La política del PSOE de aliarse con cualquiera, incluso con extremistas, antidemócratas e independentistas, con tal de desplazar al PP del poder, es de una inconsciencia democrática brutal y una muestra palpable de que ese partido ha perdido toda referencia ética y democrática.
Por su parte, el inmovilismo y la cobardía del PP, incapaz de desprenderse de su esencia corrupta, de dialogar con sus adversarios y de aplicar la ley con rigor, como es su deber en democracia, está pudriendo los problemas de España y enquistando dramas que podrían haberse resuelto o enderezado con políticas rigurosas, imaginativas y activas.
La baja calidad de la enseñanza, el desempleo, el despilfarro, el endeudamiento suicida, la desprotección de los débiles, el hundimiento de los grandes valores, los impuestos elevados, la marginación de los ciudadanos, la corrupción generalizada y la injusticia reinante son problemas lo bastante graves para que los partidos políticos se unieran en busca de soluciones. Pero esos partidos demuestran, una y otra vez, que han perdido el alma, que desconocen la democracia y que se parecen mas a bandas en busca de la hegemonía y el poder que a instituciones democráticas al servicio del ciudadano y de la nación.
Cada día es mas evidente que la solución de España no está en ni en los partidos ni las urnas, sino en la ciudadanía, que tiene que forzar una regeneración profunda y un cambio de sistema, instaurando de una vez la verdadera democracia.
El problema es como se consigue ese gran objetivo. No hay otro camino que el de fomentar la ciudadanía y fortalecer la sociedad civil desplegando políticas ciudadanas al margen de la clase política, utilizando canales informativos libres y propios, boicoteando las urnas y los políticos, uniendo esfuerzos y levantando, frente a la clase política degradada, un frente cívico que exija dignidad y decencia y que cierre el paso a políticos y partidos que demuestran cada día que mas que herramientas de la democracia al servicio del ciudadano son los mayores obstáculos para que el país avance, se regenere y recupere su unidad, sus fines comunes como nación, su prosperidad, de prestigio, su decencia y sus valores.
En la España del presente, seguir confiando en los políticos, sobre todo en los que militan en los viejos partidos, esos que han demostrado mil veces su bajeza, ineptitud e insolvencia, es un verdadero suicidio.