Juani benito, 25 años después

Por Joseantoniobenito

JUANI BENITO, 25 AÑOS DESPUÉS

Este 8 de agosto del 2014 se cumplen –increíblemente- los 25 años de la partida para el Cielo de mi hermana Juani. Su sonrisa, tan cálida, tan generosa permanecen siempre en mi recuerdo como un regalo del cielo. He vuelto a visitar su tumba en el recoleto  cementerio del pueblo de Rollán donde espera la resurrección para siempre junto a nuestra madre y nuestros abuelos. Sin duda que ya están preparando la morada para sus familiares y amigos. Recuerdo la ilusión con la que vivía la Jornada Mundial de la Juventud en Compostela con el Papa Juan Pablo II; ¡cómo hizo rezar y cantar a sus niños de la guardería! ¡Qué ilusión tenía por estar presente física y -desde que se le comunicó la noticia de internarse- espiritualmente! Como gratitud a su vida y mensaje, les comparto algunos textos que redacté tiempo atrás.

Ahora, en el 2014, que el mundo parece abrir nuevas páginas de la historia de la humanidad. Ahora, cuando el desconcierto y el escepticismo parecen adueñarse de jóvenes y adultos que desencantados se lanzan con odio a la violencia o se evaden en falaces paraísos, es el momento de presentar modelos válidos y atractivos de conducta. Están entre nosotros, quizá desapercibidos, como de puntillas, sin ruido alguno pero con una benéfica presencia. Sin grandes cosas, en la sencillez de lo ordinario pero vivida con amor pleno, juvenil, gozoso. Se sienten amados por Dios y quieren llenar el mundo de ese amor gratuito, difusivo. Así es Juani, joven salmantina, profesora de EGB, militante cristiana, que a los 24 años es arrancada de nuestra tierra por un cáncer que purifica y sublima su vida en Dios. Su divisa fue "amar, sufrir, siempre sonreír" como Teresa de Lisieux. Nunca visitó un hospital salvo el último mes de su vida. La cruz de la enfermedad no apagó la luz de su alegre sencillez. Hoy, en el 2014, 25 años después nos sonríe eternamente.

 Nació un 22 de febrero de 1965 en Rollán, a veinte kilómetros de Salamanca, en la mitad del camino que une las carreteras de Vitigudino y Ciudad Rodrigo, en el Campo Charro. Al sur, se recortan grisáceas las crestas de la sierra de la Peña de Francia y al noroeste, más cerca, el monte de los Montalvos. Iba creciendo en un hogar que era un nuevo Nazaret, empapándose de los valores cristianos que allí se vivían.

ºTodos recordamos con cariño la unión reinante entre todos. Si alguno recibía una propina o un regalo lo llevaba a casa y los padres lo repartían. Todos tuvimos que trabajar desde los cinco años en el campo (llevar el ganado a pastar; segar, acarrear y trillar el grano ). Al acabar la faena de cada día, en los veranos, en seguida descansábamos con un balón que ¡cuántas veces iba a parar a los tejados (pero por poco tiempo)! Juani era una buena futbolista y mejor baloncestista..! "

   Los trabajos de recoger patatas y garbanzos eran actividades familiares en las que siempre encontraba una oportunidad para animar a todos a pesar de su cansancio. Estaba orgullosa de su familia numerosa y lo repetía con frecuencia en sus cartas. Era muy tranquila y quería con locura a sus hermanos. En casa siempre ayudaba a dejar todo ordenado y, si sus hermanos estaban entretenidos jugando, sin decir nada, se marchaba a preparar las cosas. Cuando no se ponían de acuerdo en fregar y no había árbitro competente, era la primera en ofrecerse. Le disgustaban las riñas y era casi siempre la que cedía. En los trabajos más duros animaba a todos a pesar de su cansancio. Le encantaba llevar a su hermana Marian a la escuela y lo hizo incluso antes de que tuviera la edad correspondiente. Durante el recreo iba todos los días a buscarla a casa para que su madre pudiera ir al lavadero a lavar ropa.

   Tenía predilección por los abuelos Toño y María, padres de Mª Antonia. Al morir ésta, se convirtió en el más firme apoyo de su abuelo, acompañándole siempre en sus paseos. La sordera creciente del abuelo le fue aislando, poco a poco, de la gente y encontró en Juani un auténtico ángel. El día del entierro una madre de familia del pueblo contaba que la recordaba llevando del brazo al abuelo.

   La Primera Comunión la hizo a los 7 años con su hermana Mary Lumi. Iba loca de contenta a la catequesis que les daba D. Jesús Polo Pablos, párroco a la sazón de la villa. Le gustaba mucho hacer visitas a Jesús Sacramentado. Hacía muchas visitas casi siempre acompañada de alguna de sus amigas. Iba casi todos los días a Misa y disfrutaba con ofrecer cada día el rezo del Rosario a la Virgen.

