Revista Cultura y Ocio

"Judy, Autopsia Del Arco Iris", Desandando El Camino De Baldosas Amarillas.

Por Jonathan Fernández

Hay algunos artistas, que sobrepasan tal denominación para pasar a la categoría de mito, para ello deben confluir varias cosas que trascienden más allá del hecho artístico, me explico. Para ser un mito no hace falta ser un gran artista, sino un referente o alguna cualidad por la que se puede considerar único e icónico al artista en cuestión, pero amigos, si a esto añadimos un animal escénico o musical entonces ya son palabras mayores. Muchos son los llamados, pero muy pocos los elegidos que sobreviven al paso del tiempo en su calidad de mito, intocables en su grandeza, y magnificados en sus miserias, porque muchas veces las miserias son las que hacen el mito, dotándolo de cierta aura operística que a los mitómanos nos hace empatizar todavía más si cabe con el personaje en cuestión. 

Si hay un mito estadounidense junto con Marilyn Monroe y James Dean, ese es Judy Garland, "Santa Judy" subida a los altares desde su fallecimiento, icono LGTBIQ+,  artista inmensa y de tortuosa vida. Soy fan irredento de Judy Garland, su directo del 23 abril de 1961 desde el Carnegie Hall, es para mi uno de los mejores discos de la historia, en el que si escuchamos con atención podemos calibrar a la perfección su entidad como artista, y su difícil vida, marcada a fuego en su garganta, donde las ásperas notas con las que ataca "Over The Rainbow" son por si solas un tratado sobre lo que significa una persona al límite, entregándose en cuerpo y alma a su público. Escuchar a Judy en ese disco desgarra el alma, y a la vez emociona hasta lo indecible, siendo posiblemente el mejor testimonio de lo que hizo de Judy lo que es, y lo que será siempre. Una vida caracterizada por los abusos, excesos e inseguridades, se encuentra incrustada en todo aquel que haya escuchado la magia que supo transmitir a los afortunados que la vieron en directo, y que por suerte podemos disfrutar como si estuviéramos allí. Judy fue un juguete roto desde su infancia, pagó un precio altísimo por la fama, y siempre fue utilizada por los que la rodeaban para sacar rédito económico y después dejarla en la estacada cuando más los necesitaba. 

Se ha presentado hoy en El Umbral De La Primavera "Judy, autopsia del arco iris", texto que se me había escapado en sus anteriores representaciones, y que no podía dejar de ver, esta vez con José Luis Mosquera como protagonista y dirección de Manu Berastegui, algo me decía que la cosa iba a estar a la altura, no me equivoqué en absoluto, ya que la velada ha sido de las que no se olvidan. 


