Anna comenzó de nuevo a pensar. Pero el fátum del amor, que entre millares de seres elige a uno solo, la había elegido. Ley absoluta cuyo origen permanece inescrutable; que es independiente de las circunstancias exteriores, del aspecto, el carácter y las cualidades personales del otro; que es o no es; pesada como el plomo e ingrávida como un aroma; más pequeña que un átomo y tan grande como el mundo; capaz de elevar al hombre a una suprema felicidad y de hundirlo en el dolor hasta hacerle envidiar a una rata. El misterio impenetrable se había abierto en ella. (Pág. 62).
Leonhard Frank
En general, Karl y Anna me ha parecido una nouvelle sutil, elegante y precisa, de ritmo ágil y estructurada de tal forma que recuerda a una obra de teatro —no en vano se representó en diversos países—, con el escenario y los personajes de cada capítulo perfectamente delimitados, y unos secundarios (los vecinos) que actúan como coro. Al pensar en el libro me vienen a la mente conceptos como el amor, el paso del tiempo, la distancia, el deseo y el deber, la desesperación, la soledad, la supervivencia. El desenlace, brillante, consigue que la obra perdure un poco más, que el lector siga pensando en ella, maravillándose por los abrumadores efectos que puede llegar a tener una decisión. Me reitero en que una trama como esta solo tiene cabida en el contexto de una guerra, cuando las reglas de lo que llamamos normalidad se rompen. En definitiva, una novela para leer con pasión y releer con calma que no defraudará a quienes disfruten de las historias que van más allá del entretenimiento y tienen un trasfondo significativo. Muy, muy recomendable. Las fotografías pertenecen a la película Desire Me (1947), inspirada en la novela.