Para mi hay claramente una parte innata, primero de la forma de ser de cada uno y, segundo, del propio hecho de ser niño o niña pero desde luego que hay una parte muy importante que es únicamente cultural. A mi las Barbies no me gustaron nunca y siempre me parecieron representativas de un modelo de mujer machista, irreal y pernicioso (y nadie me dijo que así fuera, lo pensé yo solita cuando tuve uso de razón). Me gustaba la Chabel, que era una muñeca de proporciones razonables, sencilla, con una familia normal... Y me encantaban los Playmobil y los Micromachines, por ejemplo.
Mis padres nunca pusieron pegas aunque estoy segura de que si hubiera sido al revés, otro gallo hubiera cantado. Porque cuando compramos el Nenuco les faltó tiempo para aconsejarme que no se lo dejara demasiado tiempo al niño, no se fuera a acostumbrar a jugar con él.
A nosotros todos estos roles nos parecen cosa del pasado. Y, como muestra, un botón: este es el último juguete que le hemos comprado al niño.
Íbamos con idea de comprar una bolsa nueva de Mega Bloks para reponer todos los que la perruna se había ido comiendo, pero una vez en la tienda el niño se mostró muchísimo más interesado en el carrito de la compra. Y dado que le chiflan las frutas y verduras, nos pareció más educativo. De hecho, dejamos para más adelante otros accesorios relacionados con las tareas del hogar como un juego de cacerolas y cucharas de madera y un conjunto de escoba y recogedor. ¿Por qué no?. Al niño le encanta trastear con las cacerolas, le encanta coger la escoba y el recogedor cuando nosotros barremos... Si le enseñamos que eso no debe ser para jugar porque es de niñas, ¿qué educación le estaríamos dando?. Desde luego, una en la que no creemos.
Hablando con mi marido, pensamos que cuando no se quiere permitir a un niño que juegue a determinadas cosas por miedo a que se haga homosexual, se hace por miedo a la homosexualidad en si misma, es decir, porque no se desea que ese hijo sea homosexual. Como si la homosexualidad fuera un problema y como si la homosexualidad fuera algo que se pudiera evitar simplemente dándole al niño juegos de machotes. A nosotros, la verdad, lo mismo nos da la sexualidad de nuestros hijos. Lo único que nos preocupa es su felicidad y el único miedo que yo tendría es que a sufrieran por ser diferentes, porque por desgracia todavía hoy hay que superar muchos estigmas. Pero eso ya es otro tema...