Ayer por la tarde, un hada hermosa que me conoce bien, dejó en mi casa, así como por casualidad, un libro del que jamás había oído hablar.
Por la noche antes de dormir, me puse a ojearlo, y me dieron las 2 de la mañana y no podía dejar de leer.
Se trata de Iron John, una nueva visión de la masculinidad, el libro que el poeta norteamericano Robert Bly publicó en 1990 y que se convirtió rápidamente en un best-seller, llegando a ocupar el número uno en las listas del New York Times.
Igual que Estés, Bly recurre al enfoque junguiano y antropológico, y al análisis semiótico de los mitos ancestrales, para desentrañar el camino de iniciación que han de recorrer los hombres para encontrarse con su propia sombra (su "gemelo"), y por tanto consigo mismos.
Algunos hombres me han preguntado mi opinión sobre cuál es el papel masculino y del padre en este nuevo panorama de la crianza corporal, del posfeminismo, de la integración de los lados masculino-femeninos y la superación de la "mente patriarcal".
Solía yo responder que la "nueva masculinidad" pasaba por desarrollar el lado "femenino", la energía yin, la capacidad de cuidado, la ternura, las emociones, la intuición... Aunque el camino pasa por ahí, no es suficiente, y así Robert Bly encuentra, igual que Mark Josephs-Serra, que el "hombre suave" (equivalente a la "mujer dura" feminista) sigue siendo muchas veces infeliz y se encuentra desubicado y carente de vitalidad.
"En los setenta, empecé a detectar por todo el país un fenómeno que podríamos denominar el "varón suave". Incluso hoy en día cuando hablo en público, más o menos la mitad de los varones jóvenes son del tipo suave. Se trata de gente encantadora y valiosa -me gustan-, y no quieren destruir la Tierra o dar comienzo a una guerra. Su forma de ser y su estilo de vida denotan una actitud amable hacia la vida.
Pero muchos de estos varones no son felices. Uno nota rápidamente que les falta energía. Preservan la vida, pero no la generan. Y lo irónico es que a menudo se les ve acompañados de mujeres fuertes que definitivamente irradian energía.
Nos encontramos ante un joven de fina sensibilidad, ecológicamente superior a su padre, partidario de la total armonía del universo y sin embargo con poca vitalidad que ofrecer.
(...)
Algunas mujeres enérgicas, tanto entonces como ahora en los noventa, elegían y siguen eligiendo a hombres suaves como amantes, y tal vez, como hijos. La nueva distribución de energía "yang" entre las parejas no se dio accidentalmente. Los jóvenes, por diversas razones, querían mujeres más duras, y las mujeres empezaron a desear hombres más suaves. Durante un tiempo parecía un buen arreglo, pero ya lo hemos experimentado lo bastante como para saber que no funciona."Bly encuentra respuesta donde mismo la encontró Clarissa Pinkola: en la vuelta a casa, en una "tercera vía" (ni el macho agresivo ni el hombre débil; ni la mujer sumisa, ni la mujer desconectada de sus ciclos femeninos) que conjuga una masculinidad vigorosa pero a la misma vez cuidadora y sensible. El Hombre Primitivo, el Hombre Prepatriarcal, es un hombre conectado con la naturaleza, un hombre espiritual e "iniciado" que se "expande hacia la gloria de los robles, las montañas, los glaciares, los caballos, los leones, la hierba, las cascadas, los venados. Aquello que impida al hombre acercarse a la cascada y al tigre, le matará".
El Hombre Primitivo que Bly recorre a través del mito milenario de Iron John (llevado a la escritura por los Hermanos Grimm) se aleja del estereotipo machista violento, dominador, opresor, insensible; a la vez que identifica los puntos débiles del hombre sumiso, desorientado, pasivo, ingenuo o vulnerable. El "Hombre primitivo" de Bly se acerca más a un maestro zen, a un instructor de meditación, que a un machista.
"En este libro hablo del Hombre Primitivo, y la distinción entre Hombre Primitivo y salvaje es fundamental. El salvajismo [en su sentido peyorativo] es profundamente perjudicial para el alma, la Tierra y la Humanidad; cabría decir que, aunque el salvaje está herido, prefiere no reconocerse. El Hombre Primitivo, que ha examinado sus heridas, se parece más a un sacerdote zen, a un chamán o a un leñador que a un salvaje".Bly salpica su exposición con un manojo de citas literarias tan deliciosas como el libro mismo (Machado, Blake, Juan Ramón Jiménez, Rolf Jacobsen, Rilke, Yeats, Kabir, Wordsworth, D.H. Lawrence, Mircea Eliade, Neruda, Shakespeare...) que convierten la lectura en un recorrido por la sabiduría universal ameno y fluidísimo.
Muy recomendable para todos los hombres independientemente de su orientación sexual, y también para las mujeres, que encontraremos importantes pistas para conocer mejor a nuestros compañeros, y muchos elementos extrapolables a nuestra propia psicología, y al equilibrio masculino-femenino tanto interior como interpersonal.