Pilar es la hermana pequeña. Celia, la mayor. Pilar vive en Barcelona. Celia, en Madrid. A Pilar le encanta el cine. A Celia, los jardines y las flores. Pilar es la hija de María Nebot y Francesc Duaygües. Celia no tiene apellidos. Pilar es una adolescente de carne y hueso. Celia, la pizpireta protagonista de una saga de novelas infantiles creada por Elena Fortún. Pilar es real. Celia, verdadera. Las dos pertenecen a sendas familias burguesas. Las dos tienen 15 años el 18 de julio de 1936, cuando el golpe de Estado de Franco cambia para siempre la historia de España. Las dos nos permiten acercarnos a la peor de nuestras guerras a través de la autenticidad de sus miradas.
“Hoy ha sido un día horrible”, anota Pilar en su diario el 19 de julio de 1936. “Por la mañana me despertaron unos tiros a las cinco”. Mientras el golpe fracasa en Barcelona, triunfa en Segovia, donde Celia y sus hermanas pequeñas veranean con su abuelo, enseguida fusilado por los golpistas triunfantes. Protegidas por Valeriana – criada fiel, analfabeta y sabia -, Celia y sus dos hermanas huyen a Madrid, donde la adolescente se convierte en testigo de la revolución desatada sin pretenderlo por la sublevación militar. “Es la novela que hubiera querido escribir Baroja – apunta Andrés Trapiello en el prólogo de ‘Celia en la revolución’ -, y no pudo: le faltó conocimiento de primera mano para hacerlo”. Es lo que le sobra a Elena Fortún, republicana de una tercera España que, como Chaves Nogales, vio y comprendió muy pronto que la democracia que amaba había desaparecido.
Elena Fortún
Elena Fortún, seudónimo de Encarnación Aragoneses de Urquijo (1886-1952), escribió su novela en 1943, pero – Incómoda para vencedores y vencidos – permaneció inédita hasta 1987, cuando Aguilar la publicó en una edición que se agotó enseguida y ha tardado tres décadas en ser rescatada por Renacimiento. Los diarios de Pilar Duaygües seguirían aún inéditos si Tània Balló y Gonzalo Berger no se hubieran preguntado cuántas milicianas combatieron en la Guerra Civil. Fue así, siguiendo la pista de Teresa Duaygües, miliciana en la fallida expedición republicana para reconquistar Mallorca, como descubrieron los diez cuadernos de su hermana Pilar. Diario y novela nos permiten vivir la arbitrariedad de la ‘justicia’ de sublevados y revolucionarios, temer a los bombarderos que atacan cada noche las ciudades indefensas, sentir el hambre que devora poco a poco a miles y miles de personas, oler la miseria de la guerra y escuchar, gracias a los magistrales diálogos de Fortún, las voces de la época.
“Cuando viaja papá, los milicianos lo toman como hombre rico y, claro, se ha de ir con mucho cuidado, o si no con dos tiros terminaban con él”, anota Pilar el martes 17 de noviembre de 1936. Pilar, ferviente antifascista, permanece protegida por su familia durante toda la guerra, Fortún, en cambio, expone a Celia a múltiples peligros, en una narración de ritmo trepidante, que atrapa al lector desde sus primeras líneas. “¡Esto es la revolución! – nos cuenta Celia – Yo me había imaginado las revoluciones con muchedumbres aullando por las calles (…) Aquí hay silencio, polvo, suciedad y hombres que ocupan el tranvía con fusiles al hombro… pero que en lugar de atacar parece que nos defienden de un enemigo misterioso y oculto debajo de la tierra…”
Pilar Duaygües en su juventud
Las desventuras de Celia por la retaguardia republicana (Madrid, Valencia, Albacete, Barcelona) nos dejan imágenes inolvidables. La curiosidad morbosa y enfermiza de los madrileños que cuentan los cadáveres de los ‘paseados’ que bajan por el Manzanares, el tren abarrotado que espera horas en la estación de Valencia rumbo a Albacete porque ya no hay horarios, el momento en el que Celia pide a unos milicianos que no fusilen al hombre que llevan ‘de paseo’, los niños que juegan a fusilarse… Hay capítulos magníficos, como aquel en el que Fortún nos lleva con Celia al barrio de Argüelles, bajo una lluvia de cañonazos que matan a familias enteras que se resisten a dejar su casa o que huyen entre las bombas llevando las pocas cosas de valor material o sentimental que pueden recoger, incapaces de cerrar las puertas de sus viviendas, desencajadas por las explosiones.
Las dos muchachas, la real y la verdadera, madrugan para hacer cola durante horas por una comida incierta. Las dos pasan frío y hambre. Las dos se enamoran de jóvenes milicianos que no volverán a ver. “No sé por qué me parece que los que vienen del frente no saben nada – nos cuenta Celia tras escuchar a su amado Jorge, miliciano protector, hablar con su padre -. Ellos, en cuanto avanzan unos kilómetros y toman dos pueblos, ya se creen que la guerra está ganada…” Celia sabe que la oscura certeza de la derrota ha convertido en papel mojado el dinero republicano mucho antes de la rendición final. Me gusta fantasear con la idea de que Pilar y Celia se cruzaron un día en una calle de Barcelona. Es una imagen tan imposible como verdadera. Basta con comenzar a leer esta novela extraordinaria y este diario tan original. Es el mejor homenaje para una generación a la que sus mayores robaron los mejores años de su vida.
‘Celia en la revolución’. Elena Fortún. Renacimiento. Sevilla, 2016. 352 páginas, 19 euros.
‘Querido diario: hoy ha empezado la guerra’. Pilar Duaygües. Espasa, 2017. 352 páginas, 19,90 euros.
Pd.: Y con esta entrada llegué a las 300, ¡300! Gracias por seguir ahí, después de tantas palabras.
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