De hecho, fui una de esas pequeñas que hasta siente nostalgia de las butaquitas de madera, el payaso de tela y aquel muñeco con peluquín verde fosforescente, figuras cimeras de su arsenal lúdico, todas procedentes del “cupón” anual, facilitador de las mismas. Como todo reglamento, tal asignación, practicada en la Isla durante décadas como los ochenta y los noventa —esta última solo en sus inicios—, tuvo adeptos y detractores. Los primeros—entre los que me encuentro— agradecen la oportunidad ofrecida a todas las madres, sin excepción, de brindar a sus hijos al menos tres juguetes en el año; y los segundos; quizás los menos, critican la “estandarización” y tendencia al igualitarismo en tan sensible aspecto.
Lo cierto es que hoy la realidad se torna diferente. No existe cupón anual para la polémica tríada, y por ende queda a merced del bolsillo filial la entrega de juguetes a los retoños.Sin embargo, quienes dependen de un salario medio para adquirirlos, sin dudas deben ponerse orejeras al visitar el stand de juguetería de las tiendas recaudadoras de divisas, con precios astronómicos.
Y, aunque parezca intrascendente, pudiera decirse que ese “simple” hilillo integra la complejísima madeja de los bajos índices de natalidad en el país, pues las mujeres en edad fértil, con o sin hijos, observan asustadas las vidrieras donde se erigen elefantes, caballos y tigres de peluches a doscientos pesos MN— o su equivalente en ocho CUC—, bicicletas en no menos de 50 CUC —o 1250 pesos cubanos—.
Algún tiempo atrás salieron a la venta diversos objetos de tal índole en moneda nacional, y a precios razonables, en las llamadas tiendas de productos industriales. Sin lugar a dudas, esa aparición de jueguitos de cocina, palitas y cubitos para la playa y otros productos de juego, fue una especie de palmada en el hombro para padres y niños, que tuvieron el juguete al alcance de la mano, pese a la ausencia del “básico, no básico y dirigido”.
No obstante, en la actualidad ya caducó esa alternativa, con la desaparición de tales implementos de los comercios en moneda nacional. Retorna entonces el peluche y la bicicleta como única y cara opción del mercado de juguetes.
Definitivamente se impone la pregunta, carente de respuesta, que da fin a este post: ¿Cómo paso con mi hijo, dentro de poco tiempo, por el stand de juguetería?
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