Justicia campesina

Publicado el 09 octubre 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Los juegos se parecen mucho a las películas. No por la infinita discusión de si los videojuegos son arte, donde la gente saca las gafas de pasta y las pipas y se pone a hablar serenamente mientras su té Earl Grey se enfría en la mesita, aunque en realidad las discusiones sean una lucha de monos con cuchillos. A lo que me refiero (aparte de que cuando hacen la película de un juego suele ser horrible, y viceversa) es que suele haber joyas que pasan a la historia por su calidad casi infinita, como el siempre recurrente ejemplo de El Padrino, que es la película con la que más se miente diciendo que se ha visto (yo la he visto, tengo testigos) o la genial y más actual Sharknado, joya del cine indiscutible; y también bodrios que no se los traga ni Dios, cuyos ejemplos son prácticamente infinitos. Podría tirarme horas y horas poniendo títulos, pero supongo que la mayoría habrá tenido flashbacks de alguna película que le atormentaría en su pasado, esa película que haces que te despiertes por las noches sudando al grito de “¿Por qué? ¿Por qué pagué la entrada para ver esta basura? Y encima las palomitas estaban sosas”.

Que alguien me diga que Campo de batalla: la tierra era buena. A ver si tiene cojones.

Lo mismo puede aplicarse a los juegos. Hay juegos que han pasado a la historia por ser joyas, como Half-Life o el Tetris, el juego al que solo juegan las madres; y también al contrario, cosas que al jugarlas logran que tus manos se derritan y empieces a brillar por las noches, como Sonic the Hedgehog (sí, ese juego del 2006 cuyos fallos lo hacen injugable incluso para el mayor fan) o Superman 64 cuyo título real no recuerdo y no merece ni ser buscado. Y no me vengáis con “Es que se quedaron sin tiempo”, que las cosas se hacen o no se hacen, pero nada de publicarlas a medias.

Pero ahora es cuando entra el tercer género: aquello que es tan malo que pasa a ser bueno y legendario. Obras que hacen recobrar la fe en la humanidad como Jesucristo Cazavampiros o Italian Spiderman, cuya visión hace que tu vida mejore, te toque la lotería, te den acceso a la beta exclusiva y secreta de Half-Life 3 y Gabe te nombre hijo adoptivo y te dé todos los derechos sobre VALve. Y por supuesto en los juegos no pueden faltar estos títulos, como Crazy Bus, el simulador venezolano de autobuses, tan indie que duele mirarlo, y Big Rigs, el juego donde los puentes no existen y puedes alcanzar una velocidad de 12,300,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000 millas por hora marcha atrás, eso es 1,834,133 veces la velocidad de la luz.

Einstein, tu turno.

Pero no hablaré de ese. Hay uno mejor, uno basado en la América profunda, donde el licor XXX abunda y uno se casa con su hermana. El maravilloso juego de 3Romans de secuestro de cabra para todos los Windows anteriores al Vista, Country Justice: Revenge of the Rednecks.

Antes de continuar aviso que no será el típico cutre-análisis con chistes de tentáculos que hago siempre, sino que iré contando mis experiencias desde el principio al final del juego, ya que al igual que El Padrino tengo testigos de que me lo pasé con sudor y lágrimas de sangre. Así que habrá spoilers de la (inexistente) trama así como de sus numerosos giros argumentales. El que avisa no es traidor.

Empezaría a contar las prodigiosas aventuras del campesino sureño Steve Earl, pero antes diré que antes de jugar tengo la manía de cambiar algunas opciones, como la resolución o poner subtítulos si hay.  Bien, aparte de soportar el repetitivo banjo de fondo durante los menús, te da opciones como resoluciones de 1600×1200, que aunque fue tentador probarla, decidí poner  algo más realista y cambiar algunas opciones como que saltar fuese espacio y un par de cosas más. Aquí es cuando empiezan los problemas, descubrí que si cambias cualquier opción (CUALQUIERA, incluida el volumen de la música) el juego decide que no vuelve a funcionar, y la única forma de arreglarlo es reinstalar y borrar todos los archivos de configuración. Después de reinstalar unas 5 veces decidí no tocar más, y darle directamente a New Game, donde esperaba una pantalla de carga que me dio tiempo a hacerme un café plantando los granos antes.

Una vez superada la pantalla de carga sin cortarme las venas, empieza el juego en sí con nuestro apuesto héroe sureño bebiendo “moonshine”, licor artesanal más conocido como licor XXX en todos los dibujos animados, hasta que su mujer/hermana (no, no es una coña) dice que han secuestrado a la cabra Dixie, y tiene que ir a recuperarla. Piensa que los Hatfields (¿por qué me sé todavía los nombres?) han secuestrado a su querida cabra así que va a pedirle las llaves de su furgoneta a Skeeter. Sin motivo aparente empiezan a salir mutantes y zombies de la nada, cosa que a los demás habitantes de la urbanización de caravanas parece impresionarle mucho. Una vez encuentro la casa de Skeeter con su precioso jardín lleno de huevos brillantes salta una cinemática donde el personaje no para de moverse, así que está mirando fijamente a una encimera y Skeeter dice cosas incoherentes, pero dice que las llaves están en el buzón. Una vez terminada la intensa mirada a la encimera, cojo el mapa que hay encima, que resulta tener todos los mapas del juego, incluidos los de instalaciones secretas militares, siendo lo más normal del mundo que estén en la casa de un campesino. Al salir de la casa los huevos eclosionarán y se convertirán en pollos mutantes radiactivos que se mueven a una velocidad endiablada. Tan rápida como una cola de supermercado el día que los abuelillos cobran la pensión.

