Jugando en familia

Por 1maternidad_diferente

Jugar en familia siempre me ha parecido una actividad importante y, sobre todo, una extensión de lo que hoy en día se conoce como "crianza natural", "crianza con apego" o "attachment parenting", términos muy monos todos ellos para resumir una corriente que prima el conocimiento de las necesidades de los niños desde su nacimiento y la atención a las mismas para garantizar un desarrollo óptimo de nuestros hijos como seres humanos felices en todos los sentidos.

Los niños tienen necesidad de jugar, pero también de comunicar y compartir su juego y sus descubrimientos. Y para ello necesitan otras personas con las que relacionarse, que pueden ser otros niños o adultos. El papel de los padres es importante a la hora de apoyar al niño y estar disponible para responder a sus demandas de ayuda o participación durante el juego.

Presencia activa
Durante el juego con nuestros hijos tenemos que estar disponibles y con los cinco sentidos puestos en los que estamos haciendo y el hecho de "jugar" con ellos no debe hacernos creer que disponemos de tiempo para planificar la compra semanal o repasar mentalmente los puntos de la reunión de mañana. Muy al contrario, jugar en familia supone participar con y alentar a nuestros hijos, poniendo los cinco sentidos en la labor para respetar las directrices y transmitirles los valores en los que queremos basar nuestra educación.

Eso es una de las primeras ideas que transmitió Alicia Ponce, psicóloga infantil, especializada en atención temprana y psicomotricidad educativa, reeducativa y terapéutica, en los talleres de juego en familia que se realizan cada lunes en Oh! la luna. Alicia es una persona y una madre maravillosa que nos propone cada día una actividad diferente que no solo nos permite mirar con nuevos ojos a nuestros hijos y maravillarnos con su evolución, sino que también nos abre nuevas dimensiones para relacionarnos con los pequeños e incluir de una manera natural y sencilla sus necesidades en las rutinas del hogar.

Actividades sugerentes
Un buen ejemplo de ello fue la actividad "Ponemos la mesa" de hace unas pocas semanas, en la que los pequeños fabricaron su propio mantel para llevarse a casa y contribuir con su trabajo y de manera divertida a una tarea tan cotidiana como preparar la mesa para cualquier comida familiar. O también su propuesta sobre el sueño, una divertida tarde preparando un móvil con pintura fosforescente en la oscuridad para ayudar a padres e hijos a elaborar procesos a veces complicados como la autorregulación del sueño, las pesadillas o los despertares nocturnos.

Pero hoy os quiero hablar de la actividad del último lunes, en la que Alicia nos trajo a Oh! la luna la maravillosa "arena lunar", una mezcla de harina y aceite que permite a los pequeños fabricar una masa moldeable, suave al tacto, fresca, asequible y sencilla que ofrece horas y horas de experimentación y descubrimiento.

Fue una actividad muy motivadora y divertida, en la que los más pequeños disfrutaron de lo lindo cogiendo, llenando, transvasando, moldeando, lanzando, saltando, riendo... Pero no debemos olvidar que la experimentación que inspiró todo el juego es la base de la construcción de las habilidades que todos necesitamos para desarrollarnos como seres humanos en relación con nuestro entorno.

Experimentación y crecimiento
En concreto y con respecto a esta actividad, Alicia nos comentó que, gracias a ella, los niños:

  • exploran los objetos,
  • conocen sus cualidades de temperatura,
  • ejercitan la psicomotricidad fina y
  • la elección de los objetos según los deseos,
  • comparten el espacio de exploración con otros niños y niñas, lo que les lleva a conocer que fuera de sí hay otras personas con deseos y necesidades diferentes e independientes de las suyas,
  • aprenden cantidades y los pesos,
  • dejan la huella de los objetos o la suya propia,
  • exploran su capacidad lingüística mientras narran lo que están haciendo/descubriendo,
  • integran los sentidos,
  • en el marco de esta actividad donde se esconden o entierran los objetos dentro de la arena, los niños y niñas que ya poseen la permanencia del objeto, son capaces de con sus manos y su vista ir en busca del objeto que saben que no ha dejado de existir por el hecho de que ya no lo vean,
  • se relajan y centran la atención en la actividad concreta que están realizando...

