Kafka: el misterio de la literatura

Por Verdi0381

                                                          Franz Kafka, un retrato del siglo XX


«Habla un discípulo de Kafka, un tardío discípulo de Kafka»
Jorge Luís Borges

Para hablar de la literatura del siglo XX, se debe pasar necesariamente por ese tamiz llamado Franz Kafka. Si bien en el romanticismo tardío podemos prefigurar el modernismo ya en figuras de la talla de Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, Sacher Masoch, es justamente en la figura del escritor nacido en Praga que los valores vanguardistas –y aun, tozudamente posmodernos, como gustan llamar los críticos hoy a lo que no entienden− toman forma en la literatura. Si bien Franz Kafka (1883-1924) nació en una familia de tradición judía, sus padres eran heterodoxos en la manera de asumir tal condición en un momento convulso para Europa con crecientes ideologías antisemitas y nacionalismos acendrados. El muchacho de aspecto enjuto y rasgos elegantes, se doctora en derecho e ingresa a trabajar en una compañía de seguros llamada Assicurazioni Generali, que le ofrecerá una próspera carrera como empleado burocrático. De cualquier forma, el anhelo de Kafka será el de convertirse en un escritor. Uno como Cervantes, Flaubert, Dickens o Goethe, un titán.                                                                           Max Brod y KafkaSus obras gravitan entre la desazón metafísica, el desconsuelo de los ámbitos burocráticos, el absurdo pietismo por el poder y la sensación de soledad y desamparo absoluto de la condición humana. En sus obras, el mundo y sus entes, permanecen ahí como espectadores estáticos, ante el fenómeno natural de las acciones humanas. Pocos escritores –excepto Dostoievsky− han conseguido plasmar con tanto dramatismo el conflicto interno de ese juego dual de rivalidad soterrada que existe en la relación entre padres e hijos. La figura del padre –filial o metafísica− es una presencia amenazante en la obra kafkiana, como una quimérica fantasmagoría de los estratos más hondos de la psique. Su relato La Condena o La Carta al Padre, son ejemplos paradigmáticos. En lo referente a lo metafísico, algunos han querido ver una posible crítica a la teología ortodoxa desglosada crípticamente en el relato Ante la Ley: la imposibilidad de alcanzar un poder inexistente pero eso sí, siempre impuesto.                                                                       Kafka en la vieja PragaParece que los fracasos a los que la cultura europea y su intento por imponer la razón, durante el siglo más demencial de la historia, están perfectamente radiografiados en su literatura. Un sentimiento de renuncia constante, reflejado en sus cartas a Felice Bauer o en sus Diarios, donde manifiesta que la resistencia cotidiana contra la vida es totalmente inútil ante la presencia inexorable de la muerte, es la impresión que queda inmediatamente tras la experiencia de su lectura. Kafka bien podría ser el escritor de su siglo. Su intención expresa (según hagiógrafos, semejante a la del poeta Virgilio con su Eneida), de que sus manuscritos fueran destruidos por Max Brod, tras su muerte a causa de una tuberculosis en 1924, lo ha puesto inmediatamente en los altares literarios. La renuncia también, a contraer un compromiso marital con sus parejas, fue otra metáfora de la derrota existencial a la que estamos sentenciados de facto con nuestro destino de mortales. Hay un breve texto que aclara de manera conmovedora el tremendo humanismo implícito en la obra kafkiana. 


Jordi Serra I Fabra en un texto llamado Kafka y la Muñeca Viajera cuenta la historia de cómo Kafka en un parque se encuentra a una niña que llora desconsoladamente. Al preguntarle cual es el motivo de su llanto, la niña le dice que ha perdido su muñeca. El escritor la consuela diciéndole que de ninguna manera debe ponerse triste. De hecho su muñeca no se ha perdido, sino que ha emprendido un viaje por el mundo y lo ha encargado a él de comunicárselo a ella. La niña fascinada por la inteligente réplica de Kafka, pregunta al escritor si puede hacerle llegar las cartas de su muñeca; él acepta entregárselas diariamente en el parque. Todos los días Kafka escribe una carta para persuadir a la niña de que su muñeca viaja por todo el mundo como si fuera un personaje de la novela de Verne. Ante la imposibilidad de sostener la mentira y la inexorable verdad de la condición de salud del escritor, su novia lo obliga a dejar de una vez por todas la farsa. Pocos días después, Kafka muere víctima de la tuberculosis. Esta novela deja inmediatamente una moraleja en el lector: la niña que llora desconsolada en el parque, bien puede ser la humanidad, pidiendo nuevas historias de Kafka, para así al menos hallar un bálsamo que la anime a no renunciar a creer en la esperanza.