Pasando de la urbanización de caravanas voy hacia el coche y ocurre la magia: el juego vuelve a petar y no hay forma de arrancarlo, cosa que se arregló repitiéndolo todo después de reinstalarlo por sexta vez y ejecutándolo como administrador. Ahora puedo montarme en la camioneta y disfrutar la maravillosa música que se repetirá SIEMPRE que se monte en cualquier vehículo, me he molestado en hacerme una cuenta de soundcloud solo para que admiréis la música que se clavará en vuestra alma si decidís jugar.

Una vez llegado al puente que lleva a la granja de los Hatfields, que no se puede cruzar porque está bloqueado, al otro lado el agente de la ley Cletus nos ofrece llevarnos en su jeep de policía con una minigun montada, lo normal en todo coche de policía sureño. Una vez en la granja me asaltaron tres bugs seguidos que casi acaban con mi paciencia. Primero es que de repente ningún arma dispara, cosa que no me importaría ya que se puede escapar fácilmente de las vacas mutantes con solo andar en línea recta, pero los Hatfields, que son sextillizos idénticos, me disparaban con una puntería perfecta. Ya que no podía matarlos opté por saltar la valla y pasar de ellos, cuando me atacó el segundo bug: no poder saltar porque el personaje está siempre mediotragado por la tierra, lo que impide que pueda saltar. Tras varios intentos fallidos de intentar correr, el bug del disparo se arregló y pude pasar, pero el tercero en discordia atacó: como está mediotragado por la tierra, subir escaleras es toda una odisea, haciendo que sea todo un arte subir tres escalones.

Una vez superado el infierno de escaleras y pasado por el granero iluminado por antorchas medievales, encuentro un objeto que no sé para qué sirve y aparece Cletus diciendo que vuelva a la ranchera para volar una base militar, así que nos espera otra apasionante racha musical por el complejo militar, que consiste en una puerta protegida por un guardia y muchas vacas que no hacen nada, pero como la puerta es una ilusión que se puede atravesar, no importa, y ya dentro todo el complejo es una enorme pista de hot wheels con flechas y todo.

Una vez atravesado el complejo sin hacer nada fui a un pueblo, donde sin razón aparente acabé encerrado en la cárcel por un policía que decía protegerme. Incapaz de salir de la cárcel tuve que esperar a que el juego decidiese cargar el siguiente nivel, lo que ocasionó que un agujero apareciese mágicamente en la cárcel, dando al puerto donde tendría que coger la típica barca con el ventilador gigante.

La barca sin duda es lo mejor del juego con diferencia. No solo es que vuelve a tener la música, sino que es capaz de girar sobre sí misma sin aceleración y tiene los controles más horribles que existen, aunque no importa tanto ya que va por tierra como si fuese por agua, el único problema que tiene es que de vez en cuando decide hacer el pino. Sorteadas todas las acequias al estilo de La Lancha Fantástica desembarco en un muelle de madera que al pisarlo suena a metal alumbrado por farolas victorianas, y una vez más tengo que enfrentarme a mi némesis: las escaleras de tres peldaños. Después de una ardua lucha entro por el desagüe, me infiltro en la base secreta, donde aun sonando la alarma todas las puertas están abiertas para que pase, y los 2 guardias que hay ya están muertos, cuando de repente aparece el enemigo final y se desvela toda la trama.

Un científico malvado había secuestrado la cabra porque su ADN es único y liberado todo el fango verde que hace que todo se convierta en muertos vivientes, así podía destilar la sustancia  que le permite (mezclada con el ADN de cabra) convertirse en un ser cercano a Dios. En realidad esto me lo estoy inventando, ni idea de por qué el científico loco secuestró la cabra, solo sé que se monta en una máquina que tiene la cabra debajo y baila agónicamente mientras se le clavan unas tuberías en el pecho. Terminada la cinemática del baile, se gana haciendo nada. Esperando un poco el científico se prende solo en llamas mientras sigue bailando.

Aquí pueden pasar varias cosas: la primera es que la cabra se quede atascada y no pueda salir, cosa que impide terminar el juego, y se arregla cargando de nuevo desde el principio y rezando para que funcione. Con suerte la maldita cabra se moverá y podremos salir de la habitación infernal, siempre y cuando la puerta se abra, que muchas veces decide quedarse cerrada y hay que empezar desde cero. Por suerte se alinearon los planetas y pude salir para ver que había que escapar en coche. A estas alturas estaba a punto de clavarme cuchillos en los oídos gracias a la música pero misteriosamente al salir del coche el juego decidió que ya había sufrido bastante. Era digno de ver el final, donde Steve consigue su premio: tirarse a la hermana/mujer en la caravana.

Ahora es cuando uno se pregunta si merece la pena siquiera posar la mirada en este juego. Obviamente no si vas a jugar solo, pero si os juntáis unos amigos, cogéis una patatas y os vais descojonando mientras lo jugáis, entonces es mejor que cualquier otra opción disponible, porque al igual que las pelis malas, está hecho para que se vea mientras haces chistes malos a su costa.

La entrada Justicia campesina es 100% producto Deus Ex Machina.