Juegos de seducción: Barcelona

Por Arielcassan

Recuerdo haberla visto hace un tiempo en unas fotos. Fue en Facebook, creo, pero aún no la conocía personalmente.
En su momento me había parecido bonita. Se mostraba interesante. Pero que se yo, no le presté demasiada atención.
Será también que… bueno, yo andaba pensando en otra en esa época, jeje.

Hace poco unos amigos que la conocían me la quisieron presentar.
Dale. Hablá y arreglá algo con ella. Aprovechá y encuéntrense un día de estos. Ya vas a ver. Te va a gustar“, me dijeron.


Yo sabía que ella estaba viviendo acá en España. Igual que yo.
Me decidí a darle una chance. “Tranqui. A ver que pasa“, pensé.

La busqué por Internet y unos días después ya habíamos coordinado una cita.
Mis amigos me habían dicho que a ella le gustaban los chicos como yo. No sé bien a que se referían. Lo cierto es que comentaron que pedirle de vernos me iba a resultar fácil, así que no me sorprendió que acceda tan rápido a encontrarnos.

La invité a juntarnos la siguiente semana y no sólo aceptó, sino que además se ofreció a hospedarme. Quizás suene un poco apresurado, lo sé.
Sin embargo en ese momento lo pensé y me pareció bien. Podíamos pasar unos días juntos. Seguro sería divertido.
Le dije que sólo tres o cuatro, porque con esto del viaje yo ya tenía planes de irme a otro lado después. Lo de siempre.


Pero claro. Ahora lo entiendo muy bien. Fue mi error. Lo sé.

Mujeres. Actué como si no supiese nada sobre ellas. La menosprecié, y como a cualquier mujer, eso no le gustó nada.
¿Tres o cuatro días solamente? ¿Quién se piensa que soy? ¿Una cualquiera?“, supongo que habrá pensado.

Herida en lo profundo de sus sentimientos, preparó su estrategia de la forma más astuta, más artera.
Estaba dispuesta a seducirme, a conquistarme. Le sobraban herramientas para hacerlo, pero yo todavía no lo sabía.
Ahora que lo pienso, jeje, qué ingenuo fui.

Finalmente nos encontramos. Fue un lunes a la mañana, creo.
Se había preparado muy linda, aunque bastante tapada para el día de calor que hacía.
Me gustó, no lo voy a negar, pero igualmente no me atrajo demasiado.

Caminamos un rato juntos, mirando a la gente pasar, pero sin siquiera tomarnos de la mano.


Charla va, charla viene, me vió sacar la cámara de fotos y al rato me pidió que me saque algunas con ella también. No sé, de recuerdo supongo.

Yo estaba medio en otra, no me acuerdo bien porqué. Accedí desganado. Pero no le estaba dando mucha bola.

Y sí. Claro que se dió cuenta. Mujeres como éstas intuyen rápido este tipo de cosas. Estoy seguro que eso fue el último golpe bajo que motivó lo que vendría a continuación…


Notoria y justificadamente con cara de enfado me dijo que vayamos hacia la costa, aprovechando que el día estaba lindo. A mi me daba prácticamente igual, así que no me negué, pero ella sabía muy bien porqué me había dicho eso. Su hábil estrategia de mujer dolida estaba ya en marcha.

Bajamos por una peatonal bien turística que salía al mar. Llena de puestitos, artistas y mercaditos. Muy pintoresca.
La volví a mirar. Se había descubierto un poco y algo en mi cambió. No se qué, pero la miré con otros ojos.

Cuadra tras cuadra, la miraba de reojo en las esquinas y cada vez me gustaba más. El perfecto modo en que aplicaba sus técnicas seductoras parecían ser flechazos directamente hacia mi sensibilidad.
La balanza estaba inclinándose cada vez más rápido…


Se destapó totalmente al llegar a la costa.
Si, así como se los digo. ¡Totalmente!
Mis ojos no estaban preparados para tanta belleza de golpe. Mis defensas fueron vencidas en sólo un momento.

Sentí un calor subiéndome por el cuerpo. Un cosquilleo, un no se qué, las famosas mariposas en el estómago.
El amor, esa indefinible y divina sensación, había llegado violentamente a mi como pocas veces, prácticamente a primera vista.