   A los 13 años, antes de marcharse a estudiar, fue catequista de los niños de Primera Comunión. Era corresponsal de revistas católicas populares como El Promotor, Selvas Amazónicas, El Sol de Fátima y cumplía ya con los deberes de la asociación del Rosario Perpetuo.

   Se daba una maña especial con los niños y pasaba con ellos largos ratos jugando. Risas espontáneas, ingenuas, daban el tono a estos frecuentes encuentros. Disfrutó mucho el último año, antes de marchar fuera a estudiar, cuando le permitieron dar la catequesis de los niños de Primera Comunión.

   Al llegar a Salamanca quiso ser como sus hermanos, militantes de Santa María. Y lo fue, desde el primer día en que visitó el Hogar que tienen las Cruzadas de Santa María en Salamanca, en la calle Calderón, entre la Universidad y la Catedral.

   Estudió Magisterio y ejerció como maestra de escuela como directora de una guardería infantil en Burgos. Allí desarrolla una fecunda actividad. Pasa desapercibida. Comienza cada día, como todas las cruzadas, con un largo rato de oración  seguido de la Santa Misa y Comunión. Juani es la primera en entrar en la Capilla. Se coloca en el primer banco, lo más cerca de Jesús. Allí permanece de rodillas, quieta y recogida. Después habrá tiempo para todo lo demás. A lo largo del día, también sabrá interrumpir su actividad, puntualmente, con fidelidad y obediencia exquisitas, para darle a Dios lo suyo, los ratos dedicados a El: lectura espiritual, examen de conciencia, Visita al Santísimo... el Rosario lo rezan María y ella camino de la guardería...Recogimiento profundo, intimidad con Dios.

   Nunca fue a un hospital pero cuando un 7 de julio de 1989 le ingresan en el Hospital nunca más saldrá de él. Le diagnostican cáncer y esta enfermedad le llevará a la tumba. El día 6 de agosto fue a verla Lydia Jiménez, directora general de su Instituto, junto con otras cruzadas, recién terminados los Ejercicios. Le llevó una carta de todas sus compañeras y otra del Padre Morales. Disfrutó mucho leyéndolas o escuchando su lectura . De aquel día conservamos una fotografía en que se le ve sonriente, como siempre. Al despedirse, Lydia le dijo: "¿Qué quieres que les diga a las cruzadas?". Juani, después de pensarlo brevemente, respondió: " DILES QUE NO SE QUEJEN DE NADA. QUE ESTÉN SIEMPRE ALEGRES". Fue su testamento espiritual. El problema pulmonar fue lo que decidió la evolución de la enfermedad. Progresivamente fue aumentando su insuficiencia respiratoria a pesar del oxígeno que tenía permanentemente.

   Sus últimas horas fueron de paz y calma pero los días anteriores supusieron una lenta agonía. Llevaba cuatro noches prácticamente sin dormir nada, a pesar de los sedantes que le ponían. En el momento en que se recostaba sobre la pila de almohadas, se le desencadenaba la tos que le obligaba a  incorporarse y a echarse hacia adelante hasta que se le pasaba. Era habitual que vomitara cuatro o cinco veces y siempre dicho vómito era precedido de molestias en el estómago y malestar general. También era habitual que a lo largo de la noche hiciera tres o cuatro deposiciones de sangre.

   Ante esta situación de agotamiento de un organismo por falta de oxígeno y por otro lado, por la pérdida de sangre, su corazón comenzó a responder aumentando la frecuencia de sus latidos. Era un mecanismo de defensa del organismo que obligaba a su corazón a funcionar de forma más acelerada. Juani apreciaba esto como un estado de nerviosismo y lo percibía con mayor agudeza por las noches, al no tener las distracciones del día. Por eso temía la llegada de la noche. Tenía que hacer esfuerzos para calmarse.

   En la última noche, dijo que se encontraba muy mal y que fueran a llamar al médico. De nuevo le tuvieron que hacer una radiografía y una punción arterial, prueba bastante dolorosa. No se quejó de nada, ni de las molestias que le ocasionaba la placa, ni de los muchos pinchazos que tuvieron que practicarle hasta localizarle la arteria. Quiso sentarse en el sillón por si encontraba alivio de la desazón interior que sentía. Le repetían alguna jaculatoria del Corazón de Jesús o las Letanías del Rosario. Le leyeron también la consagración al Corazón de Jesús de San Ignacio de Loyola que ella tantas veces había repetido, así como el texto del "Corazón de Jesús, fortaleza de los mártires.

   Su velatorio fue una jornada de oración. El entierro, una celebración multitudinaria. De vuelta al pueblo, nadie tenía ganas de hablar. Sus familiares, las cruzadas, todos los presentes, los jóvenes del pueblo habían sentido una honda experiencia de lo sobrenatural y estaban conmovidos. Atardecía. En el poniente se dibujaban nubes rosáceas, destellos del sol que se acercaba a su ocaso, anhelando descansar. "Junto a Ti al caer de la tarde...". Como vuelve la alondra al atardecer a su hogar, así nosotros, a nuestro hogar que son las manos del Padre.