Juicios fáciles sobre fotografías instantáneas: publica, vende, opina sin datos, aunque produzcas víctimas (muy lejos de la justa presunción de inocencia)

Publicado el 28 mayo 2012 por Noblejas


En la prensa italiana ha tenido bastante relieve de comentarios y juicios más o menos editorializantes la publicación por parte de algunos diarios de una serie de fotografías de la Senadora Finocchiaro, bien conocida en la vida pública italiana como jefe del grupo parlamentario del partido PD, socialista, de centro izquierda. Los diarios mencionados -inúltil señalarlo- no tienen la misma tendencia política que la senadora Finocchiaro, por supuesto.

En Twitter ha aparecido de inmediato el hastag #finocchiarovergogna, con algunos comentarios más bien feroces: «gli agenti usati come domestici», «ritirate la scorta alla Finocchiaro», «vergogna, usare le braccia della scorta per andare a fare la spesa» y cosas así. 

En esas fotografías -una, sobre estas líneas- puede verse cómo su escolta policial -en efecto- le ayuda a hacer las compras en Ikea, e incluso a elegir una sartén, etc. Pero -sobre todo- ha causado cierto escándalo que los tres encargados de su seguridad personal hayan sido empleados por la senadora para hacerse cargo de su carrito de la compra, y -como puede verse-, al prestar atención a esos menesteres domésticos, dejan precisamente desentendida la tarea policial asignada de velar por su seguridad personal.

Inmediatamente han saltado periódicos acusando a la senadora del PD por dar semejante trato a (o usar de) unos funcionarios públicos. Por su parte, la Finocchiaro se ha apresurado a decir que el que lleva el carrito es su chófer y lo conoce desde hace 20 años, sin aclarar si por eso deja de ser policía; y ha insistido que ella no ha pedido esa escolta, sino que le ha sido impuesta en razón de sus ocupaciones políticas...

Otros, como Pierluigi Battista, que comenta el asunto en las imágenes bajo este pçarrafo, del Corriere-TV, más bien dicen -alejándose de la postura crítica respecto de la Finocchiaro- que lo principal en este caso es que hay que desconfiar de las fotografías, antes que usarlas como evidencia para el ataque o la denuncia por la primera impresión que ofrecen de la realidad, reflejando sólo el instante en que fueron tomadas.

En este mismo sentido, publica Aldo Grasso en primera página del Corriere "L'immagine può ingannare ma è il dettaglio che brucia". Viene a decir que ver a los escoltas con el carrito de la compra nos trae a la imaginación, sin darnos cuenta, la distancia que separa a algunos ciudadanos ocupados en asuntos públicos de la gente corriente. Aunque esos cargos públicos sean desempeñados también por personas que -en algunos aspectos de su vida- también son "gente corriente". 

Concluye Aldo Grasso que la situación de ese carrito que lleva la escolta de policías ofrece una perspectiva abierta al ridículo: "algo que, a veces, hace más daño que una culpa todavía sin demostrar".

De ahí que sea mucho más justo no fiarse de una instantánea para juzgar de toda una situación en la que -por supuesto: eso es sensacionalismo- quedan involucradas personas muy reconocibles, precisamente luchando contra la tendencia al juicio fácil y definitivo a que nos tienen condicionados (o al menos acostumbrados) las tendenciosidades de las imágenes que -convenientemente seleccionadas y editadas- nos ofrece de ordinario la prensa y la televisión.

En este mismo sentido se podría hablar -no lo haré- del desgraciado estado de opinión sobre la Iglesia Católica, generado en el mundo entero por el llamado "Vatileaks", y la publicación de un libro con documentos reservados, destinados a Benedicto XVI, y la búsqueda del o de los culpables, así como el morbo coincidente de los nunca vistos modos fulminantes en la destitución del presidente del IOR.

Es profesionalmente más justo no fiarse ni promover la fiabilidad en lectores, oyentes o espectadores, a partir de las primeras impresiones que causa una situación instantánea o un serial de instantáneas periodísticas, seguramente con algún tipo de fundamento in re, aunque vaya uno a saber en qué consista tal fundamento.

Con la progresiva dramatización del periodismo, y sus escándalos farisaicos y las exclusivas generadas por intereses de parte, es posible que algo se recupere la economía de los medios. Pero no está de más saber que eso sucede casi siempre a expensas de hacer justicia, cuando menos al buen nombre y la presumible inocencia (tan traída a colación en asuntos judiciales) de las personas que se implican en esos escándalos y exclusivas periodísticos.