Los personajes de Hong toman, toman y toman y, también, hablan, hablan y hablan, del amor, del desamor, de la vida, del cine y del arte, cual versiones neuróticas y alcoholizadas de las criaturas rohmerianas con quienes, a veces, se les ha comparado y con toda razón. Porque a estas alturas del juego, ya no puede haber dudas: Hong merece la comparación con Rohmer, con Allen y con cualquier autor a quien se le reprocha que vuelve a hacer siempre la misma película. Por mí, que la siga haciendo.
Los personajes de Hong toman, toman y toman y, también, hablan, hablan y hablan, del amor, del desamor, de la vida, del cine y del arte, cual versiones neuróticas y alcoholizadas de las criaturas rohmerianas con quienes, a veces, se les ha comparado y con toda razón. Porque a estas alturas del juego, ya no puede haber dudas: Hong merece la comparación con Rohmer, con Allen y con cualquier autor a quien se le reprocha que vuelve a hacer siempre la misma película. Por mí, que la siga haciendo.