En el siglo XVI adquirió gran difusión en toda España el juego de la pelota. A ello contribuyó sin duda El libro del exercicio corporal y sus provechos, publicado en Sevilla en 1553. Su autor fue el médico onubense Cristóbal Méndez, que defendió la facilidad de su práctica fuera y dentro de casa (‘para ejercitaros con ella en un rincón de vuestra casa, sin que nadie esté con vos, lo podéis hacer botándola de una pared en otra todo el tiempo que quisieseis’). Expuso igualmente las cualidades que debían tener sus jugadores (‘ser en todo muy ligero, buen corredor, y saltador y sobre todo, gran certero, avisado, diligente, de gran entendimiento para poder dañar y defenderse del daño’) e incluso desarrolló algunas tácticas para ser tenidas en cuenta por sus aficionados, como la atención en los movimientos de la pelota, la observación de su velocidad, el cálculo en el desplazamiento del jugador o el conocimiento de las debilidades del contrario¹.
La popularidad de este juego y el conocimiento de su práctica en tierras castellanas debió llegar a oídos de santa Teresa de Jesús, al menos para servirle de cabal símil del proceder demoníaco con el alma humana (‘andan los demonios como jugando a la pelota con el alma’). Según su propia vivencia personal –heredera de la transmitida en el legado evangélico de Cristo y la Iglesia de todos los tiempos–, su interpretación del papel desempeñado por el Maligno no iba descaminada, probándose el valor objetivo de esta experiencia por la relación que guarda con el de su experiencia de Dios (‘hartas afrentas y trabajos he pasado en decirlo, y hartos temores y hartas persecuciones. Tan cierto les parecía que tenía demonio, que me querían conjurar algunas personas’).
La monja abulense no solo afirmó la existencia real de este ser y su permanente combate contra la humanidad, sino que tuvo ocasión de verle cara a cara, experimentando en vida su presencia inquietante y su acción persistente y reflejándolas como temática reiterada de su literatura. No ocultó el miedo que le supuso esta relación en sus comienzos, pero tampoco el dominio adquirido posteriormente, una vez se reafirmó en la fe de que los cristianos, al ser reyes en Cristo y participar de su señorío sobre toda criatura, despliegan de igual manera su poderío sobre los demonios. Con la oración, la cruz y el agua bendita Teresa de Ahumada libró grandes batallas contra ellos, sabiendo que, si bien son terribles ‘los ardides y mañas del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos’, no obstante, ‘de muy muchas que he visto por la bondad del Señor no he entendido que las haya dejado de su mano. Por ventura quiere ejercitarlas en estas quiebras para que salgan experimentadas’.
Según el profesor Ricardo Piñero Moral², la mística castellana constató la presencia y la acción del Enemigo, al menos, en: el discernimiento de la vocación, las tentaciones de todo tipo, la sutileza, la ruindad, el engaño, la confusión, la hechicería, la falsa humildad, las visiones, la ocultación del amor, el miedo, la tristeza, la sequedad en la vida interior, los malos pensamientos, las distracciones, las turbaciones, los engaños mentales, la inquietud, la mentira, la comodidad, el silencio espiritual, la debilidad, la ingratitud, el desasosiego, la imprudencia, la pena, los tormentos, los embustes, el ahogo del alma, la ira, las vejaciones, la visión del infierno, la herejía, lo abominable…
Por lo que respecta a su obra escrita, solo el término demonio aparece en ella 440 veces, dato que remarca la importancia que el asunto tiene para la Santa. Si bien aparece referenciado en varios de sus textos, es en el Libro de la Vida donde se pueden encontrar todas las claves de este tema. Es no solo el escenario literario con mayor número de referencias (157, más de un tercio del total de las mencionadas en todos sus escritos), sino uno de los testimonios más relevantes al respecto de toda la historia de la humanidad, pues, además de trazarse un retrato físico y moral del enemigo de Dios, se describen de manera absolutamente plástica los encuentros entre lo humano y lo diabólico. Asimismo, este libro encierra el proceso de discernimiento por parte de la carmelita acerca de su vida de unión íntima con Dios, pretendiendo encontrar luz acerca de si las cosas de las que tiene ‘experiencia’ son de Dios o del demonio.
En definitiva, para el doctor Piñero, el demonio, más allá de apariciones odiosas e incluso daños físicos, acosó y combatió a la primera Doctora de la Iglesia durante toda su vida porque no podía soportar que un alma de su valía, enamorada del cumplimiento de la voluntad de Dios, mostrara el camino de perfección que debía seguir buena parte de la humanidad.
¹ Cf. HERNÁNDEZ VÁZQUEZ, Manuel, ARROYO PARRA, Matilde, “El juego deportivo en la Edad Moderna (siglos XVI y XVII)”, en Museo del juego [Recurso electrónico].
²Cf. PIÑERO MORAL, Ricardo, “La experiencia del demonio en Santa Teresa de Jesús: hacia una estética de la vida mística”, en MARTÍN, Francisco José (ed. y presentación), La morada interior. Mística y literatura en el V centenario del nacimiento de Teresa de Ávila, Valencia (L’Eliana), Instituto de Estudios Culturales Avanzados La Torre del Virrey [Nexofía, libros electrónicos de La Torre del Virrey], 2016, pp. 86-117.
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