Juana Azurduy, de muñeca brava a heroína americana

Publicado el 21 enero 2016 por Daniela Daniela Leiva Seisdedos @elarcondeclio
 Por Daniela Leiva Seisdedos para la Revista Educativa El Arcón de Clio· 
El heroísmo es un valor superior a la victoria, por lo tanto la historia nunca debe ser neutral y más cuando opinamos sobre las personas que nos legaron la libertad.
La historia es de los seres humanos por lo tanto siempre va a generar debate y el pasado persistentemente nos interesa porque se proyecta irremediablemente en nuestro presente.
Siempre se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pero por que no pensar que junto a grandes hombres hubieron grandes mujeres que sin dudas merecen estar en el olimpo de la historia de nuestro país y toda América.
En la Grecia hace 2,400 años Platón, Aristóteles consideraban a las mujeres el mismo status social que los esclavos, sostenían que “el destino de las mujeres era dar hijos al Estado desde los veinte a los cuarenta años”. A fines del siglo XVIII, como consecuencia de las revoluciones norteamericana y francesa, las ideas de la libertad habían avanzado notablemente en todo el mundo occidental, pero los beneficiarios inmediatos ¿eran sólo los varones blancos, educados y dotados de cierto patrimonio como la mayoría de nuestros caudillos?
El siglo XIX se caracteriza por la presencia de profundas transformaciones, en las esferas ideológica, económica y social, que inciden de manera esencial sin duda también en las mujeres. Dos siglos atrás, las mujeres vivían recluidas en lo doméstico. Su papel estaba limitado a ser madres y esposas esforzadas, y no eran aceptadas en terrenos como la política, el periodismo o la literatura. En este sentido es de referencia obligada el Discurso en defensa de las mujeres (1726) del padre benedictino Benito Jerónimo Feijoo, en el que argumenta que es la igualdad y no la diferencia entre sexos lo que revela la razón: las almas no tienen sexo.
Si la historia la escriben los que ganan estas mujeres americanas se ganaron con su hidalguía, valor, el respecto de toda una sociedad que recién ahora las está descubriendo.
Los estados nacientes, como México, Argentina, Colombia, Venezuela, ect crearon a sus héroes nacionales varones con un dejo de súper héroe, pienso que no está mal en el siglo XIX sucediera esto había que formar un nuevo pensamiento y nuevas naciones pero lo que discuto es que este pensamiento se sigue manteniendo en muchos libros de historia que se la presenta a estos hombres a la manera de los grandes clásicos inmortales y súper héroes a al estilo comic.
Durante el Siglo XIX este proceso hermenéutico histórico surgió y se perfilaron los rostros de los hombres que habían forjado la emancipación de España, pero ninguna mujer mereció tal reconocimiento en el pedestal del olimpo americano.
Me pregunto ¿Qué sería la vida de Martin Miguel de Güemes sin Macacha, de Juan Domingo Perón sin Evita, de Francisco Ramírez sin su amada Delfina?
Sirvan estas líneas para un homenaje y reivindicación a su valiente entrega principalmente a Juana Azurduy “Flor del Alto Perú”, elogio de una tierra india. Esta mujer no solo era útero fértil, era la representación de la vida en libertad por que la libertad es y tiene cara de mujer.
La historia oficial, decimonónica y acortada argentina prefirió olvidar a los gloriosos revolucionarios del Alto Perú (Bolivia), creo que por una razón principal, las degradaciones humanas cometidas por los ejércitos porteños que depredaban esas tierras a cada incursión armada que los llevaba a esa zonas cual español recién llegado a esos lares buscando oro.
Juana nació en Chuquisaca el 12 de julio de 1780. Eso no era nacer en cualquier lugar ya que dicha ciudad, que también reci¬bía los nombres de La Plata o Charcas, era una de las más importantes, ricas y sabia de la América española. Sus padres querían que Juana fuese monja. Durante la lucha revolucionaria, Azurduy perdió a su esposo en la Batalla de La Laguna y cuatro de sus hijos. La única que sobrevivió fue la menor, que había nacido durante la batalla de Cerro de Carretas en1814. Más tarde, cuando San Martín decidió abrir el flanco por Chile, las milicias que estaban en el Alto Perú se vieron abandonadas y Azurduy viajó hacia el sur y se unió al frente de Martín Miguel de Güemes. Cuando este falleció, en 1821, quedó abandonada en la pobreza y totalmente ignorada tanto por los gobiernos de Argentina como de Bolivia debido a las internas intestinas posteriores a la Independencia.
En 1825, Simón Bolívar, luego de visitarla y verla en la situación en la que vivía, la ascendió a grado de Coronel y le entregó una pensión. En ese entonces, el libertador le dijo a Sucre: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Murió, como no podía ser de otra manera, un 25 de Mayo y esto, un postrer homenaje de la Historia, ocurrió en la provincia Jujuy a los ochenta años de edad, en la más completa miseria: su funeral costó un peso y fue enterrada en una fosa común. Sólo póstumamente se le reconocerían el valor y los servicios prestados al país.
Pobre Juana ignorada vivió hasta los 82 años. Desconocida o no, en esa época no le importó a nadie de su valerosa lucha, siempre caminó con la frente en alto pues veía alegría en el rostro de sus conciudadanos que gozaban de la Independencia que ella, en su fuero interior sabía que había ayudado a conseguirla, abrazó la Bandera Boliviana.
Juana Azurduy es parte importante de la Revolución Americana, son las mujeres, que peleaban junto a los hombres, igual o mejor que ellos, que los mandan y deben compartir el olimpo de nuestros padres fundadores.
Bibliografía Utilizada.
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Potthast, Bárbara y Scarzanella, Eugenia (edic. de). Mujeres y naciones en América Latina. Problemas de inclusión y exclusión. Frankfurt am Main: Vervuert-Iberoamericana, 2001.
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