Katy Perry ha tenido un problema con su último disco y es que, desde antes de su lanzamiento, ya estaba condenado.
A pesar de que “Chained to the rythmm” ha alcanzado unas cifras que serían envidiables para muchos de los cantantes pop del panorama actual, se le ha tildado de fracaso solo por no igualar las cifras estratosféricas obtenidas con los sencillos editados durante sus dos discos anteriores (“Teenage dream” y “Prism”), que consiguieron un éxito apoteósico tras otro.
Con los siguientes singles (“Bon appétit” y “Swish swish”), la cosa ha empeorado estrepitosamente y al disco ya se le ha hecho la cruz. Ahora que parece que debe bajar de su trono, veamos si es verdad que “Witness” es tan malo. Para empezar, es un poco largo (15 temas) y no todos son imprescindibles como pasaba en los trabajos antes mencionados.
Además, este álbum supone un cambio estilístico que acaba estando muy bien llevado; ahora esto es un electropop influenciado por las tendencias noventeras y el house, que ya se dejaba entrever en “Prism” con canciones como “This moment”. Los cinco primeros temas y los singles son imperdibles y de una calidad indiscutible, especialmente “Roulette”. No obstante, las baladas, a pesar de ser bonitas, suenan a algo que ya hemos oído, hay medios tiempos que resultan algo irrelevantes (“Tsunami”) y otras que, aunque molan, no terminan de explotar para convertirse en temas míticos a la altura de sus predecesores (“Pendulum”, por ejemplo).
Eso sí, del contenido político que se anunciaba que caracterizaría el álbum no hay ni rastro (salvo “Chained to the rythmm”). Se trata más bien de un disco de búsqueda personal. Y en ello está Katy, buscándose cuando ya parecía haberse encontrado con unos álbumes anteriores muy definidos. Nota: 3/5.
Witness