En las noches despejadas de finales del verano, es suficiente con mirar a hacia el sureste poco despues de que se ponga el sol, para que a simple vista nos llame la atención un punto muy luminoso de gran tamaño que destaca sobre todas las estrellas que tiene a su alrededor. Se trata de Júpiter.
Si tenemos a mano unos prismáticos o mejor aun un telescopio, que no hace falta que tenga muchos aumentos, y miramos hacia ese punto observaremos que a su alrededor hay cuantro pequeños puntos luminosos. Si repetimos esta observacion durante varios días es fácil comprobar que los pequeños puntos van cambiando de posición relativa, hecho que ya había llamado la atención de Galileo hace 400 años.
Este gran punto brillante es Júpiter, y los cuatro pequeños puntitos son cuatro de sus satélites, que ya había observado Galileo en 1610 y que desde entonces reciben el nombre de satélites galileanos. Galileo, utilizando un telescopio casero que él mismo había construído llegó a la conclusión de que esos puntos no eran estrellas sino cuerpos planetarios que orbitaba alrededor de Júpiter. Este hecho confirmaba que Copérnico estaba en lo cierto cuando afirmó que todas las cosas no giraban alrededor de la Tierra. Gracias a los nuevos telescopios y sobre todo a las fotografías enviadas por las sondas espaciales se han llegado a identificar un total de 63 satélites que giran alrededor de Júpiter, aunque la mayoría.
La noche del pasado sábado, los cuatro satélites se encontraban alineados con Júpiter, lo que permitía estimar aunque de forma muy rudimentaria tanto la distancia al planeta como la relación de tamaños entre ellos. El más cercano es Io, que en la fotografía aparece a la izquierda. El siguiente más próximo es Europa, seguido de Ganímedes (el mayor y más brillante) y de Calisto, que es el más alejado de los cuatro y el que se encuentra más a la derecha.
Por desgracia, cada vez es más difícil encontrar un sitio en el que podamos ver el firmamento sin que las luces del alumbrado público nos lo impidan. Hasta hace pocos años sólo con que nos alejáramos unos kilómetros de las ciudades ya podíamos ver un cielo completamente limpio, pero ahora es prácticamente imposible incluso alrededor de pequeños pueblos de menos de 50 habitantes.
Curiosamente, cuando estamos inmersos en una de las mayores crisis económicas y energéticas de la historia, el despilfarro es mayor. ¿Es realmente necesario colocar una farola cada 20 metros en un camino rural?¿Es necesario iluminar una catedral con 20 focos un martes de noviembre a las 5 de la mañana?
Aprovechad para mirar al cielo y disfrutad de Júpiter y sus satélites, de Orión, de Casiopea o de las Pléyades porque cada vez tendremos que ir a sitios más recónditos y alejados si queremos verlos. Por cierto, si ampliais la foto anterior, casi en el borde superior y prácticamente eclipsadas por la luz artificial podréis observar a las Pléyades, una de las constelaciones que más me gustan.