Estamos en una democracia más que discutible. Termina la dictadura y se impone el argumento de que solo los militares fueron responsables, lo que impidió una comprensión profunda de qué había sido esa transformación política y social de la Argentina. Así nace nuestra democracia, con el poder económico impune. Cuando Alfonsín cae, cae por un golpe de mercado, de eso nadie habla. Aún hay radicales que señalan que fue el peronismo el desestabilizador. Menem fue una estafa electoral absoluta. Prometió salariazo y revolución productiva y a los dos meses se abrazó con Alsogaray. Entonces uno dice para qué necesito elecciones si después votás y no pasa nada, votás y te jodés, te callás y basta. Eso es una democracia restringida. El kirchnerismo tuvo la virtud de autonomizarse relativamente frente a los poderes fácticos. Aunque Cristina haya admitido que ella solo tenía el 25% del poder. ¿El 75% restante estaba en manos de otras fuerzas políticas? No. Lo tenían las corporaciones. ¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia? Estamos concediendo demasiado al llamar a esto democracia. Pienso en Jujuy: llego, cambio la Corte, pongo a mis amigos, pongo a la familia, encarcelo opositores, persigo, después cambio la Constitución y reprimo. El poder dominante llama a eso democracia.
Ricardo Aronskind - Economista, docente e investigador
Los hechos en Jujuy son toda una alegría para el embajador de Estados Unidos Marc Stanley, en su propuesta de avanzar con "los cambios necesarios", sustentándose políticamente en una alianza de los partidos mayoritarios. Cambia Jujuy es una alianza de Juntos por el Cambio y el Frente Renovador de Sergio Massa; el PJ jujeño, que avaló la reforma. La reforma constitucional limita el derecho a la protesta y crea condiciones no solamente para que las multinacionales extractivistas avancen en la apropiación de territorios de comunidades originarias, sino que termina de atropellar a nuestra democracia frágil e imperfecta, que es la que tenemos y debemos fortalecer y mejorar. Su agresión puede tener consecuencias imprevisibles para el futuro, y abre la puerta a una represión desmedida contra los más débiles, que nos hundiría en el caos y en la violencia.Por ello decimos que no está tan lejos el extractivismo (cuya destrucción se evidencia en Jujuy), la fumigación en todo el país y la caída en el nivel de vida de todos los argentinos. La "dignidad fumigada" tiene muchas aristas, muchas miradas y muchas realidades pero en todas se estampa la violencia de unos pocos y por el otro lado el sufrimiento de las grandes mayorías.Tanto es así, que si en la siguiente nota cambian "fumigación" por "extractivismo", verán que terminan hasta siendo sinónimos.
La Dignidad Fumigada
La vida de un pobre no vale nada. Nada de verdad, absolutamente. Lo que le pase como consecuencia de las actividades que desarrolle para la sobrevivencia cotidiana, importa demasiado poco en el devenir de la sociedad. Tampoco importan los que no participan de esos trabajos, las familias en general y los niños en particular. No hay disculpa válida ante esta realidad palpable, a la vista de quien conserve un poquito de consciencia de la pertenencia a un colectivo social. Y no existe razón alguna en las perversas declaraciones de quienes detentan el poder para darle continuidad casi infinita a este oscuro estado de cosas.
Se suele decir que, al conocer la realidad, las personas sabrán evaluar con mayor capacidad las respuestas que demanden los hechos en cuestión. Pero la verdad no suele tener buena prensa, ni contener las necesidades impuestas a quienes las soportan con la voluntad quebrada por la extorsión del hambre y el desamparo. El fantasma visible de la miseria golpea cada noche en las casuchas donde se amontonan las familias esclavizadas por la indignidad de los capangas llamados, pomposamente, “empresarios del campo”.
Así sucede en cada rincón de nuestro territorio enajenado, donde la producción agraria fue reconvertida en un vaciadero de venenos a los cuales se les pretende bajar la toxicidad denominándolos “agroquímicos” o “fitosanitarios”. “Cruel en el cartel, la propaganda duele...”, dice un memorable tango. Así es como se ve la parafernalia publicitaria de esos tóxicos con rango de “imprescidibles”, para convencer de una modernidad que tan sólo lo es como método destructivo de la naturaleza a la que invade sin piedad. Una naturaleza que incluye a todos los seres vivos, sin importar especie alguna. Los humanos, también están ahí, bajo el fuego de este bombardeo casi silencioso y cotidiano, de esa lluvia que moja hasta acabar con cualquier signo de vida.
Los gobernantes patean para adelante la pelota mojada por la insolencia productiva a costa de la muerte. Las promesas de mayores puestos de trabajo y los supuestos desarrollos promisorios, son el anzuelo para que los mismos desamparados les voten, en otra batalla perdida ante el Poder Real que maneja estos hilos desde las poltronas de oficinas lejanas a las tierras mojadas con el sudor envenenado de quienes alimentan sus cajas de caudales. Los legisladores discuten minucias leguleyas en los proyectos de declaraciones vacías, especies de lavado de consciencias que les ayudan a soportar tanta desvergüenza.
Hasta la instituciones de investigación científica están cooptadas por ese suprapoder envenenador de las transnacionales, que les construyen algún pabellón o becan a los científicos para comprar resultados a la medida de sus intereses. Ni hablar del poder mediático, donde se distribuyen miles de millones para solventar a supuestos “especialistas” que nos relatan las fantasías productivas como cuentos de hadas, a sabiendas que la muerte será el págo para el último eslabón en esta repugnante cadena económica.
Cada tanto, alguna nota reproducida en algún periódico, generalmente escondida en sus páginas menos visibles, nos despertará de un letargo provocado de exprofeso para anular las lógicas reacciones que se debieran tener. Siempre tarde, nos anunciarán las muertes de niños fumigados, atravesados por sufrimientos indescriptibles, abandonados por todos, incluso por quienes todavía podemos comer a diario, aún cuando lo que ingerimos también está envenenado. Porque allí radica esta búsqueda de concientización, en la necesaria conexión entre la muerte directa y la indirecta, provocada por los mismos agentes químicos, que nos penetran lentamente, como la gota que horada la piedra, hasta despertarnos las enfermedades que la medicina no podrá curar.
Sólo cabe rebelarse y contar estas verdades cada día, en cada rincón, escuchando a los sobrevivientes y, sobre todo, a los padres y madres de las víctimas más dolorosas. Difundir y provocar consciencia es un trabajo lento que requiere de mucha voluntad y paciencia. Pero exigir a las autoridades “distraídas” de sus deberes, es una labor mucho más directa y concreta. Modificar esta estructura productiva de supuestos avances “cientificoides”, debe ser tomado como fundamento de quien pretenda reconvertir a este territorio fumigado por la perversión de tan pocos, en una Patria que termine para siempre con la indignidad del hambre y la pobreza.Roberto Marra