Su estrategia había funcionado a la perfección. Me tenía enamorado como tonto. Como esos lindos amores adolescentes que uno nunca olvida.



Nos vimos todos los días que teníamos juntos, pero la situación había cambiado. Los roles habían cambiado.
Ella controlaba todo, yo la perseguía por cada lugar al que ibamos. Mi adicción era total.

A los cuatro días llegó el momento de separarnos, pero sabía que era momentáneo. Tenía que serlo. Estaba obsesionado con conocerla más. Tras el fin de semana afuera, volvería para verla y estar los dos nuevamente. No me había alcanzado el poco tiempo que pasamos juntos.

Hoy día pienso que para ella quizás fue todo un juego. Un juego que ya jugó con tantos otros antes y que se notaba, sabía jugar a la perfección. Lo peor, sé que no seré el último y volverá a hacerle a otros lo mismo que me hizo a mi.

Atraída por mi inicial indeferencia, supo cuando usar sus mejores cartas y cambiar el resultado a su favor.

En parte siento que estuvimos seduciéndonos mutuamente. Girando en círculos alrededor del otro desde el comienzo.

Saben a que me refiero, ¿no? Llamémosle… un juego de seducción.


Ah, discúlpenme. Qué poco educado. Me olvidé de decirles su nombre y presentarla públicamente. Y sinceramente, no quiero que se enfade de nuevo si lee esto.

Como les dije, vive en España y se hace llamar: ¡Barcelona!

Playa de la Barceloneta


Arco del Triunfo - Versión Barcelona


Callejuelas del Barrio Gotic


Barcelona al atardecer


Fachada de la Pasión - Sagrada Familia


Fuente en el Passeig de Gracia


Chicos enamorados en la costa de Barcelona


Arte en el Barrio Born

Así es, la ciudad de Barcelona me fascinó, me encantó, me envolvió en sus callejuelas llenas de secretos, en sus antiguos barrios góticos plagados de historia y misterios.

Venía de un larguísimo viaje desde Andalucía y en mis primeras horas allí estaba aún medio boleado. Pero apenas bajé su famosa Rambla, la peatonal de la que les conté, me encontré con su costa y me enloqueció. Tras ese momento todo fue en crescendo, cada vez me gustó más.

Se me ocurrieron varias músicas para animar el final de este post, pero combinando perfectamente con la ciudad, les recomiendo que lo lean escuchando ésta adictiva canción:

Giulia y los Tellarini – Barcelona.

Como les decía, una ciudad que tiene de todo. Para todos los gustos.

¿Historia? Si, más de 2000 años.
¿Arquitectura? Antonio Gaudí, por si les parece poco y sólo por nombrar uno.
¿Playas? Hermosas y dando al azulado Mediterráneo.
¿Gente? Bueno, los catalanes pueden parecer algo soberbios, pero me he cruzado con mucha gente genial y muy abierta.
¿Cultura? Una región autónoma, con su propias costumbres y hasta su idioma.
¿Política? Fuerte, principalmente con los deseos independentistas de Catalunya.
¿Fútbol? Indiscutible. Con el mejor equipo de la actualidad.

¿Qué más? ¿Arte, atracciones, lindas vistas, eventos, museos? Si, si, si. Todo eso, y más también.

Ya haré otro post sobre los días en la hermosa y cautivante Barcelona, la ciudad que me sedujo, que me enamoró. Días que se fueron estirando hasta convertirse en casi dos semanas, y tuve que irme usando toda mi fuerza de voluntad, como quién pelea contra una adicción.

Por ahora, sólo les dejo algunas fotos más para que la disfruten un poco ustedes también.

Farolas de Gaudi en la Plaza Real


Artistas callejeros en la Rambla


Relojes de Dalí - Souvenirs


Mercado de la boquería


Construcciones del fantástico Parc Güell


Callecitas del Barrio Gotic


Arte en todos lados


Techo colorido del Mercado de Santa Caterina


Un ídolo argento en tierras catalanas


Proyección de la estatua de un conde catalán


Fachada del Nacimiento por la noche - Sagrada Familia

Si quieren conocer más motivos por los cuáles uno se enamora de la ciudad, les recomiendo el siguiente post de una gran viajera y bloggera de las pampas:
Aniko Villalba y su Carcelona.

¡Saludos a todos!