“La muerte es un maestro venido de Alemania”
Paul Celan
Repite Jürgen B. Donges, quien trabajara intensamente durante los años de la Inmaculada Transición con los centros económicos del neoliberalismo español para impulsar la periferización de España (por ejemplo, el Instituto de Estudios Económicos), el mantra interminable de ese modelo: “esto es lo que hay”. Prohibido siquiera pensar en alternativas. Un falso realismo cuya fuerza se sostiene en la mentira de esconder lo que no les encaja en su explicación interesada. Además, Merkel es, en el fondo, demasiado blanda.
Detrás de la propuesta del economista germano, hay una voluntad muy firme de establecer una rígida división del trabajo tanto nacional como internacional. Que en Alemania también hay precarizados escondidos en esos trabajos basura que ahora se llaman “minijobs”. En el sistema capitalista, como en la bolsa, a largo plazo funciona como un juego de suma cero donde lo que alguien gana otros necesariamente lo pierden (incluida la naturaleza o los pueblos menos exitosos en esa pelea a muerte). Si pierdes, eres víctima. Si ganas, verdugo. No hay vuelta de hoja: por eso, los rescates a los países son para rescatar a los bancos alemanes. Bien claro. Que hay que garantizar, sostiene, el futuro de hijos, nietos y bisnietos. Aunque los griegos y los españoles salten por la ventana hoy, ahora mismo, en este momento. Pero son del sur. PIGS. Cerdos.
Y no deja de llamar la atención la frialdad con la que se reparten suertes en esa lotería infernal. El reputadísimo -reputadísimo- economista alemán no reconoce ningún error de la banca, ningún error del Banco Central Europeo -siempre fue uno de los más firmes defensores de la independencia del BCE, el mismo BCE que ha entregado a la banca privada dinero al 1% y lo ha remunerado después entre el 4 y el 6%-, no reconoce responsabilidad que desemboque en una reducción del monto de las deudas contraídas -una quita en el lenguaje económico-, no reconoce que Alemania se esté financiando casi gratis sobre las espaldas de Grecia, Portugal, España o Italia, no valora ese círculo vicioso al que condena a los países del Mediterráneo de endeudarse para pagar las deudas contraídas, esclavizando a las economías que ven cómo cada vez deben más y cada vez tienen menos.
Una de sus ideas recurrentes es que hay que devolver a la derecha lo que la izquierda ganó después de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial: “El “modelo social europeo”, basado en un generoso Estado protector y distribuidor, no es
financiable ni eficaz”, comentó en una conferencia en el siglo XXI. Una idea repetida hasta hacerse cotidiana. Hay que regresar al mercado desregulado. Hay que regresar al mercado puro a los trabajadores, convertidos en una mercancía más. “¡Más mercado! Es la guerra”. El mismo mercado que, como bien contó Karl Polanyi, llevó a Europa a la guerra y a la destrucción. Aunque Thyssen, Krupp y compañía no se resintieron.
Dijo Theodor Adorno que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie. Vino a desmentirle Paul Celan y anotó en su cuaderno: “Der Tod ist ein Master aus Deutschland”. La muerte es un maestro venido de Alemania. Asesinos de escritorio les llamó Kurt Tucholski. Los que mandan a los pueblos a la miseria. Aun pareciendo personas normales. Los que con una sonrisa te dicen: precariedad o muerte. Y enseñan los dientes.