Jugando a ser Dios

Por Sandra @sandraferrerv
Para terminar la semana os invito a que leáis la última entrada del blog Tenemos Tetas de Ileana, uno de los blogs que desde el principio me ha parecido lo mejor de lo mejor. Aun estoy con la expresión de alucinada cada vez que leo lo que nos escribió. Parece ser que un grupo de científicos chinos han conseguido, mediante una mutación genética, que sus vacas produzcan leche con las mismas características de la leche materna. Podéis ver el artículo entero linkado en su blog. Si llega a publicar esto el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, me hubiera reído a mandíbula batiente y hubiera pensado mira qué graciosa. Pero de gracia no tiene ni pizca.
No estoy en contra de los avances científicos ni a favor de la quema en la hoguera de personas con buenas ideas para que la humanidad evolucione. Pero esto raya la perversión. Sinceramente, me quedo con la leche artificial, antes que pensar que una vaca fabrique la misma leche que yo.
No soy científica (de hecho la ciencia se me daba fatal en el instituto) pero no creo que este tipo de ciencia sea la que necesita el ser humano. Además, según los expertos, la leche materna varía en su composición según el bebé y según come el bebé. Cito al doctor Carlos González: No sólo la cantidad de leche producida, sino también su composición, depende de la forma en que mama el bebé. El niño controla el pecho para obtener el tipo de leche que necesita en cada momento. Repito, no soy científica, pero no sé como se puede controlar eso genéticamente.
No voy a decir nada más. Bueno sí. Es curioso que siempre he sentido mucho rechazo por la lactancia materna en mi sociedad más cercana. Es curioso que los productores de leche artificial se las ingenian para publicitar y promocionar la leche maternizada necesaria para los primeros meses de vida de un bebé cuando está prohibido por la ley. Es curioso que de golpe haya muchas madres que padecen hipogalactia, es decir, escasez de leche. Cito de nuevo al doctor González: Lo que no puede ser es que haya tantas mujeres sin leche como algunos piesan. [...] De ser cierto, estaríamos ante la más terrible epidemia que ha vivido la humanidad
Que cada cual saque su propia reflexión.
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Las dos citas del doctor Carlos González corresponden a su libro Un regalo para toda la vida