"Judy, autopsia del arco iris", monólogo de Ozkar Galán, bucea en la vida de Judy Garland desde una perspectiva sorprendente, e interesante, en la que los que hablan son aquellos que rodearon a la Garland, y se empeñaron con todas sus fuerzas en ir poniendo clavos en la tapa de su ataúd sin la menor contemplación. Galán consigue que nos hagamos una composición mental perfecta de lo que fue la vida de Judy, y de como era su psicología, en un texto poético, cargado de simbología y de inteligente factura que no da nada masticado al espectador, que debe procesar lo que está viendo a medida que va avanzando la función. Nuestro autor consigue mostrarnos los momentos más importantes en la vida de la artista desde la perspectiva de su madre, Vincente Minelli, Louis B. Mayer, Mickey Roonie, etc. diciendo estos personajes tanto de la propia Judy como de ellos mismos, en un interesante juego teatral, cargado de magia, y de indudable fuerza escénica, rematando el texto con la trágica figura de la notable activista transgénero Marsha P. Johnson, una de las impulsoras de los sucesos de Stonewall, y en la que podemos encontrar ciertos paralelismos con Judy Garland. Partiendo de un planteamiento de metateatro en el que un actor, en este caso Mosquera, nos dice que él es Judy Garland, y que todo lo que vamos a ver es mentira, curiosa dicotomía la que se nos plantea ya que a un servidor todo lo que vio, le pareció que era verdad, muy verdad, Galán nos cuenta aquello que le interesa sobre la estrella de forma descarnada y sin edulcorar, dentro de un lenguaje duro y unas situaciones escénicas en algunos casos extremas y de brillante resolución literaria. Los personajes se encuentran muy bien perfilados, resultando especialmente interesante  la madre, tóxica y cruel, y sobre todo Totó, brechtiano a machamartillo, irreverente y tremendo en sus planteamiento. La obra se encuentra cargada de un humor muy negro, hiriente y sarcástico que nos congela la sonrisa cada dos por tres, y unas espléndidas analogías entre algunos personajes reales que se convierten en los protagonistas de una sorprendente y brillante revisión de "El Mago de Oz", en la que nuestro autor parece que obliga a Dorothy a desandar el camino de baldosas amarillas para encontrarse a si misma en el final y a la vez principio del mismo. "Judy, autopsia del arco iris" se perfila como un texto solídisimo, muy potente en lo dramático, así como un interesante trabajo de documentación sobre la vida de la diva, y de lo que la rodeaba, siendo el resultado redondo a todas luces y enormemente rico a todos los niveles.  José Luis Mosquera, protagonista absoluto del espectáculo ofrece una amplia gama interpretativa de espectacular resultado, en la que varias cosas son interesantes de analizar. Mosquera es un actor que siempre me gusta, lo he visto en varios musicales, resultando su trabajo habitualmente sólido, y de una excelente factura. En este auténtico "tour de force" que representa la función podemos hablar no de excelente factura sino de trabajo superlativo. Nuestro actor controla todo, desde la mirada con la que nos taladra cada dos por tres, hasta las dimensiones de la sala, que le viene de perlas para matizar el texto como quiere, jugando a placer con los susurros y los cambios de tono en la voz, con excelentes resultados. Nos encontramos ante un trabajo en el que se puede ver lo que conlleva conocer los diferente códigos interpretativos de forma milimétrica, pasando del gesto grande al pequeño en cuestión de segundos, y siempre con un planteamiento muy interiorizado y muy de verdad, consiguiendo impresionarnos con sus continuos cambios de registro y emocionales, donde todo fluye con una naturalidad cargada de empaque y muy emotiva en no pocos momentos. Resulta impactante ver como adopta sin pestañear las interpretaciones de Judy y sus compañeros en "El Mago de Oz", y su registro corporal resulta hipnótico con un interesante uso de las manos durante todo el espectáculo. Deslumbrante en los apartes con el público, rompiendo la cuarta pared sin problemas, afronta todos los papeles que hace en la función con gran valentía, alejado de prejuicios, y lo que es más importante con un respeto reverencial hacia la figura de Judy Garland, a la que mima en su composición hasta lo indecible. De rotunda presencia, Mosquera pisa firme el escenario y exprime el texto al máximo y a sus personajes, logrando una auténtica creación con todos y cada uno de ellos. Nuestro actor nos arrastra con él en su trabajo consiguiendo que no se escuche ni una mosca en la sala, completamente absorta en lo que nos está contando durante la hora y cuarto que dura el espectáculo. La interpretación de José Luis Mosquera se me antoja mayúscula, compleja y profundísima en su acabado, siendo su trabajo redondo y sin fisuras se mire por donde se mire.
 

Manu Berastegui al frente de "Judy, autopsia del arco iris", sirve una función elegante en su resolución, pulcra y muy bien movida, donde las acciones escénicas resultan imprescindibles en el desarrollo del espectáculo y muy definitorias de cada personaje. Partiendo de una concepción sobria, nos encontramos ante una serie de hallazgos muy interesantes que enriquecen composiciones actorales y texto. El uso de un solo detalle que define cada carácter resulta perfecto y más que suficiente para entender lo que estamos viendo, un collar de perlas, unos guantes, o unas simples gafas hablan por si solas sin necesidad de cargar las tintas en un texto lo suficientemente poderoso como para dejarse llevar por él. Los ritmos se encuentran muy bien perfilados, siendo el resultado el de un espectáculo ágil, de creciente intensidad, y en el que las escenas se encuentra perfectamente delimitadas y en su punto justo de sazón, dando el aire necesario a cada una. Cuando es menester tira de ironía, humor, desgarrador drama, y una logradísima intensidad en aquellos momentos en los que suceden las cosas más duras que se plantean en la función, con sabiduría teatral y control absoluto de todo lo que ocurre en escena. Entiendo que el trabajo entre Mosquera y Berastegui ha sido muy intenso y muy conjunto, ya que se ve que nuestro director deja hacer a su actor, ayudándolo en los vericuetos de los complejos planteamientos que se nos ofrecen, siendo resultado de ello una perfecta comunión entre los dos, gratificante y profunda a la vez. Berastegui realiza un gran trabajo, demostrando que conoce muy bien el material de base de la obra, ofreciendo una función muy bien explicada, y en la que se cuenta a la perfección todo aquello que se nos quiso contar con el texto, enriqueciéndolo y dotándolo de más entidad, si cabe, algo que dice mucho sobre su labor.


En resumen, "Judy, autopsia del arco iris", es teatro de alto voltaje a todos los niveles, y que merece un recorrido largo en nuestros escenarios, encontrándonos ante una propuesta sólida y de indudable interés, que impacta por su carga dramática, por la verdad que rezuma, e impecable factura. Se me antoja un imprescindible de esta temporada, mitos personales aparte. 

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