no sabemos
qué vamos a hacer con el miedo, no sabemos qué vamos a hacer con el
vértigo, no
sabemos qué vamos a hacer con el tiempo, pero recogemos la basura, la
basura de
plástico, la orgánica, el papel, y vamos al supermercado, antes de
entrar
arrojamos el plástico, las raspas del besugo, los huesos del pollo y el
periódico de anoche en los contenedores soterrados
en mi pueblo
han puesto muchos, se ve el pueblo distinto, el pueblo moderno, un
contenedor
soterrado dice más de un pueblo que una estatua de pablo neruda en una
plaza
los poetas
casi nunca merecen estatua en plaza salvo que, oh azar, oh delicado
atropello
de las horas, oh infinito en el ojo de la divinidad, el poeta haya
nacido a la
vera de esa plaza, en la calle aledaña, en una casa de dos plantas, más
bien
humilde, donde la concejalía de cultura y bienestar doméstico ha
construído un
santuario turístico al que vienen frikis del verso endecasílabo, vienen
en
tromba, leen a whitman, vienen alucinados, vienen y declaman capitán
oh mi
capitán, leen a rilke, todo lo que a me entrego se hace rico y a
mí me
deja pobre, leen a vuelaojo versos historiados, se asedian a versos
mientras afuera la realidad se adensa en lluvia, leen a whitman en
comandita,
en recitales, en las posadas, leen a whitman inverosímilmente en los
espacios
cerrados que amenizan los jóvenes trovadores del régimen culturalista,
dentro de la
lluvia está whitman, está neruda, están todos los poetas magníficos de
los
libros, los que en vida salían a la calle y recitaban el orden natural
de las
cosas, las odas a las cebollas, las múltiples odas a todas las cebollas
infinitesimales del mundo, ah las cebollas de neruda, ah el territorio
áspero
de polvo sideral recién caído del barbudo y lisérgico whitman,
no sabemos
qué vamos a hacer con las odas elementales, con los versos más tristes
esta
noche, podemos sacar la basura, depositarla sin protocolo en los
contenedores
soterrados, el orgánico, el de plásticos, el de papel, esta vez no llevo
botellas, pero hay un contenedor verde chillón con una boca menudita por
donde
el cristal se abisma hacia una oscuridad ruidosa a salvo de de la luz y
del
fragor de los colores
las horas
crujen como la ginebra en el cerebro, las horas duelen como un retrato
de
baudelaire, las horas en vilo del poeta en lo hondo, abriendo puertas,
contando
sílabas, destrenzando tramas, buscando el origen del mundo en el pubis
angelical de las cuatro de la madrugada,
mi corazón
va al supermercado, llevo en un bolsillo la lista de la compra, el
detergente,
la cerveza, la leche, el suavizante, llevo en un bolsillo a bill evans,
no sé
cómo se puede ir al supermercado sin waltz for debby en el bolsillo, sin
ese
extracto de cinco minutos escasos del cerebro tóxico de un genio con
gafas de
pasta, cara de matemático y pelo jim morrison antes del sacrificio, pero
nada
me satisface más que este festín de las palabras antes de ir a la cama,
demorándome en un hilo, atendiendo otro que me llama desde dentro,
pensando en
las toxinas como verdadero motor artístico del mundo, ay si no fuese por
las
toxinas, por el cáncer del miedo, por la metástasis de la perversidad
creativa,
las cosas
importantes están en lo hondo, valen cuanto más hondo están, se
desvanecen, se
fragmentan, se mueren en la superficie, al oro del aire se van muriendo
sin que
podamos insuflarles un adjetivo, un verbo místico, éxtasis fonético,
sublime
polvo de letras, lo que whitman con su barba prehistórica, lo que neruda
con su
cara de profesor de latín, lo que baudelaire con su gesto esquizoide, lo
que
whitman, neruda y baudelaire sabían
el poeta conoce
el ruido del universo, ve en los pasillos del supermercado secretas
líneas de
texto cósmico que los demás no ven, el ruido sin intención de los átomos
de luz
que nos embriagan de colores, el poeta está alerta, vislumbra lo que no
está,
lo inventa, un dios es el poeta, un dios nebuloso y responsable
el poeta no
está en contradicción con el universo, es el único sujeto que no está en
contradicción con la mecánica celeste, el poeta ve los arcanos, el poeta
entra
en un supermercado, saca del bolsillo la lista de la compra, lee los
apuntes,
la letra extraña, escrita aprisa, la caligrafía de la rutina está en las
listas
de la compra, es la rendición semántica de nuestra esclavitud en el
mundo
uno escribe
leche porque una botella de leche o dos o un pack de seis le espera como
