Introducción
Hace exactamente hace cinco años escribí esta pequeña historia, con motivo de poder recibir dirección sobre cómo enfocar mi talento de quien hasta ahora, considero como uno de los profesores que más influyó no solo en el desarrollo de mis habilidades, sino en como deseaba dirigir mi vida. Es la tercera vez que lo edito. El primer trabajo, pese a que tenía mucho de lo que deseaba reflejar con tan corta narrativa, se podría decir que tenía bordes rugosos y poco finos. Como una piedra rústica, recogida del camino.
Luego de las correcciones, de mi querido profesor Héctor Torrealba, considere que estaba culminado. Que alcanzo lo mejor de lo que yo era capaz de redactar, aun así, una vez se me entregó la tarea de hacer una redacción para un trabajo universitario, considere determinadamente si deseaba realizar una nueva obra o utilizar alguna de las que había hecho con anterioridad. Al ir buscando entre mis documentos, encuentro esta historia. Mi mente se ilumino como cambia la noche con la llegada del día.
Producto de que soy alguien bastante sentimental, considere adecuado que el primer trabajo que me dedique a hacer de una manera más profesional, fuera el que usaba en este momento tan especial. Lo leí de nuevo, y admito me reí por la inocencia de creer, al menos entonces, que este trabajo estaba culminado. En mi mente, el arte no es un concepto estático. Es cambiante, fluye y se desenvuelve en el entorno donde se libera. Por eso, con mucho entusiasmo me tome la tarea de reescribir esta historia una vez más.
Lo que fui hace cinco años atrás, lo que era cuando descubrí mi propio talento y lo que soy ahora, tras haber dado uso de mi habilidad además de la obtención de distintas experiencias. “Juez, Jurado y Verdugo” retrata lo que tras tanto tiempo me revelo mi verdadera pasión. La enseñanza…
Juez. Jurado y Verdugo.
Me dolía la cabeza, el tiempo había pasado fugazmente, apenas recordaba cuanto dure inconsciente, me encontraba maniatado a una silla metálica, además de notar que mis piernas vivían una situación idéntica a la de mis manos, la lucha parecía ser inútil, estaba atrapado. La cabeza me daba vueltas como un trompo y la brillante luz me molestaba, requería de todo mi esfuerzo el solo mantenerme despierto. No fue el eco de esa molesta gotera, chocando sobre el concreto aquello que me despertó y mucho menos la helada sensación de frio que atravesaba mi cuerpo, explorando lo mas profundo de mis huesos acompañada de una sensación de que todo estaba por empeorar.
Fue ese tibio líquido que viajaba desde lo más alto del parpado hasta mi barbilla formando una delgada gota. Era sangre. Mi sangre hacia mucho que no la veía pero ¿Como termine aquí? Se trataba de un cuarto oscuro, apenas y podía reconocer la suciedad de las paredes, llenas de mugre o barro, el suelo era duro y tosco, como pocos edificios lo poseían, carente de detalles o elaborados diseños, fui capaz de deducir mi ubicación. Era, con certeza, un sótano, solo escapaba el detalle de quien deseaba traerme a un lugar tan despreciable. Un recuerdo permanecía en mi mente, de tan solo unos instantes, el rostro de un extraño que me ataco mientras intentaba abrir la puerta de mi departamento ¿Qué quería de mí?
No pude terminar mi pequeño monologo cuando fui interrumpido, el aire siendo rasgado por la velocidad de un objeto solo me distrajo al culminar con un retumbar visceral. Ni si quiera mi padre, incluso borracho, me golpeo así de fuerte, mis pómulos se desgarraron como si de un fino papel se tratara y una vez mas el liquido vital comenzó a correr cubriendo los hematomas de mi rostro. ¿No podríamos hacerlo por las buenas? Levante mi cuello con algo de dificultad tratando de imaginarme a mi captor como un hombre motivado por el dinero, un secuestrador.
Con mi voz tosca, desgastada por la sed y acompañada de un gran agotamiento físico, mi lengua no había ni si quiera coordinado algún movimiento o palabra cuando recibí otro puñetazo, no soy capaz de decir si fue peor que el anterior pero el eco del impacto retumbo en mi cabeza, intente calmarme comenzado por escupir algunos dientes junto con la sangre de mi boca.
