Justin Timberlake, ‘In Time’ y el capitalismo

Publicado el 13 agosto 2014 por Ntutumu Fernando Ntutumu Sanchis @ntutumu

El modo en que percibamos la realidad dependerá de los filtros que usemos para observarla; de cuál sea nuestro paradigma para ver el mundo. En el caso de la película que aquí analizo, resulta difícil hacer una lectura diferente de la marxista.

Introducción

‘In Time’ nos sitúa en un mundo en el que, literalmente, el tiempo es oro. Un mundo que no se basa en el antiguo trueque ni en el dinero al uso, sino en uno en el que el valor usado para las transacciones de carácter económico es, literalmente, el tiempo de vida.

El tiempo es dinero, el tiempo es poder

Las personas en esta historia nacen y crecen con normalidad durante 25 años y, llegadas a esta edad, dejan de crecer y adquieren una apariencia que se mantendrá «por los siglos de los siglos». Desde que cumplen esta edad, se les da un año de vida que usarán como moneda de intercambio pero que, a su vez, deberán tratar de recuperar evitando quedarse a cero (esto significa la muerte). Este sistema podría asemejarse a los sistemas de ayudas, descuentos y/o bonificaciones que son habitualmente ofrecidos en la vida real a jóvenes y menores. Sin embargo, en el caso del mundo ideado para la película, cuando el reloj se queda a cero los personajes se quedan literalmente sin tiempo: la vida termina.

Reloj con tiempo de vida

Reloj sin tiempo de vida

¿Por qué una lectura marxista?

‘In Time’, protagonizada por el cantante y actor Justin Timberlake, habla de un sistema que parece hacer referencia al sistema capitalista imperante en el mundo real. Un sistema que, desde la óptica marxista, es percibido negativamente y descrito como un instrumento ideado, diseñado y aplicado exclusivamente para perpetuar la desigualdad.

Para que unos pocos tengan mucho, muchos tienen que tener poco

 Esta es una de las frases más impactantes y descriptivas del mensaje que esta película transmite al espectador. Se trata de una especie de “capitalismo darwiniano”, como lo denominan en el propio film. Lo describen como un sistema económico cuyo objetivo es que «los fuertes» sobrevivan y «los débiles» perezcan. No obstante –se matiza–, la diferencia entre unos y otros no se establece según la condición racial, étnica o de género, sino exclusivamente según el lugar de nacimiento. Además, como diversos críticos afirmarían sobre el sistema capitalista imperante en la Tierra, se trata de un régimen mantenido en base a la resistencia opuesta por «los de arriba» ante cualquier cambio que los perjudique y  gracias a los mecanismos que el propio sistema tiene para hacer respetar el statu quo.

Un mundo dividido en zonas; un mundo con fronteras

A diferencia de los habituales «tres mundos» identificados en la vida real, los creadores de la película nos muestran un mundo dividido en (cuatro) zonas separadas y custodiadas por el propio Estado. Así, la película en sí misma es una interpretación directa de la verdadera utilidad de las fronteras (de las zonas): el mantenimiento de la situación de explotación de una mayoría empobrecida (vulnerable) para perpetuar el de una minoría adinerada (inmortal). ¿Qué sería del bienestar de los países mal llamados occidentales si se permitiese el acceso de individuos masivamente a estos?, o ¿qué efecto tendría sobre la supremacía de Occidente si se permitiese la llegada masiva de capital a los países mal llamados orientales o subdesarrollados? “Para que unos pocos tengan mucho, muchos tienen que tener poco”, ese es el espíritu a preservar.

Mapa de zonas y de tránsito de capitales

Se controla minuciosamente quién atraviesa las fronteras, por qué lo hace, con qué capital y qué consecuencias puede tener cada uno de estos movimientos migratorios en el sistema. “Inundar una zona equivocada con ese dinero, podría hundir el sistema” –se afirma. El protagonista, en su viaje hacia la zona más elitista, atraviesa tres fronteras: en la salida de los suburbios hacia la primera zona, se le requiere el pago de un mes de vida; en el paso a la segunda zona, ha de pagar dos meses de vida; y, para acceder a la última zona, donde radica el poder, se le requiere un año de vida. Éstas, sabiendo que la mayoría de los habitantes del suburbio afirman «vivir al día», suponen cifras que hacen completamente imposible acceder más allá de los suburbios. Esto hace reflexionar sobre los discursos que hablan de del mal llamado “problema de la inmigración”: ¿cómo pagar el coste del trámite para emigrar de un país a otro con mayor desarrollo (económico) si no se poseen los recursos suficientes para asegurar la supervivencia? ¿Se comprende entonces mejor qué motiva a emigrar sin permisos y papeles? La verdadera frontera entre unos y otros no es física sino económica.

¿Es robar lo que ya fue robado? (…) No lo vea como un robo, sino como una recuperación.”

Otra de las críticas más interesantes se resume con esta frase. El protagonista y su compañera emulan a Robin Hood: le quitan a los ricos (inmortales) para dárselo a los pobres (vulnerables). Cuando se les acusa de ladrones, como bien dice la frase mencionada, se cuestionan que se trate realmente de un acto de robo pues, según ellos, es una riqueza (un tiempo) que había sido previamente sustraída a las clases bajas para sustentar la opulencia de las altas. Los impuestos abusivos, minuciosamente diseñados y macabramente controlados por las autoridades cumplen expresamente este fin mantener el control social y económico.

En conclusión, el mensaje que esta película transmite es uno en pro de una verdadera justicia social. Hace una crítica del darwinismo económico cuyo objetivo es asegurar la opulencia de unos en base a la desgracia de otros. Al final, es verdad que “para que unos pocos sean inmortales, muchos deben morir”, pero, “nadie debe ser inmortal si una sola persona tiene que morir”.


Un artículo de Fernando Ntutumu Sanchis.


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