La importancia del tacto

El sentido que se usa y potencia principalmente con esta actividad es el del tacto, uno de los más ignorados frecuentemente, pero quizás uno de los más relacionados con la afectividad y con la dimensión social del ser humano. Además, el tacto es un sentido fundamental para la protección, tal y como recordó Alicia Ponce, ya que nos permite conocer y responder a estímulos potencialmente nocivos y nos permite distinguir y discriminar las características temporales y espaciales de los estímulos.

El sentido del tacto proporciona información acerca del medio ambiente, es fundamental para la autopercepción del cuerpo y permite a los niños crear su propio esquema corporal. Además, el tacto permite perfeccionar y desarrollar la motricidad fina, las habilidades para manipular objetos y la coordinación de los movimientos del cuerpo. Así que, como véis, la arena lunar no solo nos ofrece una tremenda diversión en familia, sino también una gran oportunidad de recibir estímulos táctiles positivos y de desarrollar las habilidades en construcción de los más pequeños.

Finalmente, y si queréis tener un trocito de Oh! la luna en casa, os ofrecemos la receta que hemos utilizado para fabricar nuestra particular arena lunar:

Ingredientes
  • Harina
  • Aceite (puede ser aceite hidratante para niños o aceite vegetal)
  • Purpurina (opcional)
  • Envases y recipientes de distintos tamaños
  • Herramientas
  • Conchas/moldes
  • Cucharas, palas, rastrillos
  • Materiales con distintas formas y texturas
  • Pequeños juguetes para enterrar y desenterrar

Receta
  • Mezclar harina y aceite en una proporción de 7 u 8 partes de harina por cada una de aceite.
  • Amasar conciencudamente para que se mezcle todo el aceite con la harina, sin que queden grumos o pegotes.
  • La consistencia debe ser tal que cuando cojamos un puñado, la masa se quede con la forma del interior de nuestro puño... pero manteniendo su textura sólida, sin resultar pegajosa o con demasiada consistencia.
  • Para el juego hay que usar un recipiente amplio que les permita jugar, esparcir y amontonar la arena lunar, pero con los bordes bajos para que puedan acceder a ella con facilidad.
  • Si deseamos darle un toque glamuroso, podemos incorporar purpurina a la arena lunar.
  • Ya solo falta aderezar la masa con instrumentos y útiles reciclados que permitan a los pequeños coger la arena, verterla, amontonarla, transvasarla, darle forma, dibujar texturas, etc. El único límite es la imaginación.

Consejos de última hora
Unas últimas recomendaciones a título personal serían que preparéis materiales (especialmente reciclados) para el juego. Yo aproveché cucharas, envases de postres o yogures, tapas de botes, herramientas de cocina, etc. Pero creo que también es importante "dosificarlas" para no agobiar a los peques con demasiadas posibilidades a la vez. En nuestra experimentación en casa, en un primer momento solo con el tacto y las posibilidades de tocar la arena ya tienen más que suficiente para un buen rato, luego mis peques empezaron a jugar a llenar y transvasar arena de un recipiente a otro, aprovechándolos para hacer formas y dibujar paisajes en la arena. Todavía estamos en esta etapa, pero ya tengo preparados materiales para que impriman texturas (coches, rodillos, etc) y huellas, pequeños juguetes para enterrar y descubrir, moldes diferentes, etc.

Un último consejo es que os dejéis llevar por el juego de vuestros peques, porque el tiempo se os pasará volando igual que a ellos. Es una oportunidad fantástica para reconectar con nuestro niño interior y con las tardes más lúdicas y creativas de nuestra infancia.

Y como toda buena receta, la terminamos deseándoos "buen provecho" o, más apropiado en este caso: ¡¡¡Feliz juego en familia!!!