El portavoz del grupo socialista en el Ayuntamiento de Sevilla, Juan Espadas, a la hora de llevar a cabo la labor de oposición que el resultado de las últimas elecciones le ha encomendado, se está encontrando con un severo problema: la distancia.
Durante la campaña electoral, Juan Espadas se esforzaba de manera sobrehumana en apartarse lo más posible del legado heredado del anterior alcalde, y compañero de partido, Alfredo Sánchez Monteseirín. Aquello de aprovechar lo bueno y renegar de lo malo no era nada fácil y, además, los proyectiles que tuvo que esquivar del llamado fuego amigo fueron continuos y directos a la línea de flotación..
Sin embargo, en el caso de Tussam, Juan Espadas siempre se mostró titubeante y dubitativo y nunca llegó a apartarse del todo de la política aplicada en la empresa por el gobierno anterior.
Espadas, que mantuvo reuniones con los sindicatos durante casi toda la campaña, jamás estuvo ni siquiera cerca de lograr un acuerdo de mínimos para el caso de que consiguiera la alcaldía. Todo lo contrario, las posturas se fueron alejando cada vez que las reuniones se sucedían, hasta el punto que dejaron de producirse y el acercamiento deseado no tuvo lugar.
La explicación radica en que el hombre de confianza del equipo de Juan Espadas en Tussam por aquel entonces era el director de área de Movilidad, Rubén García Lancharro, mano derecha del delegado Fran Fernández, que era quien cortaba la pana en la empresa municipal. Apoyarse en el alma mater de la política que se quiere erradicar no se lo creía nadie y de ahí el resultado de la intentona.
Ahora, una vez asumido el varapalo electoral, Espadas da la impresión de haber vuelto al pasado más remoto, porque se pasa la mayor parte del tiempo defendiendo el legado del equipo anterior más que proponiendo nuevas iniciativas de sello propio. Es loable su intención de hacer un modelo de oposición “cercana al ciudadano”, pero para ello es indispensable primero saber dónde se encuentra éste. Y viendo algunas de las actuaciones del grupo municipal socialista cuesta creer que lo tengan del todo claro.
La última ha sido la crítica a las nuevas tarifas de Tussam para 2012. Ya he dicho aquí que me parece injusto que una persona que cobre 1.500 euros mensuales pague sólo 15 euros anuales por utilizar el transporte urbano durante todo el año, mientras que a la gente que lo está pasando verdaderamente mal durante la crisis no se le presenta ninguna alternativa. Lo que no acabo de entender, si tan en contra está, es su postura de abstención en la votación. Lo coherente hubiera sido votar en contra y presentar una propuesta alternativa, como ha hecho Izquierda Unida.
Este tipo de indecisiones, de no saber el terreno sobre el que se pisa, se viene repitiendo con demasiada asiduidad en los posicionamientos del grupo municipal socialista. Baste recordar que pidieron la dimisión del defensor del ciudadano, el señor Barranca, después de haber votado favorablemente a su nombramiento. O que la defensa sobre la libertad de expresión que hicieron, elevando una pregunta al equipo de gobierno, cuando este periodista fue sancionado con nueve meses de empleo y sueldo por los escritos publicados en este blog dejó bastante que desear. Sobre todo tratándose de un partido, el PSOE, que es el que con toda probabilidad cuente en toda con más víctimas por tal motivo a lo largo de la historia de este país.
En lo relativo a Tussam, se hecha de menos en el principal grupo de la oposición que, además de denunciar el incremento de transferencias por parte del Ayuntamiento a la empresa y reconocer que ya era un vicio asiduo en los mandatos anteriores, asuma también las transferencias de déficit realizadas por Monteseirín que han lastrado durante años la economía de la empresa y que Zoido ha cifrado en 70 millones de euros.
De la misma manera, tampoco se hace alusión alguna en sus discursos al hecho incontestable de que los últimos resultados presentados por la empresa que han supuesto las pérdida de 2,5 millones de viajeros en lo que va de año son consecuencia, entre otras cosas, de una política de movilidad repleta de contradicciones implantada por el gobierno anterior a través de mano ejecutora, Carlos Arizaga. Porque es cuanto menos difícil de creer el combinar una política de restricciones de acceso al centro y otras zonas con una disminución progresiva de la oferta de transporte público como pretendía el equipo anterior.
Me consta que Juan Espadas intentó en serio solucionar algunos de los problemas por los que atravesaba la empresa durante su etapa de candidato. El de los eventuales, acampados por entonces de manera permanente en Plaza Nueva, fue uno de ellos.
Pero cuando se trata de explicar las cosas a los ciudadanos no vale con las intenciones y que luego ellos las interpreten a su manera. Hay que prender la luz y decirles sin temor las causas de las cosas. No basta con quejarse luego, tras la derrota, sobre “ésos que nuestros compañeros no querían meter cuando pudimos hacerlo” cuando se trata de personas que se estaban jugando el futuro de sus familias tirados en la calle. Decir la verdad abiertamente, aunque con ello se le ponga la cara colorada a algún compañero de partido, es bastante más aconsejable.
Más que nada porque, con los tiempos que corren, la coherencia y la humildad son valores al alza en política y la autocrítica, cuando llega la hora de ejercerla, hay que plantearla sin salvavidas y que cada palo soporte su vela como pueda.
De ahí que del adoptar la distancia idónea con respecto a la gestión de la anterior corporación dependa en buena medida el que la labor de oposición del grupo socialista sea bien percibida o no por el conjunto de los ciudadanos. Hasta ahora parece que están en ello, pero no dan con el tranco adecuado.