Me estabais echando de menos... lo sé... hermanos y hermanas, si yo os contara... que la vida da más vueltas que un vinilo de 7 pulgadas. Y como quiera que poco, o muy poco puedo hacer, volvamos a lo que sí sé, ejercer de juntaletras amateur, viajero forzado y turista ocasional.
Ahhh, Estambul, crisol de culturas, puerta de Europa, Asia a un lado, al otro el Mediterráneo, a mis pies el imperio otomano y más abajo Constantinopla. Y allí me fuí, el día que cayó la mayor nevada que mis ojos han visto en mi ciudad, conurbación o lo que sea, haciendo, una vez más, alarde de u n sentido de la oportunidad que para sí quisieran muchos. Como viene siendo costumbre, nos ahorraremos detalles desagradables, así que mejor nadie me pregunte por las razones que me llevaron a Turquía, por primera vez en mi vida.
Claro, cuando tu vuelo sale con tres horas de retraso, y con la que cayó, todavía podemos dar gracias de que saliera finalmente, sabes que la cosa no va a ser sencilla. Acaso alguna vez las cosas son sencillas? Aterrizaba en Estambul a las doce menos cuarto de la noche, y tras el trámite aduanero, que consistió en pagar 15€ por un "visado" (¿alguna vez os habéis sentido engañados?) y una cola indecente, oía cómo la megafonía del aeropuerto me reclamaba hacia el mostrador de información. A ver, cuando dicen tu nombre en un aeropuerto turco a las doce menos algo de la noche, quieras que no, da mal rollo. Luego recordé que mi contacto me prometió que me recogerían en el aeropuerto, aunque no me dieron dato alguno de quién o qué me iba a recoger, y con mi retraso (horario), y al no recibir pensé que habrían pasado de mí. Pero no, resulta que había una persona esperándome, con un cartelito con mi nombre. Un chico joven que, como luego vería que era la tónica general, su inglés se reducía a hello, y poquita cosa más. Me metí en su coche, y luego descubrí que no era un taxista ni un profesional del ramo: era un pobre pringado de la empresa a la que iba a visitar al día siguiente que por alguna razón que desconozco le tocó joderse la noche y llevarme al hotel. La conversación no podía ser menos fluída, imaginad cuando estáis hablando con alguien que quiere decirte algo por cortesía y le sale una frase en inglés que sería algo así como "vuelo irá qué tal tuyo?". Ay, el doctor Zamenhoff, qué gran visionario era. No sin dificultad, me deja en el hotel y me dice que me recogerá a las 10. Me parece extremadamente tarde, pero diablos, también era muy tarde cuando llegaba a la ciudad, así que no puse pega alguna.
A las 10 no había nadie, y comenzaba a dudar de que me hubiera entendido con mi amigo el turco políglota. Pero por lo menos apareció a las 10'20. El mismo tipo de ayer. La conversación, obviamente, era nula, y la situación algo tensa, imaginad que estáis en un coche con alguien que tiene el detalle (aunque le obligaran sus jefes) de llevarte y con el que no puedes ni hablar del tiempo.
Primeras impresiones de Estambul: una ciudad con un tráfico infame. Los carriles no son los que están pintados, sino que depende del número de coches que quepan. Los peatones cruzan indiscriminadamente las calles. Los intermitentes, claro, están de adorno, y ni incluso el cláxon usan... se supone que ya están acostumbrados. Pero yo he de reconocer que temí por mi integridad. Por otra parte, Estambul, callejeando, me recordaba a las zonas cutres de mi barrio de Barcelona, pre-Juegos Olímpicos. Moderna, pero cutre.
Llegamos a la empresa, y mi contacto al menos sí que habla inglés. Me lleva a su oficina y me ofrece un té. Yo ya estaba de los nervios, diez y media largas y el tipo se entretiene con tés y chorradas. Pero hay que reconocer que su ritmo es diferente. Todos lo asumen, y por lo tanto, no hay problema alguno. Era yo el que tenía problemas, pero esa es otra historia. La cosa, sorprendentemente, va mucho mejor de lo que pensaba, y ellos amablemente se ofrecen a llevarme a cenar, dos de los pocos con los que podía hablar un inglés razonable. En estas situaciones, lo reconozco, soy bastante rancio, y nunca me apetece ir a esta clase de historias sociabilizadoras. Por desgracia, casi nunca te puedes negar.
