Eva –como yo había decidido llamarla, por ser la primera mujer en mi corazón- no solo era preciosa más allá de lo imaginable, con su piel nívea y sus largos cabellos completamente blancos, sino que sus ojos penetraban mi alma con cuatro irises y sus respectivas pupilas cada uno, todas ellas tan azules como el más profundo océano que me esperaba de vuelta en la lejanía de la tierra. La primera noche creí que había perdido la cabeza cuando sentí su mirada clavada en mi pecho, parecía poder ver a través de mi con esos ojos multifocales que lejos de parecerme monstruosos solo acentuaban su peculiar elegancia. Me había enamorado de ellos, y de cómo el color se hacía solo presente en el más delicado de sus rasgos, mientras que todo el resto de ella parecía hecho de delicadas transparencias. Comenzamos a vernos cada noche, cuando ya no había nadie más que yo despierto en aquella porción de la tierra flotante en el universo. Eva se acercaba a mi ventana y pegaba las manos al vidrio; nos mirábamos por horas. Yo le decía que era la mujer más linda del universo, y sabía que comprendía, porque algunas veces esbozaba una tímida sonrisa con sus pálidos labios que me hacía sentir más ligero que la gravedad cero. A veces se dormía, y yo observaba su cabello brillante flotar a su alrededor. Ninguna estrella brillaba tanto como ella.
Así pasaban nuestras silenciosas noches que un día me decidí a acercarme. Puse mi mano en el lado opuesto del vidrio, justo donde estaba la de ella, y pude sentir un frío gélido recorriendo mis huesos. Me aparté rápidamente, solo para notar que había una pequeña grieta allí donde nuestros índices habían hecho contacto. Inmediatamente, Eva rompió a llorar. Lágrimas negras como el petróleo caían de sus ojos sin que nadie opusiera resistencia, y le marcaban las mejillas como ríos contaminados de odio. Lo más aterrorizante de todo, es que mientras lloraba, sus ocho pupilas me miraban fijo, y yo no era capaz de apartar la mirada. Una especie de zumbido apareció al interior de mis oídos, como si cientos de abejas se hubiesen metido dentro, y antes de darme cuenta, lágrimas heladas caían también por mis mejillas sin que yo pudiera hacer nada para detenerlas. Eva había desaparecido.Tardé otras doce horas en despertar, y para cuando lo hice, estaba rodeado de pequeñas gotas de agua que flotaban a mi alrededor. Lágrimas, comprendí, y toqué mi rostro solo para confirmar que de mis ojos seguía fluyendo líquido.
-Por fin despiertas –me dijo uno de mis compañeros cuando me hube presentado en la sala de mandos-, estábamos preocupados por ti, ¿qué tienes en los ojos?-Una infección –me arriesgué a decir, aunque temía que no fuera la verdad-. Hoy me toca revisar los paneles exteriores, ¿no es cierto?-¿Crees que puedas hacerlo? Ya sabes, lagrimeando así…-Es sólo un poco de agua –bromeé secamente-, para eso está el entrenamiento carísimo de la NASA.-Ese es mi hombre.
La verdad es que no sabía si podría trabajar si seguía llorando de ese modo, y el brazo que había apoyado en la ventana la noche anterior estaba tan helado que me costaba moverlo, pero no soportaba la idea de estar encerrado por más tiempo, así que me puse mi traje espacial y salí por la compuerta. Una de las razones por las que quise venir al espacio es porque jamás nadie te molesta; estás solo la mayoría del tiempo, con el único sonido del radio en tus oídos y rodeado de estrellas y basura espacial. Además, todo parece tan pequeño y ajeno, como si no fueses parte del mundo. En ese momento no lograba apreciar nada de eso, mis ojos seguían largando agua y el zumbido en mi cabeza era peor que la interferencia del radio, intentaba con todas mis fuerzas aferrarme a la nave pero sentía como mis dedos perdían fuerza y como alguien me tiraba hacia atrás, unas manos delicadas pero fuertes. Entonces los vi, un par de ojos con cuatro irises cada uno reflejados en la parte interior de mi casco de oxígeno. Cuando me di la vuelta, ya no había nadie. Esto siguió así por cinco días. El zumbido de mi cabeza iba de mal en peor, y mi brazo estaba morado en varios lugares, además de que estaban apareciendo moretones en los lugares donde sentía presión cuando estaba fuera arreglando los paneles. ¿Cómo podía ser posible siquiera sentir algo con lo gruesos que son los trajes espaciales? De noche el ruido blanco de mi cerebro no me dejaba dormir, y aunque de día las lágrimas se habían detenido, de noche volvían a caer, ahora de un deprimente color azabache que quemaba como ácido cuando entraban en contacto con mi piel.
La sexta noche pude oír un arañazo en la ventana junto a la que dormía, y para mi espanto ahí estaba Eva otra vez, cubierta en negras lágrimas secas y ojos hinchados de tanto llorar. Otra vez apoyó sus manos en el vidrio, sonriendo apenada. Fue como si mis manos se moviesen solas, las levanté y lentamente las puse junto a las de ella en la ventana, y esta vez nada ocurrió. Eva sonrió con más ganas, y yo hice puños mis manos, como queriendo tomar las de ella. Sus irises azules brillaron de entendimiento y su rostro se limpió de los restos de lágrimas que la atormentaban, entonces yo también sonreí, porque sabía exactamente lo que tenía que hacer. Conseguí llegar al lugar donde guardábamos los trajes sin despertar a nadie y me alisté más rápido de lo que jamás lo había hecho, teniendo cuidado de sellar bien todos los lugares por los cuales pudiera escaparse el oxígeno y abrí la compuerta. Eva estaba allí, sus senos firmes y pálidos al descubierto, esperándome con los brazos extendidos. Me acerqué flotando hasta ella y nos abrazamos suspendidos entre las estrellas en un gesto helado que resultó de alguna manera el más reconfortante de mi vida. Cuando nos separamos, pude ver sus hermosos ojos azules sin nada que se interpusiera entre nosotros y supe que quería besarla. No sabía en qué estaba pensando, no, sí lo sabía; podía encontrar vida en su boca, respirar desde allí, no necesitaba el tanque de oxígeno. Ella era mucho más que eso. Comenzó a quitarme el casco sin que yo dijera nada, y la nada del universo invadió mis pulmones, asfixiándome al instante. Pero sus labios me besaron antes que la muerte, y con un sabor dulce me devolvieron el aliento y supe que no debía temer a dejar de respirar jamás. Podía vivir de sus besos. De su lengua áspera. De sus trucos salvajes.Después de que mi lengua recorriera su boca de dientes afilados y nuestras lenguas se exploraran la una a la otra, Eva entrelazó sus dedos con los míos y fijó sus pupilas en las mías. Yo hice lo propio, expectante.-Bésame –pedí, cuando volvía a llenarme de nada.En vez de eso Eva se quedó observándome, y mientras mi piel se volvía azul, el azul de sus ojos se volvía negro. Más negro que el negro abandonado del cielo, era un negro vacío, un negro muerto. Comencé a asustarme otra vez, estaba a punto de desmayarme por la falta de aire cuando sentí sus labios otra vez sobre los míos, y luego un fuerte dolor en ambos lados de la cara.Lo último que vi antes de que todo se volviera negro fue su rostro teñido de sangre, mi sangre, y sus ojos inyectados del vacío del espacio. Habían ganado un iris más, llevándose lo último de humano que quedaba en mí.
Ya sé que tiene mucha droga dentro y todo eso, but i kinda like it. ¿Qué piensan?Un beso <3