanto de embellecer y enriquecer las calles almendralejenses, como de ofrecer un renovado homenaje a la reciente situación política conciliadora española, presentando en 1.990 como broncíena figura femenina una alegoría de la Libertad, la Constitución y la Paz, ubicada sobre podio granítico en la avenida que por nombre lleva el de este último estado de equilibrio y estabilidad.


Habría que esperar hasta 1.990 para asistir a la erección de una nueva obra de Ávalos en el casco urbano almendralejense. Nuevamente fundida en bronce, la temática alegórica escogida esta vez haría mención una vez más a la idea de concordia que ya su previa hermana religiosa anunciaba desde los muros externos del templo mayor del municipio. Nombrado como Monumento a la Libertad, la Constitución y la Paz, se ubicaría el mismo en la avenida dedicada a ésta última. Mantendría la escultura gran vinculación compositiva con la alegoría que sobre la gloria acompaña junto a la alegoría de la paz el busto de D. Juan de la Rosa Mateo, en el monumento que dedicado al que fuese director de la caja de ahorros de Ronda fuese encargado en 1.988 a Juan de Ávalos por suscripción popular y desde el consistorio de tal localidad malagueña.
Otra alegoría, menos genérica y más vinculada con la identidad particular almendralejense, sería la que desde 1.994 centrase la plaza de Extremadura. Concebido el conjunto como fuente monumental, rodeado de surtidores un podio granítico sostiene una base de bronce donde, en relieve, se presenta el escudo de la ciudad sostenido por una pareja de figuras, femenina y masculina, acompañados de un cortejo de personajes que, en derredor del circular prisma, hacen referencia al carácter agrario y vinícola del municipio. Centrando la composición, una esbelta figura femenina de bulto redondo ofrece al cielo en su desnudez un racimo de uvas, coronada con flores la que se identifica como Musa del Vino, Musa de la Vendimia o Musa de la Tierra de Barros. Figura que le serviría en 1.997 al propio autor como modelo para moldear el galardón homónimo que anualmente otorga la Cámara de Comercio de Badajoz dentro de la programación del Salón del Vino y la Aceituna (Iberovinac) celebrado cada año en Almendralejo, en premio y como reconocimiento a las más distinguidas labores dentro del mundo de la enología.

Arriba y abajo: proyectado como fuente ornamental, centra la almendralejense plaza de Extremadura un conjunto monumental del cual, surgiendo de una base rodeada de surtidores, una peana labrada con el escudo de la ciudad sostenido y rodeado por diversos personajes que hacen referencia al carácter agrícola y vinícola de la localidad, sirve de podio a la conocida como Musa del Vino, también nombrada como Musa de la Vendimia o de la Tierra de Barros, alegoría enológica basada en los modelos escultóricos clásicos que permite poder declarar a Almendralejo, tras su erección en 1.994, como la segunda localidad tras la capital pacense más vinculada con la obra de Ávalos.




No lejos de Almendralejo, a 14 kilómetros de distancia marcada a través de la carretera autonómica EX-300, la localidad de Solana de los Barros se puede proclamar, a pesar de su escaso relieve poblacional dentro del panorama provincial, en ser uno de los municipios extremeños pioneros a la hora de mirar hacia el saber hacer de Juan de Ávalos. Tras acordar la adquisición de obras suyas por parte de los consistorios de Badajoz y de Almendralejo, sería en 1.975 cuando el artista emeritense recibiese desde la localidad solanera el encargo de fundir en bronce una escultura de bulto redondo que reflejase un Cristo resucitado, de notable parecido con el hermano que diez años antes fuera colocado sobre los muros de la Parroquia almendralejense de Nuestra Señora de la Purificación. Como aquél, también esta nueva obra mostraría un Cristo redentor con los brazos abiertos mirando al frente en una actitud conciliadora, otorgada desde el campanario que se añadiría en los años 70 del pasado siglo a la torre-fachada de la Parroquia de Santa María Magdalena, erigida en el siglo XVI, en cuya cúspide quedaría colocada la escultura, como culmen del nuevo capítulo arquitectónico que viviría el templo. Bautizado, al igual que la obra almendralejense, como Cristo de la Paz, Juan de Ávalos recibiría la ayuda tanto en la colocación como en la sustentación de la obra de su hijo Juan Ávalos Carballo, primogénito del artista y colaborador habitual del escultor en su faceta de arquitecto, encargándose de los proyectos y aspectos arquitectónicos de muchos de los complejos monumentales otorgados a su padre, siendo nombrado posteriormente y tras el óbito del artista como presidente de la Fundación Juan de Ávalos, inscrita en el Registro de Fundaciones a través de Orden CUL/709/2007, publicada en BOE nº 72 de 24 de marzo de 2.007, ideada en pro de promocionar la figura y obra del afamado escultor.

