Para comenzar y quitando algún ramalazo de genuino humor negro como el carbón, la cinta es seria. Quiero decir que la historia lo es y así se lo toma al menos su protagonista, un hombre de bien que al fallarle la eficacia de La Ley y el Orden, se toma la justicia por su mano. Y ahí está la polémica. ¿Es lícito lo que hace? Porque legal, desde luego, no. Y éticamente hablando... Pero siguiendo con la película, que es lo que a mi me interesa, confieso que me lo he pasado francamente bien, al igual que mis amigos Manu y Joseba. Hombre, no tanto como un chico (ya entrado en años, no era ningún jovencito), que a cada muerte violenta se ha pegado una risotadas y vítores que no veas. Él sí que la ha gozado.
Creo que el guión del gran Joe Carnahan, junto a Wendell Mayes, adaptando la novela de Brian Garfield, se toma su buen tiempo (¿más de la cuenta?) a la hora de hacer tomar a su protagonista la decisión de convertirse en justiciero, pero creo que así es mejor por cuanto se profundiza más en la psicología del personaje, haciéndonos ver que, primero y ante todo, trata de que las cosas se hagan bien, mostrando su confianza en la Policía y dejando que trabajen. Pero, claro, cuando comprueba que la cosa no avanza...
Y entonces asistimos a una serie, bien dosificada, de escenas de gran realismo en su violencia, quizás no muy creíbles (el tiroteo en los lavabos), muy bien rodada en el caso "del heladero", que tienen algo de la personal marca de la casa Roth (el taller de reparación de vehículos). Bien Bruce Willis, que resulta creíble en su papel y muestra una agradecida contención expresiva. A mi modo de ver se puede sin grandes dificultades sacarle defectos a este filme pero creo que tiene sus indudables virtudes y que ganan la batalla. Eso sí, si no se le exige demasiado, claro.