Yo diría que pertenece al género negro, si bien no lo parecería con un protagonista que camina con un sombrero, y actúa y responde muchas veces respondiendo a esa tradición que este signo visual implica. Pero tal vez la clave sea acudir al autor del relato original que inspiró esta idea de Graham Yost. Elmore Leonard, que sepamos, escribe literatura negra. Puede que hasta nuestras librerías sólo llegue una parte escasa de este género, y por eso no conozcamos esta posibilidad: la de una ambientación de crímenes y policías que no se desenvuelvan en Boston, Los Angeles, o Boston. Si Justified toma elementos del noir proceden de novelas o autores que no se han prodigado en la ficción de cine o televisión. No son los habituales.
Miss Magguffin hablaba de western noir. No lo sé. Puede que algo así estuviera en el germen de la historia de Leonard, y Graham Yost lo haya explotado. Lo cierto es que no se puede hablar de los Marshals de Kentucky sin que se plantee ese pasado no tan lejano donde los tiroteos y los sombreros eran lo común.
Con todo, ese pasado de una región de pistoleros no está tan presente, como la propia estética utilizada por el marketing de la serie.
De hecho, hay dos elementos que alejan bastante de esa variante hacia el western. Por un lado, faltarían más exteriores para que se creara una verdadera estética de este género. Por otro, el tono. De este género, no encontramos ese tono melancólico de ciertas películas, ni el de decadencia y suciedad (cierto hiperrealismo) vistas en series como Deadwood. En último lugar, los personajes son demasiado humanos, divertidos, reales, como para que un género tan “grande” como el western los devore.
Porque tampoco hallamos el tono minimalista, duro, seco. Ni el que podríamos encontrarnos en mucha literatura negra, ni el propio de los vaqueros desengañados del western. De ahí, que, con todos mis respetos, también disienta de considerar a Raylan Givens una especie de samurái contemporáneo. Que tiene su propio código de valores, no es cuestionable. Que esto le sitúe en una especie de aislamiento respecto a sus alrededores, ya es más discutible. En verdad, la relación entre samuráis y vaqueros es bien conocida, y tiene su tradición. Pero no creo que se aplique aquí.
Un samurái, tanto como un vaquero en la estela de los interpretados por John Wayne (en los tiempos más clásicos) o por Clint Eastwood (con los films de Sergio Leone, en el western más contemporáneo), estaría en las antípodas emocionales y de actitud de este Raylan Givens. Porque él, y en realidad, todos los personajes, hablan “demasiado” para que hablemos de ese tono seco, duro, de frases lacónicas. De hecho, sin sus diálogos naturales y bañados por el acento de la zona, Justified no existiría.
Como no existiría sin su humor. Sea por Leonard o sea por Yost, la serie se decide por un retrato de la ley y el mundo criminal donde todo el mundo comete estupideces. Los malvados de los capítulos más centrados en una episodic plot pueden, a ratos, hasta despertar nuestra compasión. Así sucede con Dewey Crowe (Damon Herriman) cuyos planes e ideas son peregrinas tanto como peligrosas.
Los malvados que centran la trama principal que dirige las temporadas son más fuertes, más complejos, pero su opción dramática es sólo diferente en cuanto a esta intensidad: el acercamiento es el mismo. Si quieres humanizar y, al tiempo, hacer verosímil el submundo criminal, hazlos humanos. A los grandes, y a los pequeños. Y hazlos, a su vez, a cada uno de ellos, grandes y pequeños.
Lo peculiar de Justified es que sus diálogos no son meramente naturalistas. Buscando ese humor, algunas de sus escenas contienen algunas de las líneas más inteligentes escritas e interpretadas de la televisión actual.
Con esto, y con unos personajes que van, vienen, cambian (el que más, Boyd Crowler, cuyo protagonismo a ratos es tan relevante como el de Givens), cometen torpezas, comenten grandes acciones, la serie nos gana. Con ello, y con algo que tal vez una más, y supere la posible confusión que ese género problemático produzca. Y ello es el tema.
La posibilidad del cambio. El papel del destino. El peso del pasado personal.
Porque, al cabo, un tema como éste sí que podría ser del western, pero también del noir, o, en el fondo, de cualquier género.
Graham Yost no lo ha olvidado en la tercera temporada, después de aquella escena, tan patética (porque Dikkie Bennet es uno de esos criminales ridículos, a la vez que atroz, a la vez que débil, a la vez que…) como dramática de la segunda temporada que ya comenté en mi resumen del 2011.
Ahora bien, y podremos verlo en próximos posts, el universo ya construído en dos temporadas esta vez permite que Justified simplemente sólo haya de reutilizar todo ese cosmos humano, sin tanta necesidad de las episodic plots. Más centrada ya en los personajes, los principales, pero siempre muy interrelacionados por los secundarios que ya llevamos conociendo durante los 26 capítulos anteriores, la serie continúa proporcionando grandes momentos.