la
noche espera al día, en el extravío de esta crónica de mis vicios me
observo
con detalle, me declaro ajeno, me miro desde lejos, no me conozco, no sé
quién
es quien escribe, el que encuentra las palabras conforme las teclea, el
que hace
años que no ve a su amigo juan porque no sabe dónde está juan, aunque
piensa a
menudo en juan, en los bares en san fernando, en la cerveza con mucha
espuma,
en los bocadillos de tortilla de patatas, en las historias del exterior
que
amenizaban las historias del interior, pienso en juan, pienso en maría
jesús,
pienso en maría del mar, que me recogía en el panda de un primo y me
dejaba a
pie horas más tarde, después de haber oído la música acuática de haëndel
en un
cassette sanyo muy viejo, en una cinta tdk muy vieja, en un piso de
alquiler
sin muebles casi, pienso en your song cantada en un jardincito urbano
con
antonio y con auxita, pienso en whitman leído en un ascensor, pienso en
baudelaire hace poco días, en el bolsillo de mi abrigo de invierno, el
bueno,
la edición de las flores del mal que tradujo jacinto luis guereña y
editó visor
en ese negro mítico que ilumina los ojos de los buenos aficionados a la
poesía,
pienso en todas esas cosas que no están o que están a trompicones o que
sólo
están cuando uno hace un esfuerzo verdaderamente considerable para que
estén
confío en mí
mismo, confío en la memoria a la que le debo mi vida, ignoro qué sería
de mí si
me fallase, si de pronto se me fuesen muriendo los nombres, el menú
interactivo
del guión, las corrientes de aire en el piso de la calle de la
biblioteca,
beautiful girl en samarkanda, jack daniels en el chiringuito oyendo
sledgehammer a la medianoche
va uno
copiando en la lista de la compra el detergente, la leche, la cerveza,
la
mantequilla pero no puede ir copiando el afecto, la ternura, la
sinceridad, el
júbilo, en esas palabras grandes de homilía de la vida es donde está
debby, la
sobrina de bill evans a la que dedicó el vals que escuché anoche una vez
más
mientras regresaba a casa lentamente, demorándome en los escaparates,
buscando
prodigios en el aire, buscando a whitman en el cláxon de la furgoneta
que casi
derriba a un motorista, septiembre es una fiebre de metales metafísicos
mi amigo k.
me ha pedido que deje de escribir en este blog textos automáticos,
escribir por
escribir, sin pensar, me dice que no es manera, él cuida esos detalles,
exhibe
un pudor del que yo carezco, me gusta exhibirme, presentarme a la
espontánea
audiencia, hablar de whitman, hablar de neruda, hablar de baudelaire,
hablar
sin otro objeto que ocupar el espacio en donde antes de que hubiese
palabra
únicamente había silencio, el moribundo silencio de los abrazos que se
fracturan, el tiempo sin conciencia, las horas como un fardo, las horas
sin
rellenar de luz, las horas sin bendecir por ningún prodigio de ésos que
la
belleza ofrece a beneficio de quien está atento y lo recoge, las horas
infinitas del tedio vencidas por las horas infinitas de la alegría
sencilla de
ser feliz unos minutos al menos, somos custodios de una felicidad
partida,
buscamos a diario la luz entre la sombra del tiempo, somos la herida
iluminosa,
el milagro paradójico, el despejador de incógnitas en el álgebra
teológica, el
astrofísico del alma, somos el beso nocturno, somos whitman tumbado en
el
centro exacto del universo, mirando arriba, mirando dentro, buscando
arriba,
buscando dentro
a k. no le
gusta whiman por sencillo, no ve dentro, se deja confundir por el peso
liviano
de las palabras, por su aparente fragilidad, pero dentro de whitman está
la
clave del universo, la ecuación absoluta, el texto secreto, la llave
antológica, dentro del poeta whitman está baudelaire, dentro de neruda
está
whitman, está baudelaire, está la poesía trágica y la poesía cómica, el
verso
que blande un grito y el verso que tutela una levísima caricia, estos
alivios
de sábados por la mañana, oyendo jazz, pensando en juan, en maría del
mar, en
bill evans, en los años sin fluido, en los años sin dinero en el banco,
en los
años rosados de paseos por la judería a la vuelta de los pubs gloriosos
del
centro, en los años de danza invisible, en los años de robert smith
diciendo
que los niños no lloran, en los años de la universidad frenética de la
vida,
jugando al billar en el cairo, inventando versos en la clase de
pedagogía,
