Definitivamente esto causó revuelo entre los optimates, pues no eran desconocidas las medidas de César en favor de los pobres, así como las reformas agrarias y demás. Catón, Pompeyo (quién quería territorios para sus legionarios), Craso (quién intentaba resaltar su prestigio) y otros más, todos se unieron contra César. Fue un gobierno difícil, pero se armó de paciencia y mantuvo la democracia.
La experiencia difícil de ser cónsul pasó y acto seguido recibió poderes como procónsul y marchó a las Galias. En Francia e Inglaterra, César peleó y se hizo realmente inmortal, derrotando a todos sus enemigos, utilizando artimañas políticas, la audacia militar y en ocasiones sobornos. No sólo los bárbaros ubicados en estos dos países fueron las víctimas, sino también los germanos, a quiénes César hizo retroceder en su propia tierra. De haberle alcanzado un poco más el tiempo, hubiese podido, quizá tomar la misma Germania o Inglaterra, donde no fue derrotado salvo por leves escaramuzas, y optó por el retiro, ya que las tribus de Francia eran la prioridad.
Vercingetorix fue uno de los héroes que llevó al desfile triunfal de Roma. A su regreso a Roma, César era tremendamente popular y rico, lo cual le generó tremendas envidias. Como el triunvirato se estaba haciendo débil, César pacta el “Convenio de Lucca” con Pompeyo y Craso, en el cual estos serían elegidos cónsules, mientras que él, procónsul pero por cinco años. Algo que no hemos mencionado, es que para estrechar sus lazos, Pompeyo se había casado con la hija de Julio, llamada Julia, sin embargo esta muere en el año 54 y a partir de ese trágico suceso la relación entre ambos se deterioró. A esto siguió Craso al año siguiente, quien queriendo emular a César, marcha hacia Partia con el fin de conquistar su imperio, pero fue víctima de los jinetes orientales.
Con el tiempo Catón y Pompeyo volvieron a arremeter. Mientras César andaba fuera de Roma, se le prohibió volver hasta que no cesara su cargo. Luego se cambió de opinión, pues se le limitó a un año más su cargo como procónsul y posterior a eso la decisión fue más radical: debía licenciar a sus legiones. César dijo que lo haría si Pompeyo también accedía. Sin embargo eso no sucedió. Es más, el Senado, a todas luces los optimates, pidieron a Pompeyo que los represente en caso de una eventual guerra contra César dándole poderes extraordinarios. César sólo marchó con la XIII Legión a hacer frente a sus enemigos en Roma y Pompeyo creyendo que traía al grueso de sus tropas, huye siendo perseguido hasta el sur de Italia. Julio César antes de marchar a Grecia donde su ex yerno había marchado, aseguró su posición en España.
Allí derrotó a los enemigos pompeyanos en la Batalla de Ilerda; acto seguido marchó a Grecia donde si bien fue derrotado en la batalla de Dirraquium; ganó casi todas las demás y obtuvo una resonante victoria en Farsalia. Regresó a Roma y fue nombrado dictador para luego marchar a Egipto, donde se hallaba el derrotado Pompeyo, y que por cierto, ni bien había pisado tierra, había sido asesinado.
Julio César en Egipto y sus últimos años de vida
César se dirige entonces a Egipto, donde conoce a Cleopatra, la reina hija de Tolomeo. La coloca en el trono en detrimento de los hermanos de la joven, por si fuera poco disminuye la deuda de Egipto hacia Roma, comprometiendo al país de los faraones con respecto a su trigo, con el cual se abastecerían las legiones. Lo cierto es que Julio César se había enamorado de ella. Sin embargo, Persione, la hermana de la reina, estuvo en contra de la coronación y con 20 mil egipcios azotó Alejandría. César resistió allí y ganó la batalla luego de casi seis meses de asedio hasta la llegada de refuerzos, aunque no se pudo evitar la quema parcial de la biblioteca de Alejandría.
En los meses sucesivos él y Cleopatra se hundieron en sus amoríos haciendo que el héroe se olvide de sus obligaciones. En su camino de regreso a Roma, donde se exigía su presencia de modo inmediato, derrotó al rey del Ponto para luego dirigir su atención contra los ejércitos pompeyanos derrotándolos a todos.
En julio del año 46 a.n.e. Julio César regresó a Roma entrando como un gran conquistador, aunque esta vez, no fanfarroneaba, porque en efecto lo era. Cuenta la tradición que cuando César tenía alrededor de 30 años, lloraba y se veía frustrado porque a su edad Alejandro Magno era ya dueño del mundo. Un par de años más tarde él también lo era siendo dueño de un imperio mucho más glorioso del cual Alejandro Magno tuvo o soñó.
Celebró todos sus triunfos y fue la envidia del momento, Inclusive en los años 45 y 44 a.n.e., Cleopatra lo acompañó hasta la capital. Hubo juegos, comidas y se disfrutó del botín de guerra. En lo sucesivo se dedicó a aplacar a los pompeyanos en España y a afianzar su poder. Cada vez era más y más poderoso y ostentaba facultades que habían dejado empequeñecido al Senado, en efecto, sólo faltaba el título. Finalmente. el único que obtiene es el de dictador.
Esto sumado a sus amoríos con la reina egipcia, con quién ya tenía un potencial heredero extranjero, hicieron creer que César quería crear un linaje que gobernase perpetuamente Roma. De este modo y para salvar la república, los senadores y varios políticos planean su asesinato. El 15 de marzo del año 44 a.n.e., en la última reunión que tendría con el Senado antes de marcharse a la conquista de los partos, Julio César es asesinado con decenas de puñaladas, poniendo fin a la vida de un hombre demasiado moderno para su época, con lo cual se ganó el amor del pueblo, la lealtad de sus tropas y la envidia de sus enemigos, quiénes no podían detenerlo sino más que separando el alma del cuerpo.
Escrito por: Joaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.