El panorama actual no es el mejor: sigue el descontento social en Brasil y este país albergará la Copa del Mundo de la FIFA a partir de junio, con grupos ciudadanos de protesta y otros globalofóbicos que han visto estas manifestaciones contra la alza del transporte público y el encarecimiento de la vida en su país, además de las deficiencias en educación y salud, como una buena plataforma para protestar contra los grandes y poderosos entes que representan al sistema actual: FIFA, Coca Cola y cualquier patrocinador oficial del torneo futbolístico que se les pueda venir a la mente, además del Comité Olímpico Internacional.
Pero ahí no terminará todo. Después de que se juegue la gran final del Mundial en el Estadio Maracaná de Rio de Janeiro, los problemas en Brasil no habrán terminado, sino todo lo contrario. Cuando la población vuelva a sacar sus cuentas de lo caro que le salió ver a la ‘Verdeamarelha’ en territorio propio, faltarán otros dos tortuosos años más para la llegada de otro mega evento: los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
Brasil no es la tierra prometida que muchos nos habían presumido y vendido (me queda muy claro en la memoria el discurso del entonces candidato a la presidencia de México, Gabriel Quadri, quien aseguraba que debíamos copiar el modelo brasileño, principalmente para tener el mismo “éxito” de Petrobras), y en unos años eso se verá reflejado de manera aún más clara que en la actualidad. El hecho de endeudarse con la organización de los dos máximos eventos deportivos del planeta simplemente podría ser la gota que derrame el vaso.
Si hoy vemos que las sedes para la Copa del Mundo de la FIFA tienen problemas para cumplir con lo mínimo requerido para la organización de este tipo de eventos (ya ni siquiera hablemos de que terminen los estadios, sino de los aeropuertos y otra infraestructura, que no estaba, no está y no estará lista para el Mundial), ¿qué podremos esperar de Rio de Janeiro para dentro de dos años, y de la situación en que se encontrará la población local?
Los ciudadanos unidos, el “Bloque Negro”, o incluso extranjeros que viajen a Brasil para apoyar en las protestas durante la Copa del Mundo y el lapso de dos años entre la competencia futbolística y los Juegos Olímpicos de Rio 2016, podría ser lo que hay que esperar ver cada vez más seguido en los medios.
Dos años son demasiados, tal vez más de lo que el gobierno y los ciudadanos brasileños puedan y quieran soportar.