Al trabajar en el turno de noche nunca coincide con sus colegas de la mañana, pero en cambio pasa las noches rodeado de figuras humanas: los maniquíes. Su soledad y sus ganas de compartir le llevan a interactuar con esos muñecos, conversando con ellos, jugando, y haciendo de ese trato divertido su particular “contacto con el mundo exterior”.
En su afán por hacer cosas por los demás, Justino se llegará a olvidar de sí mismo, pero sus compañeros no se olvidarán de él cuando llegue el momento de la verdad.