Arriba y abajo: erigida en el siglo XVI, la Parroquia de Santa María Magdalena, en Solana de los Barros, sería objeto de reformas en los años 70 del pasado siglo, proyectándose como ampliación de su torre fachada un campanario sobre el que se colocaría en 1.975 y como culminación del mismo una escultura de Cristo que, como en el caso almendralejense, ofreciese sus brazos abiertos en búsqueda de la conciliación popular, convertido desde su privilegiado enclave en todo un símbolo del municipio, estampa inconfundible entre los tejados de la localidad.



Antecediéndose al monumento almedralejense de 1.990 diseñado como homenaje a la Carta Magna acordada en 1.978, en 1.987 le sería encargada desde Olivenza y llevada a cabo la escultura alegórica representativa de la Constitución española ubicada en la avenida de Santiago Ramón y Cajal de la localidad oliventina. Sobre una base granítica, la broncínea escultura de bulto redondo nos ofrece una figura femenina que, mirando al cielo y alzando hacia ellos sus brazos, sostiene en cada mano los símbolos de la paz y de la libertad, una paloma en la derecha y unas cadenas rotas en la izquierda, en clara referencia a la venida de la paz y la libertad que la proclamación de la actual Constitución, vuelta la democracia a España, traería consigo, repartierdo tan preciados bienes por todos los rincones del país. En idéntica pose y tomando similar idea, Ávalos presentaría también el monumento Paz y Libertad como conmemoración a la llegada de la actual Constitución encargado por la ciudad de Ceuta en similares fechas al acuerdo oliventino, enclavada inicialmente en la ceutí Plaza de la Constitución, actualmente colocada en el Paseo de la Marina Española.

Arriba y abajo: gemela a la alegoría que sobre la Constitución española le sería encargada por la ciudad de Ceuta, en la avenida de Ramón y Cajal de la localidad de Olivenza se presenta un monumento a la Paz y la Libertad que la Carta Magna de 1.978 repartiría por todos los rincones de la geografía española, basado en una broncínea figura femenina de bulto redondo e inspiración clásica que ofrece desde 1.987 al cielo una paloma y unas cadenas rotas, antecedente de la alegoría constitucionalista almedralejense.



Basándose también en una escultura previa, Ávalos elaboraría la obra Ayuda al caído, donada en julio de 1.984 por el propio artista a la localidad de Casas de Don Pedro, siendo alcalde por entonces de la villa siberiana D. Francisco Rodríguez Arroba. Realizada en bronce en la década de los 60 del pasado siglo, el artista tomaba como inspiración una escultura suya ya instalada años atrás en la vía pública de la ciudad de Badajoz. El pacense monumento dedicado al Héroe caído, labrado en 1.950, reinterpretaba a su vez una idea previa del artista, que moldearía una primera versión del Héroe muerto en 1.943, participando con ella en la Exposición de tal año organizada por el Instituto Británico de Madrid, también conocido como El Británico, que desde su fundación en 1.940 por el Consejo Británico perseguía conseguir la neutralidad del Estado español durante la 2ª Guerra Mundial, intentando crear para ello un puente cultural entre ambas naciones. Siendo la obra de los años 40 posteriormente destruida por el propia artista al no poder seguir alojándola, debido a su tamaño, en el estudio con que Ávalos contaba por entonces en la capital española, la obra pacense sería el modelo a tomar para futuros calcos de la idea. Así, en 1.961 aprobaría el Ayuntamiento de Benidorm el encargo al escultor emeritense de un monumento que recordase a los hijos del municipio alicantino fallecidos en las faenas del mar, cuyo coste financiaría tanto el consistorio como el propio pueblo benidormense por suscripción popular. El mismo, realizado en 1.963 e inaugurado el 23 de mayo de 1.965, ubicado en la plaza de la Señoría, quedaría centrado por una copia en bronce de la escultura en piedra de Novelda que desde 1.956 se exponía en los jardines del pacense Baluarte de la Trinidad, pudiendo haber sido la broncínea obra que hoy se presenta en la confluencia de las casareñas calles Posada y del Pilar con la carretera de Talarrubias un apunte del que poder partir para la elaboración de similares esculturas que tomaran tal idea como base.

