Cierra los ojos y contén la respiración, no los abras y empieza a relatar lo que entra por tu pituitaria.
Lentamente se inundó de olores. Peras frescas, maduras, sonrojadas y alegres mezcladas con higos lechosos que resbalaban su esencia sobre la suave brisa, bajo la sombra de una inmensa higuera.
Paladeaba el regusto de sortear los membrillos, los naranjos, los girasoles, de saltar entre arroyos y cascadas de cerezos.
Las ciruelas rociaban y anunciaban con sus brincos que estaban en elmomento justo para entrar en la boca y endulzar una lengua sedienta de sabor.
Los racimos mostraban sus perlas de jade. El verdor de su jugo invitaba a descansar a su lado y cortar una a una las uvas de los collares que adornaban la parra.
El campo ofrecía su esplendor, invitaba a degustar sus frutos, cubría de fragancias el intenso calor, regalaba frescura, envolvía de gozo los sentidos, acariciaba la piel con jugosos placeres.