CCCIX
LIBELO COMO LEÓN FELIPE
En Cuba supe por un testigo de vista, que durante la guerra, León Felipe se refujió en la Embajada de México, donde protestaba de todo, envuelto en el gran abrigo de pieles del Duque de T`Serclaes asesinado, y jactándose de ello con vociferación y bromista. Pensé yo que ese abrigo se lo debía haber dejado, ya que no tenía dueño, a los pobres milicianos que morían gangrenados por la nieve en el frente de Teruel. En cuanto a la comida de la Embajada, los milicianos comían melón por dieta de pelea. En las trincheras murió Pablo de la Torriente, en las trincheras se puso tísico Miguel Hernández, en las trincheras vivía del todo Gustavo Durán. O no gritar tanto o irse a las trincheras, León Felipe. Yo creo que un hombre fuerte todavía, si tiene vocación peleona, debe pelear con los que pelean sin vocación y a la fuerza. Si no, debe quitarse de en medio y no estorbar. No debe ver y llevar a los extranjeros a que vean, como turistas, la guerra y la cuenten como teatro: no debe celebrar con banquetes los triunfos de la muerte; debe alejarse, hacer lo que pueda por todos sin mermarle pan y abrigo ni lugar al que lo hace todo. La poesía de la guerra no se escribe, y sobre todo no se escribe desde lejos, se realiza. Poeta de la guerra es el que la sufre de veras en la ciudad o en el campo, no el que se desgañita en un refugio seguro y cree en la eficacia de su jemido y su llanto resguardado.
Juan Ramón Jiménez. VIDA. Volumen I. Los días de mi vida. Editorial Pre-Textos, marzo de 2014. Herederos de Juan Ramón Jiménez. Reconstrucción, estudio y notas: Mercedes Juliá y Mª Ángeles Sanz Manzano. Fotografía de la cubierta: Grete Stern (legado de Damián Bayón, Santafé, Granada).