Arriba y abajo: si bien Juan de Ávalos se basaría en una primera versión propia del Héroe Muerto, creada en 1.943 y con la que participar en la exposición celebrada mencionado año por el Instituto Británico de Madrid, para esculpir el Héroe caído de 1.950 que pasaría a formar parte de los bienes del concejo de Badajoz, el artista moldearía en la década de los 60 una copia en bronce de la estatua pacense que le serviría como modelo del que partir para otros monumentos basados en la misma composición, aparecida en el homenaje a los hijos de Benidorm fallecidos en las faenas del mar, donando la obra bautizada como Ayuda al caído en 1.984 a la localidad de Casas de Don Pedro, que lo ubicaría junto a la entrada de la Casa municipal de cultura "Luis Chamizo", trasladándolo posteriormente al cruce entre las calles Posada y del Pilar con la carretera de Talarrubias, enriqueciendo artísticamente desde el pilar granítico sobre el que se asienta este rincón de la población casareña.




Inspirándose esta vez no en una obra monumental previa, sino en un busto que el propio Ávalos realizaría en 1.930 tomando de modelo al natural al que fuese su compañero de beca provincial y estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de la capital del país, en 1.990 el escultor aceptaría el encargo de realizar un monumento recordatorio dedicado al pintor dombenitense Juan Aparicio Quintana, ideado por la localidad natal del mismo en pro de homenajear a su ilustre hijo tras haberse cumplido los más de treinta años de la desaparición del artista de Don Benito, fallecido en 1.964 en el municipio que le vio nacer y del que nunca quiso partir. Coronando un fuste de diseño clásico, surge en bronce el busto del pintor, cumplimentando el conjunto una paleta broncínea que, depositada a los pies de tal columna, hace referencia tanto al homenajeado como al autor de la obra escultórica que le recuerda. Ubicado en la avenida de Alonso Martín, en su cruce con la avenida de la Constitución, el monumento que fuese inaugurado el 2 de junio de 1.995 sería recientemente puesto nuevamente en valor, tras recuperarse el Patronato que pretendía recopilar y difundir la obra del pintor, disuelto en diciembre de 2.011.

Arriba y abajo: siendo compañeros de beca provincial y estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid a comienzos de los años 30 del pasado siglo, el emeritense universal realizaría de su compañero dombenitense Juan Aparicio Quintana un busto que, seis décadas después, le serviría como inspiración a la hora de crear el monumento que la localidad de Don Benito ofrecería en 1.995 como homenaje a su hijo artista fallecido treinta y un años antes, ubicado en la avenida de Alonso Martín y recientemente puesto en valor, otorgándole una iluminación que resalta la composición monumental, donde sobre un fuste clásico se presenta el busto del pintor, cuya paleta descansa a los pies del mismo.




A pesar de contar con obras de Ávalos en el interior de espacios públicos, como la réplica del García de Paredes que el autor donaría al ayuntamiento trujillano en 1.957, o la imagen de San Pedro de Alcántara con que contaría la parroquia dedicada al santo patrono extremeño en la capital cacereña desde 1.967, no sería hasta 2.002 cuando un trabajo de Juan de Ávalos pudiese ser admirado en plena vía pública dentro de la provincia de Cáceres. Inaugurándose el 21 de noviembre de mencionado año, siendo entonces alcalde de la ciudad cacereña D. José María Saponi Mendo, el conjunto monumental Fuente de la Gran Cascada embellece el Parque del Rodeo culminando el lago artificial creado en la zona central de tal espacio verde, de cuya base saldría, como el propio nombre del conjunto indica, una cascada cuyas aguas caen en las aguas allí embalsadas. Mientras que la parte arquitectónica correría a cargo del hijo del escultor, Juan de Ávalos Carballo, para el modelado en barro y la elaboración de los moldes de donde obtener las figuras broncíneas, el artista emeritense contaría con la ayuda del también escultor Dmytro Sauchynets. Como resultado nacería una pareja de figuras femeninas interpretadas como las Ninfas del Rodeo, encargadas y donadas a la urbe cacereña por la Junta de Compensación de los propietarios de los terrenos del parque, con cargo al 1% para fines culturales que dichos titulares debían aportar a la hora de urbanizar un nueva área del municipio.

Arriba y abajo: según palabras del propio autor, pensada para invitar a fantasear a las parejas que se arrullen en el parque, la Fuente de la Gran Cascada, coronada por las conocidas como Ninfas del Rodeo, culmina el lago artificial que centra este pulmón verde de la capital cacereña, partiendo de su base arquitectónica, así como del delfín sobre el que se apoyan sendos personajes femeninos, el agua de la que se nutre el estanque artificial, inaugurada por el propio escultor el 21 de noviembre de 2.002 en la que sería la primera obra que del mismo pudiese ser admirada en plena vía pública dentro de la provincia de Cáceres.