No necesitaba ser un genio, estaba acabado, rehén de un cavernícola con pocos deseos de conversar.
– Espero lo entiendas. No me has conocido. No me conoces y no me conocerás. ¿Ya tengo tu atención? –
Esa fue la voz más tenebrosa que escuche en toda mi vida. Nada especial, tan solo era una voz grave como la de cualquier hombre mayor de 25 años. La curiosidad me venció, intente mirarlo directo a la cara y su respuesta fue otro golpe dirigido a mi abdomen. Los labios rotos, frente rasgada y el rostro sangrante eran la prueba viva de la robustez de sus puños, aunque no me explicaría lo que seguiría, comencé a toser sangre como loco el extraño saco un pedazo de tela suave, aquel olor era singular, lo recuerdo con exactitud por ser un tipo de líquido desinfectante. Aunque era más acorde para un bar que para un botiquín. ¿Por qué me estaba moliendo a golpes si limpiaría mis heridas?
– Lamento eso, me he excedido, permíteme limpiarte. –
Una sonrisa se dibujo en mi cara. A pesar de toda la violencia, mostro una cordialidad y una amabilidad extraña para personas de la actualidad, el ardor no me pareció importante es el precio de sangrar, quien no espera sufrir dolor mientras sus heridas sanan es un tonto de verdad.
– ¿Acaso no eras tú el tipo que me estaba pulverizando con esos besos irlandeses? –
Pregunte esto bordeando la timidez y el sarcasmo, si lo hacía molestar creo no dudaría en terminar de romper lo que me quedaba de cara, por eso fui con cautela y suavidad, intentando llegar con sentido del humor o empatía evitando desconcertarlo. Su respuesta me dejo sin habla.
– Me equivoque por la ira, no debes golpear en la cabeza porque aturdes a las victimas, lo mas seguro es que tengas una contusión o una hemorragia en algún lado, por eso toses sangre y sientes problemas para respirar. No te preocupes, ibas a morir en este sucio agujero de todas formas. –
¿Morir? Basto que esas palabras salieran de su boca para detonar mi instinto de supervivencia. Comencé a moverme, frenético y desesperado, tratando de escapar de lo que lucía como mi obvio destino. No podía morir. No quería morir. No debo dejar a mi esposa sola, a mi amada. Apenas nos acabamos de casar ¿Quién era este sujeto? Grite como loco esperando que alguien me escuchara y fuera capaz de sacarme de este tormento, siempre dude de la existencia de ese hombre de barba blanca y túnica brillante, pero en este momento invoque su nombre esperando que alguien fuera capaz de auxiliarme.
Inútil, casi tanto como mis gritos acentuados por la hipócrita risa de mi secuestrador. Que después de escuchar mis suplicas tan “patéticas” tomo el pañuelo que uso al limpiar mis heridas aun lleno de sangre lo introdujo por completo en mi boca para amordazarme. Ese sabor cobre proveniente de la sangre mezclado con el de algún licor algo inflamable, quizás whisky, mi compañero fiel, eran como un simple recordatorio de que nada me podría salvar de esto.
Su bofetada me devolvió a la realidad y por si fuera poco tomo mi cabello para obligarme a ver la foto, era una imagen sacada de algún periódico esta era de un hombre de unos 37 años con el cabello castaño, y algunas canas blancas como la nieve. Lo peor del caso es que ese hombre se encontraba muerto en el piso probablemente baleado.
– ¿Lo recuerdas? Míralo bien, míralo bien desgraciado. –
Todo tomaba un tono de claridad, gracias a un recuerdo que llego a mi mente, ese hombre fue un testigo que iría a la corte. Acepte un pago para revelar su nombre, garantizando que el juicio fuera a favor de otros dos criminales. Este tipo… este tipo conocía de verdad quien era. Sabia de mis conexiones con los criminales pero ¿Qué quería de mí? ¿Era de una banda rival? ¿Dinero? Me mostro otro recorte de algún periódico en este se anunciaba la muerte de un grupo de hombres que viajaban en un automóvil. El fiscal que participaría en un juicio, al que yo reemplace tras su muerte. Exhibió otros recortes, aunque ya no podía… mis ojos se cerraron por completo, ocultándome lo poco que ya podía ver debido a las heridas.
