Proseguimos, en esta nueva entrada, nuestra réplica a la crítica de Ken Wilber a la teoría de los arquetipos de Carl Gustav Jung. En este caso, incidiremos en el malentendido, por otro lado bastante extendido, en el que incurren, tanto Ken Wilber como aquellos que continúan su modelo de Psicología Integral, al interpretar el abordaje de los arquetipos por parte de los analistas jungianos, dentro del marco de la falacia pre/trans.
Uno de los malentendidos más generalizados, en una primera aproximación a la obra de Jung, es el que se deriva de su forma paradójica de expresarse. Por lo general, la dificultad que genera la lectura de Jung parte, esencialmente, del modo en que éste considera a la psique en su totalidad. Dado que, para Jung, ésta está formada por dos grandes sub-sistemas, consciente e inconsciente, al expresarse en sus textos hace un esfuerzo intencional dirigido a amalgamar a ambos subsistemas al mismo tiempo, sin dar una exclusiva atención a la consciencia, frente a lo inconsciente. Por eso, la comprensión de buena parte de sus obras, especialmente aquellas en las que aborda los símbolos alquímicos, resulta tan difícil. Por ese motivo, el enfoque wilberiano, excesivamente racional, diríamos que apolíneo, interpreta esa forma paradójica de expresión como confusa o poco precisa. Así, lo que para Jung es una paradoja, para Wilber es una falacia pre/trans. En realidad, a Jung se lo podría considerar un esoterista, o bien, un alquimista moderno vestido de científico. Y eso es lo que resulta tan chocante, fuente de malentendidos, para buena parte de sus críticos.
Por lo tanto, no resulta de extrañar que, Ken Wilber, y los que continúan su línea de investigación integral, interpreten que Jung no distinguió con la suficiente claridad entre los dominios preegoicos o preracionales y los dominios transegoicos o transracionales. Sin embargo, como he mencionado antes, esta distinción no capta la paradójica esencia de lo Inconsciente Colectivo y, por lo tanto, de sus constituyentes, los arquetipos. Repitámoslo, Jung no hizo esa distinción a propósito. En este mismo sentido, Marie Louise von Franz en su libro Alquimia. Introducción al simbolismo (Ed. Luciérnaga) afirma:
"La tendencia a desviarse y unilateralizarse es innata en la conciencia, está vinculada con su necesidad de claridad y precisión. La gente suele decir, por ejemplo, que el doctor Jung no escribe con mucha claridad, pero es que él lo hace a propósito: escribe con una doble actitud, haciendo plena justicia a las paradojas del inconsciente. Describe los fenómenos psíquicos desde un punto de vista empírico.(...) Jung usa un método descriptivo, que ha sido adoptado ahora también en la física nuclear, con el que los hechos se describen desde dos ángulos complementarios, que se contradicen entre sí, pero que sin embargo son necesarios para que se pueda captar la cosa en su totalidad. Las palabras no son más que instrumentos, no la cosa misma."
Ray Harris, en su mencionado artículo, afirma que una psicología integral de los arquetipos debería hacer una distinción clara entre las traducciones simbólicas "preracionales", "racionales" y "transracionales" del arquetipo. Y que, la forma que adopte el arquetipo, sea "pre", "racional" y "trans" es igualmente numinosa para quienes la experimentan, pues la numinosidad proviene del arquetipo (la forma vacía de contenido) y no de su manifestación concreta. Harris lo expresa del siguiente modo:
"An Integral psychology of archetypes would therefore make a clear distinction between a 'pre', a 'rational' and a 'trans' translation of the archetype – a 'form without content'. It would understand that the translation, be it a mythic form, or a subtle level appearance of a Dhyani Buddha, is not the archetype itself. It would understand that the translation appears equally numinous to the person at the relevant level. A person at the mythic level will have a numinous experience expressed mythically, a person at the subtle level will have a numinous experience expressed in subtle forms. It is the archetype however, that is the source of the numinosity, not the translation – and that is a very common misconception."
Aunque estoy, básicamente, de acuerdo con Harris en que, dependiendo del nivel de consciencia en el que se encuentre el individuo, la experiencia del arquetipo será diferente (que no su numinosidad), difiero en un aspecto fundamental. Desde mi punto de vista, como mencioné en mi artículo anterior, el nivel de consciencia no afecta al modo en que el arquetipo se expresa originariamente, es decir, al modo en que éste se "presente a la consciencia", puesto que para la consciencia, la imagen arquetípica, el símbolo, le es, en un principio, desconocido. En mi opinión, el nivel de consciencia afectaría al símbolo de dos modos:
1. A través de la imaginación activa: el símbolo puede ir transformándose y adquiriendo rasgos más diferenciados, a medida que la consciencia interactúa con los símbolos arquetipales. Esto hace que la imagen primigenia pueda ser sentida, reconocida y parcialmente comprendida por el complejo del yo (ego). Cuanto más cercano le sea a la consciencia, cuanto más comprendido sea por el ego, tanto más diferenciado aparecerá el símbolo. Por ejemplo, a un nivel colectivo, podemos observar este proceso si comparamos las manifestaciones simbólicas de la alquimia y las de la tradición cristiana. Estas últimas se transmiten por mediación de la doctrina, la tradición y las organizaciones colectivas. Aunque originariamente han surgido de lo inconsciente colectivo, sin embargo, sus símbolos están elaborados y trabajados por la tradición y, por lo tanto, se puede decir que están racionalizados y depurados de ciertas vulgaridades, que son propias de la vivencia original, que brota de lo inconsciente de un modo directo y espontáneo. Esto último es, justamente, lo que sucede en el simbolismo alquimista, que proviene de un contacto directo del alquimista con los productos de lo inconsciente y, por ese motivo, sus símbolos difieren de los comunicados por la tradición.
2. Mediante su hermenéutica: Una vez que el símbolo es totalmente interpretado y comprendido por la consciencia, deja de ser símbolo para convertirse en una mera alegoría, en un signo o en un unívoco contenido de consciencia. El caso contrario, lo constituiría la completa incomprensión del símbolo, lo que daría lugar a un enfrentamiento hostil para con la consciencia, puede escindirse de ella, provocando una disociación. En este último caso, se siente como un elemento perturbador, al comportarse como un complejo inconsciente autónomo. Para más detalles, véase la explicación de J. Jakobi en mi anterior entrada.
© José Antonio Delgado González, 2010