Hace un par de días tocaba experimento. Comida nueva: puré de patatas con salchichas frescas al vino. Nada complicado ni demasiado extraño. Los padawanes se pusieron sus baberos –¡benditos baberos plastificados!–, se sentaron como dos personitas en miniatura, y empezaron a comer. Asombroso, todo controlado. Miedo me daba hacer ruido y romper la magia. Después de vigilarlos un rato me fui a la cocina, y al cabo de un un par de minutos, empiezo a escucharlos reirse. Primero un poco, y luego a carcajadas. Salgo a ver qué es lo que ocurre, imaginándome ya todo lleno de puré, las sillas por el suelo, y la comida chorreando por la pantalla de la tele o las cortinas. Y me los encuentro sentados en las sillitas, mirándose de frente, y dándose de comer el uno al otro. Y a cada tenedor con puré o salchicha que Luke o Leia metían en la boca del hermano, una nueva carcajada... Hasta que no pude evitar empezar a a reírme yo también.
Al final acabaron comiéndoselo todo, entre risas de los tres. Lástima no haber tenido reflejos para grabarlo en vídeo, y que los viera la Maestra Jedi. Fue uno de esos momentos que te reconcilian con "los terribles dos años", que también pueden ser geniales.
¡Que la Fuerza os acompañe!