Es el término japonés para “trabajar hasta la muerte”, lo que le ha sucedido a Matsuri, la chica de la fotografía que terminó por quitarse la vida tras jornadas interminables y acumular más de ciento cinco horas extraordinarias al mes. Si no fuese por lo trágico del suceso, por el drama que suòne la pérdida de una vida humana, de cualquier vida, y más siendo en estas circunstancias, cabría el humor negro de compararla con los autónomos de este, nuestro país. Si desapareciesen, cerraría España.