Estambul tiene un tráfico de mierda también por la tarde, y si alguien pensaba que en marzo en Estambul hace buen tiempo, se equivoca, lluvia, frío y un clima, en general, de mierda. La cena, sin embargo, está bien, me llevan a un bar restaurante majo, un rollo muy occidental en una parte de la ciudad que pasaría por totalmente europea. Esa parece ser una pequeña obsesión del turco, por lo menos de los que conocí: ellos, a pesar de ser mayoritariamente musulmanes, no tienen nada que ver con el islam radical o extremista, ni siquiera con el islam como forma de vida como en Pakistán o el Magreb. Y se consideran plenamente europeos. Insisten en cosas como que hace una semana con fin de semana sábado-domingo, como en Europa, y sí, puedes oír de fondo, a media mañana, llamada a la oración por parte del muecín y puedes ver algún que otro pañuelo cubriendo algunas mujeres, pero también puedes ver a chicas vestidas y pintadas como en Barcelona, a mujeres trabajando normalmente y ellos mismos dieron, conmigo, buena cuenta de varias cervezas con alcohol. Por cierto, una cosa me hizo gracia, la cerveza local es la Efes Pilsen, nombre que yo siempre había asociado al mítico equipo de basket de Estambul, y nunca me había parado a pensar que era una marca comercial. La cena, por cierto, delicatessen típicas de varios tipos de carnes, deliciosa. Y el café, pues no me gustó tanto como decían.
Al día siguiente, me dijeron que me recogían... una vez más, a las 10. En fin, para qué iba a discutirme. La faena estaba casi completada, y el día fue bastante perdido. El día anterior les había dicho que esa tarde quería hacer algo de turismo, ver Santa Sofía, y esas cosas típicas, en la medida de lo posible. Pues por la tarde plegamos antes y se empeñaron en llevarme a hacer una pequeña tournée turística. Por más que les dije que no hacía falta, que me apañaba bien solo, no aceptaron un no. Y sí, lo habéis adivinado: prefería irme solo y a mi aire. Pero hay que reconocer que eran unos anfitriones estupendos.
De modo que tragando una vez más tráfico horroroso, lo cuál era ya un clásico, me llevaron a la antigua Basílica de Santa Sofía, más tarde mezquita y ahora simplemente museo. Estaba cerrado, y por fuera no me impresionó tanto. Pero justo enfrente estaba la Mezquita Azul, y eso sí me impresionó. Realmente preciosa. Y estaba abierta, así que entramos. Nunca había entrado en una mezquita, y mi acompañante se dedicó a explicarme los usos y costumbres del musulmán, lo cuál estuvo curioso. El lugar ciertamente impresiona. Una vez fuera, había anochecido ya, y aunque no llovía, hacía un frío del carajo. Pese a ello, insistieron en llevarme a cenar. Y lo reconozco, ahí sí que estuve a punto de mandarles a tomar por saco, lo último que me apetecía, tras el día trabajando (bueno, más o menos) y las visitas, y el frío, era otra cena formal. Cómo negarse, no obstante? El día que aprenda a negarme me ganaré muchas enemistades pero me comeré menos marrones.
Se empeñaron en llevarme a un restaurante frente al Bósforo, recorriendo la zona portuaria. Pero amigos, esa noche jugaba el Besiktas, y pasábamos frente al estadio, así que tardamos nada menos que hora y media en llegar al restaurante. La cena no vue tan buena como la de la noche anterior, pero no me puedo quejar. Por lo menos no, en ese sentido. Aquella mañana habíamos comido en un centro comercial (ojo al dato, detector de metales al salir del parking, para acceder al centro), bastante bien para ser lo que era. La verdad es que a nivel de comidas, probé platos locales y me gustaron casi todos.
Y así concluía mi estancia en Turquía. A la mañana siguiente tocaba madrugón para coger el avión, y por lo menos pude dormir todo el vuelo de vuelta. Para concluir, explicaré que al salir, y por primera vez en muchos años, una guardia civil me pidió que abriera la maleta. Así que nada, la puse sobre la mesa y le quité el candado. El caso es que llevaba una maleta clásica trolley, y en la parte que se abre, sabemos que suelen tener un compartimento, y allí hablía dejado la ropa interior sucia. Pero no había cerrado bien la cremallera, de modo que al abrir la maleta, y por los meneos sufridos en el avión, supongo, salieron disparados los calzoncillos del día anterior. No pude más que forzar una sonrisilla estúpida y devolverlos a su sitio. Definitivamente, la agente no quiso remover entre mis calzoncillos y calcetines sucios, lo cuál yo y mi dignidad se lo agradecemos.
Y con este capítulo que aporta el toque de glamour (ya sabéis, soy un tipo con clase), me despido... hasta pronto. Espero.
Canciones.
Fun Lovin' Criminals: "Classic Fantastic"
Bob Dylan: "Maggie's Farm"
Iggy Pop: "Success"