Corsario francés, se movía por la zona comprendida entre las islas Azores, las islas Canarias y la Península Ibérica.
Su fama, procede de la captura de tesoros que llevó a cabo contra los españoles.
Partiendo del puerto de Veracruz en diciembre de 1522, estos dos capitanes navegaron rumbo a España, realizando una parada en las Azores.
Iban cargados con 88.000 lingotes de oro, piedras preciosas, joyas, animales exóticos, así como, muchos otros objetos de valor, procedentes de los regalos de Moctezuma y el saqueo de Tenochtitlán.
En las Azores, Antonio de Quiñones murió y, a Alonso Dávila llegaron avisos de la presencia de una armada francesa en la zona, en este caso, la dirigida por Juan Florín.
Desde Sevilla, salieron tres carabelas para socorrer a los navíos y cargas procedentes de América; sin embargo, cerca del Cabo San Vicente fueron capturados por los franceses, todos los navíos y sus respectivos cargamentos.
Grandes tesoros fueron capturados, pero aún queda otro más valioso que no se hizo demorar. Juan Florín capturaría otro navío procedente de Santo Domingo, añadiendo 20.000 pesos de oro, además de perlas, azúcar y cueros a su gran tesoro ya robado, pero lo más importante fue la captura de las cartas de navegación que trazaban las rutas de regreso de América.
Esto supuso la perdida más importante para España, pues a partir de entonces otros países sabrían como llegar a América.
Así, el rey francés llegó a decir que cómo España y Portugal se habían dividido el mundo para ellos sin contar con el resto de reyes cristianos, pidió que le mostrasen el testamento de Adán, el padre de todos ellos, para ver que les había dejado a ellos como únicos herederos.
En este sentido, sabiendo que esto era algo injusto y que todo había sido una obra interesada creado por España, Portugal y el Vaticano, decidió que era legal robar todo cuanto se movía en la mar y, de hecho, volvió a enviar a Juan Florín en busca de más tesoros.
Sin embargo, para el pirata francés, Juan Florín, sus acechos y robos pronto acabarían, pues durante la segunda guerra entre Francia y España fue apresado.
Este fue llevado a Sevilla, a la Casa de la Contratación, y allí declaró tras un interrogatorio haber hundido alrededor de 150 naves españolas.
Se acordó, ante la importancia del preso, enviarlo al emperador para que decidiese su destino, pero al saber Carlos I de su captura ordenó inmediatamente que se le ejecutara. La ejecución tuvo lugar en el puerto del Pico, en Colmenar de Arenas, Toledo, mientras iba camino para ser juzgado por el emperador, pero, como hemos visto, Carlos I ya había declarado su sentencia antes del encuentro.