Apenas un año antes de acaecer su repentina muerte, Juan de Ávalos volvería a engrandecer dos rincones más de la región gracias a dos obras suyas. Encargada una, donada la otra, ambas entregas responden a la línea habitual por la que discurrió la trayectoria artística del artista emeritense quien, además de recibir innumerables pedidos o conseguir alzarse con la concesión de infinidad de concursos, donaría en vida una amplia selección de obras ejecutadas por su mano y sacadas de su taller en pro de embellecer y enriquecer multitud de localidades y enclaves. En 2.005 conocería este honor el municipio de San Pedro de Mérida, al que Ávalos, conocedor del reconocimiento que desde mencionada localidad querían rendir a su obra y persona, cedería un relieve del Apóstol San Pedro, creado inicialmente para el comedor del convento del Valle de los Caídos, dada la vinculación del pueblo con tal figura religiosa, de la que toma el nombre y al que consideran patrono de la localidad. El bronce en altorrelieve, fijado a un monolito granítico, sería enclavado en el tramo que de la antigua carretera nacional N-V trascurre a los pies del municipio, designado mediante acuerdo plenario del consistorio sampedreño desde el 19 de febrero de 2.005, día fijado para el homenaje al emeritense universal, con el nombre del escultor. Sobre un monolito también quedaría expuesto en la plaza  de su mismo nombre un busto del erudito Pedro de Lorenzo, Hijo ilustre de la cacereña localidad de Casas de Don Antonio. El escritor, profesor, periodista y abogado casareño, nacido en 1.917 y fallecido en 2.000, sería reflejado por Ávalos en pose firme mientras sostiene entre ambos manos, señalando con su derecha el mismo, un libro reflejo de su pasión por la creación, donde puede leerse tanto el nombre del homenajeado como del artista escultor, con quien compartiría tanto la convencida querencia por el progreso y el desarrollo creativo, como el amor por la tierra que les vio nacer.

Arriba y abajo: habiendo fallecido con la pena de no ver inaugurado un museo que, en la localidad que le viese nacer, expusiera la obra que el propio Juan de Ávalos donase periódicamente a la capital extremeña, sí pudo disfrutar el escultor emeritense de un homenaje a su trayectoria artística, ofrecido desde la localidad de San Pedro de Mérida en 2.005, siendo por entonces alcalde del municipio D. Pedro Lanzas, un año antes de fallecer el artista, reconocimiento que se ampliaría a su conocida valía humana y a la continua proclamación de su origen extremeño, haciéndole merecedor del nombramiento en su honor de una propia avenida en el municipio, antiguo tramo de la carretera nacional N-V donde sería colocado el regalo que como agradecimiento Ávalos donase a la población, altorrelieve del Apóstol San Pedro sobre monolito granítico enclavado en una de las entradas a la localidad.



Abajo: si bien no sería hasta los 94 años cuando Juan de Ávalos recibiese un homenaje a su labor profesional otorgado desde un rincón de la tierra que le vio nacer, sería también en 2.005 y un año antes de su fallecimiento cuando el artista emeritense realizase el último encargo que desde un municipio regional le fuese otorgado, al fin de elaborar una escultura con que enriquecer artísticamente una calle más de una Extremadura que reconocía y admiraba el trabajo y calidad artística de uno de sus más prolíficos hijos, sumándose Casas de Don Antonio con un recordatorio al erudito Pedro de Lorenzo al listado de localidades extremeñas que quisieron mirar hacia la obra de Ávalos desde que en 1.950 le fuese encargada una primera escultura por el ayuntamiento de Badajoz, inaugurándose un listado que se vería incrementado década tras década hasta ser hoy en día diez las poblaciones de la autonomía donde se puede disfrutar en la vía pública de la obra del prestigioso emeritense, siguiendo a Badajoz la ciudad de Almendralejo, Solana de los Barros, Olivenza, Casas de Don Pedro, Don Benito, Cáceres, San Pedro de Mérida y Casas de Don Antonio, sin olvidar la capital regional y cuna del artista, donde se abrirían en julio de 2.014 las puertas del nuevo Museo de Mérida en lo que fuese el conocido edificio de El Costurero, inmueble destinado desde entonces a exponer la obra que el autor donase a tal fin a la ciudad, cumpliéndose el sueño de uno de los artistas extremeños de índole más universal.