Dentro de la visita que realizamos al pequeño museo, donde exponían diversas piezas relacionadas con el cultivo y elaboración del café, también pudimos hacer catas de diferentes tipos de cafés, a cada cual mejor, con un aroma muy intenso y con mucho cuerpo, algunos de ellos iban aromatizados con vainillas y otros ingredientes exóticos. No es de extrañar por tanto que el café de Kauai sea muy apreciado por los amantes del café en todo el mundo. Fue toda una experiencia conocer la Kauai Coffe Company que, con tantas degustaciones cafeteras, abandonamos con los nervios a flor de piel.
La siguiente parada que hicimos en nuestro recorrido por las semi desérticas carreteras del sur de la isla fue en el ascenso en busca del Cañón de Waimea. Y es que las vistas que ofrecía ese punto de la ascensión eran de infarto, con la pequeña población de Waimea a los pies, y la playas y el profundo azul de mar como telón de fondo. Incluso era avistable a pesar de la espesa bruma una de las islas menores del archipiélago hawaiano, la Isla de Nihau.
Volviendo la vista 180 grados pudimos contemplar el punto donde el Cañón de Waimea comenzaba a desaparecer, y se fundía con la llanura en la costa suroeste Na Pali de la isla, ya muy cercano al litoral y las playas.
Y por fin, después de una larga ascensión plagada de curvas cerradas apareció ante nuestros ojos...
A pesar del relativamente pequeño tamaño de la Isla de Kauai, es la más pequeña de las cuatro islas principales, ésta reúne una increíble variedad de paisajes. Sirva de ejemplo las cambiantes condiciones meteorológicas que se dan en a penas unas decenas de kilómetros. Mientras la zona sur y este de la isla mantiene un clima bastante cálido y estable con precipitaciones relativamente escasas, el Monte Waialeale, que se eleva más de 1.500 metros en el centro de la isla, está considerado el lugar más húmedo de la tierra con un promedio de 350 días de lluvia al año.
Y aunque nos hubiera gustado ir a conocer los acantilados de la costa Na Palí, el dificultoso acceso a la misma y la lejanía nos hizo decidir dejarlo para la próxima ocasión que visitemos la isla. Una visita que en un futuro planeamos de varios días de duración para no dejarnos absolutamente nada sin explorar. Esta decisión nos permitió hacer otras paradas y disfrutar de las maravillosas vistas que nos ofrecía la carretera que nos llevó desde el pueblo de Waimea hasta regresar a Nawiliwili. Todo el recorrido está salpicado de maravillosas calas con pequeñas playas a penas ocupadas por unas pocas personas, encantadores hoteles con la típica arquitectura local y pequeñas pueblos donde la vida trascurre lentamente. En todas y cada una de las calas era posible ver a algunos surferos disfrutando de esas olas largas tan características de esta época de año en Hawaii.
Uno de los rincones con mayor encanto lo formaba una pequeña cala rodeada de vegetación y rocas. Por un pequeño agujero en una de las rocas se elevaba un chorro de agua a presión cada vez que las olas se colaban por debajo de la plataforma rocosa. Se asemejaba a un géiser aunque con un origen completamente diferente.
Y aunque el calor apretaba bastante a esas horas y apetecía darse un baño decidimos continuar hasta la Bahía de Nawiliwili y pasar el resto de la tarde en la bonita playa de Kalapaki.
Nuestras últimas horas en la Isla de Kauai las pasamos en la playa de Kalapaki disfrutando de su fina y dorada arena, y de las fabulosas vistas de la Bahía de Nawiliwili. Resulta difícil aburrirse de contemplar el paisaje que envuelve a tan privilegiada bahía, de como las laderas de las cumbres que la rodean se deslizan hasta morir en la orilla de la misma. Sabía de antemano, por lo que había podido investigar previamente, que iba a ser un lugar para recordar, pero como muchas veces ocurre me quedé corto en mis expectativas. A primera vista me recordó mucho los perfiles y contorno de la Isla de Moorea.
No resulta nada difícil olvidarse del mundo en este lugar, mientras intentas coger olas encima de una tabla
Viendo esta instantánea con las abruptas y escarpadas montañas muriendo en la misma orilla de un mar azul, junto a maravillosas playas paradisiacas, perfectamente podríamos pensar que nos encontramos en Moorea, en la misma Polinesia Francesa.
La playa de Kalapaki es una buena opción de alojamiento en la Isla de Kauai. A pie de playa se levanta el fantástico hotel Kauai Marriott que ofrece una gran variedad de servicios para hacer la estancia muy agradable. También alrededor del hotel, en la pequeña población, es posible contratar excursiones de submarinismo, avistamiento de ballenas, alquileres de canoas o practicar el surf, o mejor aún, el paddle surf tan de moda en en Hawaii. Pero desde luego no es la única ni mucho menos. En Kauai hay decenas de maravillosas playas donde evadirse del mundanal ruido, como la de Lumahai Beach o la Hanalei Bay Beach, y que harán que no queramos abandonar nunca este paraíso.
Después de pasar las últimas horas del día en la Playa de Kalapaki grabando en nuestras retinas aquellos paradisiacos paisajes, y paseando por Nawiliwili, embarcamos de nuevo en el "Sapphire Princess". Nos acomodamos en la proa del barco, ya que nos ofrecía una buena panorámica de la salida por la estrecha bocana de la Bahía de Nawiliwili. Coincidiendo con la salida comenzó a arreciar el viento, y se hizo necesaria la intervención de los remolcadores para dar apoyo al enorme crucero. Resultó todo un espectáculo, a veces bastante inquietante, sobre todo cuando las rocas de la costa o las escolleras se encontraban a unas decenas de metros del casco del "Sapphire Princess"
Panorámica de la Bahía de Nawiliwili
Como en días anteriores, el atardecer nos volvió a regalar otra inolvidable puesta de sol.
Poco a poco el sol se iba ocultando por la punta oeste de la Isla de Kauai, extendiendo sus rayos a través de la nubes que cubrían las partes más altas de la isla. Atardeceres de postal en el Océano Pácifico.
Las últimas luces del día nos iban abandonando poco a poco dejando un cielo enrojecido