– Al parecer eres el tipo al que buscaba, Frank Noir ¿Cierto? Eres uno de los abogados más cotizados y mejor pagados ¿O me equivoco? Escuche que tienes otro juicio cerca. Por cierto, felicidades por tu matrimonio escogiste una hermosa mujer ¿Qué crees que pensaría si ve estas fotos? ¿O si le cuento de como pagaste su anillo? Aun me quedan varias que mostrarte. –
Trate de hablar pero la mordaza me lo impidió, aquel monstruo me quito el pañuelo para arrojarlo en el suelo prosiguiendo a tomarme por la garganta y a mirarlo a los ojos… Que ojos tan muertos…
– Tengo un negocio para ti participaras en un juego, si triunfas te dejare libre y si no lo haces morirás ¿Perfecto? –
– Alto… Te daré lo que quieras… –
Intente negociar con él, no pareció importarle. Sacaba un revólver plateado, brillante como una estrella en medio de la noche y después de eso, me mostro el tambor, el lugar donde las balas se colocan. Una sola bala era el saludo a una inminente conclusión. Me di cuenta a donde iba todo esto. La infame ruleta rusa. Giro el tambor con destreza, cerrándolo con un movimiento de muñeca. Con el arma cargada me apunto, ahí supe que era el fin, cerré mis ojos y espere que todo acabara. Mi vida parecía desenvolverse ante mis ojos como un rollo de película.
Dicha locura fue interrumpida por el sonido del martillo chocando y fallando la bala… Era mi salvación, al abrir mis ojos, temeroso y temblando, el cañón del arma seguía a en la misma posición. Justo frente a mi cara y de nuevo escuche ese sonido, de nuevo acompañado con una risa algo maniaca. Parecía disfrutar por mi sufrimiento. Seria lo ultimo que toleraría, me desquicie por completo… ¡Al menos pensé que sería un solo intento!
– ¿Qué diablos te sucede maldito desgraciado? ¿Ah? ¿Encuentras esto divertido? ¿Sabes que mis amigos te mataran? ¡Soy un tipo importante! ¡Pagaras por esto! ¡Porque no te disparas a ti mismo! ¿No tienes las pelotas? –
No era capaz de controlar mi lengua y esta vociferaba un montón de cosas inentendibles, el miedo estaba dominándome, pero la sorpresa fue mayor al ver como llevo el revólver justo en su cabeza y presiono el gatillo, dos veces continuas. Termine de aterrarme, no vi ningún titubeo o miedo ni siquiera alguna emoción que mostrara que ese tipo estaba vivo. Solo esa sonrisa… esa maldita sonrisa que me sacaba de mis casillas aun cuando se trataba de su vida no la tomaba en serio… Era un demonio enviado a llevarme a las tinieblas. No quería aceptarlo, pero este era el fin, de mi vida y lo demás. La moneda que me pagaría el destino. Las lagrimas comenzaron a correr en mi rostro, ya no podía aguantarlo este era mi punto de quiebre…
– Por amor de Dios, no me mates te lo pido, por mi esposa, por la familia que formare, por lo que más quieras, perdóname… Cambiaré mi vida. Atestiguaré contra ellos. ¡Por favor! –
– Si crees en Dios y en su amor. Cuando te envié con él, pídele disculpas personalmente… –
Luego de esas palabras. Solo sentí el disparo en mi pecho. La vida se me escapaba del pecho con mucha lentitud pero sabía que aun no acababa esto. De querer matarme con facilidad pudo dispararme en la cara y acabar todo. Tosía más sangre, mi cabello cubría mi cara, ella siempre lo había amado largo, solo podía mirar el techo cuando comenzó a bañarme en combustible. La luz de la habitación comenzó a recordármela, pensar que nunca más volvería a ver su rostro, pensar en lo triste que estará al enterarse de mi muerte… Debí decirle todo en primer lugar.
Odiaba a este sujeto tanto como a mí mismo. La manifestación directa de mis crímenes, la respuesta a todo el mal que hice, toda reacción requiere una respuesta de igual magnitud. Al bajar mi cabeza lo vi por ultima vez, a mi asesino, quizás mi redentor, todo acaba con el sonido de un encendedor y el golpe del mismo contra mi piel. Comencé a arder, el dolor era agonizante mis gritos desgarradores no serían oídos, este era el fin. Era mi juez. Era mi jurado. Era mi verdugo.