comprando discos en simago, viendo fantasmas en los surcos, objetos muy
livianos de belleza ectoplásmica, invisible al ojo desatento, sólo
presente si
te dejas conducir despacio, muy despacio
pienso hoy
en juan, en whitman, en los países metálicos de la infancia sin libros,
en toda
esa adolescencia sin sobresaltos en la que pude descubrir al yo
vigilante, al
yo auténtico que luego, al correr de los años, deviene siempre un yo
transeúnte, un yo caótico, el errático escribidor de insomnios, el
amanuense
febril que en las horas últimas del día se concede el inocente placer de
creer
que alguien afuera va a tomarse en serio lo que ni él mismo, ya lo
advierte k.,
se toma, pero van los días pasando, los días en su vértigo
no sabemos
lo que es el vértigo, lo que son las horas, las bebemos a sorbos
grandes, las
mordemos con entusiasmo, creemos que las podemos convertir en palabra,
decía
cortazar que el frío complica siempre las cosas, y en ese plan es uno
feliz deseando
menos, evitando el frío, buscando a debby en un vals, en la lista de la
compra,
en los códigos de barras, en el sueño,
k. busca a
debby en evans, me enseñó a descubrir el texto dentro del texto, la
melodía
dentro de la melodía, el tiempo en el tiempo, el espejo en su hondura,
pero
ahora él se cierra, se aleja, huye, k. es un falso, eres un falso, le
cuento,
me mira, me analiza, sabe que le conozco bien, llevamos una vida juntos y
hemos
tenido las trifulcas juntas, alguna desavenencia, livianas frivolidades
de dos
que se condenaron a entenderse, la rutina del yo que se escinde y va al
mundo
solo y vuelve dolido, una especie de avatar, qué quieren que les diga,
el
avatar posible, los poetas nunca merecen estatua en plaza, la adquieren a
lo
mejor tarde, es posible, la adquieren a título póstumo, en el barrio en
donde
nacieron, con los vecinos mirando con orgullo, los poetas son una
especie
aparte, se dejan crucificar por el viento, son capaces de estar una
noche en
vela buscando el adjetivo perfecto, los poetas beben mundo, hoy he visto
la
realidad en forma de poesía y he visto al poeta beberse el mundo,
abrirse el
pecho a media tarde, contar las horas huecas del corazón, las horas
fértiles,
el atlas del corazón convertido en un discurso analizable
morfológicamente, he
visto al poeta zarandeado, al poeta manumitido de las reglas, vértice de
luz,
túnel de luz, secreta voluta de luz perfecta, pienso en todas estas
cosas, las
pienso ametralladamente, las pienso de dos en dos y de cinco en cinco,
sin
manejarlas, sin pensarlas realmente, más que pensarlas, las expulso,
dentro de
mí duelen, adentro me hieren, las libero, las alzo con las dos manos,
las alzo
con la boca llena de palabras, las escribo sin que me de pudor la
escritura, la
escritura no debe dar pudor, ninguna escritura, ningún corazón se debe
esconder
de la luz, se cierra el ojo, se nubla el verbo, se acaban las palabras,
se
acaba baudelaire tonight, se acaba la tromba fonética y no he
escrito
nada que pueda luego contar a nadie
k. conduce
los suicidios diarios del alma con poética convicción de servicio, k.
conduce
los suicidios diarios del alma con poética convicción de lujuria,
conviven en
el alma de k. la fuerza telúrica, la cósmica y la cibernética, están en
su
corazón letraherido los impulsos elementales del éter y la arquitectura
de bits
del último cachivache de apple, pero k. es un elegido y me confiesa que
por las
noches sueña con ovejas eléctricas todavía
a k. le entretiene el ruido de la noche, se aposta en
la ventana y registra en un magnetofón marca sanyo los cláxons, las
discusiones de las parejas, el motor del camión de la basura, luego la
noche abre un conducto en el ruido y extrae el silencio y lo ofrece como
un regalo para quien lo entiende, k. es un gourmet del silencio, lo
aprecia en un grado extremo, pocos comprenden el sentido del silencio,
la marca indeleble que deja, hay en el silencio, sostiene k., un mundo a
descubrir, contrariamente a lo que opinan la mayoría es en el silencio
en donde está el verdadero vértigo del mundo, en donde reside la
naturaleza metafísica del cosmos, pero no podemos asegurar que vaya a
continuar realizando esta gesta, no tiene cintas suficientes, k.
necesita un espacio enorme en donde ir guardando las cintas que ha
impresionado el magnefotón marca sanyo, los cláxons, las discusiones de
parejas, el motor del camión de la basura, todas esas sencillas cosas