"Kid A", O La Potencia de la Crisis

Publicado el 05 octubre 2020 por Moebius
"Kid A" fue lanzado justo en el momento en que se llevaba a cabo un cambio dramático en la forma en la cual experimentábamos la música, cuando comenzaba a elaborarse una clara distinción entre nuestras concepciones populares de música en formato «físico» y música en formato «digital». Si bien iTunes Store de Apple fue revelado al público unos tres meses después de Kid A, fue Napster, el famoso software de intercambio de archivos peer-to-peer, el que delineó de manera más controversial los desafíos que planteaba la música en formato digital". A 20 años de uno de los puntos fuertes de Radiohead, repasamos un disco que pateó y sigue pateando el tablero musical. Para el año 2000, cuando editaron Kid A, los Radiohead no eran una banda más. Desde la salida de “Creep” en 1993, y tras haber editado The Bends (1995) y Ok Computer (1997), se convirtieron en los favoritos de una prensa musical que los catalogaba como los “nuevos Nirvana”: un grupo que no le tenía miedo a la evolución y al diálogo entre la masividad y la experimentación. Sin embargo, nada de eso le interesaba a la banda liderada por Thom Yorke. La incomodidad con la fama, el miedo a convertirse en unos “one hit wonder”, y el hartazgo en torno al “rock de guitarras” llevaría no sólo a una crisis de identidad del grupo, sino a querer comenzar de nuevo. El resultado es "Kid A", que vería la luz en octubre del año 2000. 
Una difícil obra maestra, mucho más digerible con el diario del lunes. Porque casi todos sabemos que terminó siendo una enorme obra, pero podría haber sido cualquier otra cosa.. Había que estar en el momento de su lanzamiento.. Podemos anclar a la obra en su tiempo, en su momento, pero para mi humilde entender eso no alcanza. Nada nos prepara para este disco. Y mucho menos para que fuera la continuación inmediata del Everest que resultó Ok Computer. Si hay un disco que debería haber venido con un manual de instrucciones este es uno de ellos. Recuerdo haber comprado el CD, colocarlo en el reproductor y haberme quedado perplejo, uno tras otros los temas., Había poco y nada que se pareciera a una canción, a una pieza de rock. Eran samples, abundancia de FX, pedazos de sonidos, todo parecía un collage sonoro (que no musical) Con bastante orgullo y por el bagaje musical que uno tiene sucedieron varias escuchas completas. La sensación era que el disco era hermético, impenetrable. Quedó abandonado por varios años, le siguieron algunos discos más y para mí, como para algunos que conozco, los Radiohead habían perdido el rumbo. Tenían que ser una banda de estadios, o de culto, o de culto y masiva todo junto, pero tenia que codearse con las grandes bandas de la historia, y sin embargo le dieron la espalda a todo eso. Pero claro, Radiohead TENIA que ser lo que sus fans QUERIAMOS que fuera, no lo que la banda quería ser. No recuerdo el momento exacto en que muchos años más tarde (con algo más de bagaje musical a cuestas) me senté nuevamente a escucharlo, si recuerdo que estaba con auriculares, y como mascullando: "voy por la oportunidad número 20 que te doy" Claro, habían pasado algunos buenos discos y el sublime "In Rainbows" así que la banda volvía a tener enorme crédito conmigo. Lo primero que hice fue dejar mis prejuicios y esperanzas en la puerta de entrada de mi casa. Sacarme de la mente el bailecito de Yorke en Idioteque. Recuerdo pensar que estaba ahí el ADN de Radiohead, más frió, menos "Creep" que nunca, pero eran ellos. La voz de Yorke en cada tema, como tratando de surgir, a veces deliciosamente intimista. Los FX le daban forma a los temas, los asistían en "ideas sonoras" y había canciones/perlas, esas bien Rediojedeanas (escrito así, porque todos decimos, a mi me gusta Radiojed) como Morning Bell o la monumental How to dissapear completely, para mi la punta de lanza del álbum, una síntesis brutal del estado de ánimo de Tom cuando hicieron el disco. Entonces no importa tanto si Phil Selway, ese exquisito baterista, se la pasó programando cajas de ritmos, si Collin Greenwood se pasó en ese entonces a los bajos electrónicos, o si la exquisita dupla de guitarras de Johnny y Ed O Brien pusieron todo al servicio de los paisajes sonoros, dándonos pocos acordes y menos riffs (ahí está el de The National Anthem) lo que importa es cómo funciona. Entonces si, Idioteque puede sonar más humano que muchos políticos, porque cuando "Viene la Era de Hielo" ( o si se lo quiere cambiar por el COVID) somos todos tan iguales...Todo eso es Kid A, una de las pateadas de tablero más grandes que se haya visto. Luego lo volverían a hacer, pero Kid A, no dejó nada en pie, a veces la única forma de comenzar de nuevo.Hernán Martínez en los comentarios del Face cabezón

Por Juan Soria

¿Todo está en su lugar correcto?

El disco marca un claro corte con sus trabajos previos, así como con el mainstream alternativo de la década que quedaba atrás. Influenciado tanto por el kraut rock y la música electrónica alemana de la década del 70, así como también por la electrónica experimental de Aphex Twin, Radiohead musicalizaría como nadie el clima de incertidumbre de principios de milenio. Parte de la crítica lo destrozó y los fans corrieron a devolver las copias físicas del disco. Kid A profundizaría una tendencia del grupo: el desafiar al público disco a disco.

Todo elemento de luz que podía sobrevivir fue borrado. La voz de Thom Yorke fue procesada, destrozada y manipulada por vocoders y filtros varios. Las (ya de por sí) intrincadas letras de la banda pasaron a ser compuestas mediante técnicas dadaístas. Las guitarras guilmourianas de Jonny Greenwood y Ed O’Brien fueron suplantadas por sintetizadores, ondas Martenot y máquinas de ritmos. La base rítmica de Colin Greenwood y Phil Selway cobraría más peso, influenciada por el free jazz. La atmósfera del disco sería prefigurada por la tapa de montañas heladas a través del arte digital de Stanley Donwood.

El clima de ruptura está recorrido desde el tándem que abre el disco “Everything in its right place”/ “Kid A”, donde la voz de Thom Yorke es destruida y vuelta a construir una y otra vez. La línea hipnótica de bajo y el estruendo final de “The National Anthem” suenan como una jam jazzera infernal. En “How to dissapear completely” nos introducimos en la cabeza del líder de la banda, quien en uno de los pasajes más memorables del mundo repite como un mantra “I’m not here, this is not happening” (“No estoy acá, no está pasando”), frase que le había dicho Michael Stipe, líder del grupo R.E.M, cuando en la gira de Ok Computer Yorke se negaba a salir al escenario.

Quizás sea “In Limbo” la canción que mejor resume el espíritu del álbum: “I’m lost at sea, don’t bother me. I’ve lost my way” (“Estoy perdido en el mar, no me molestes. Perdí el camino”) suena sobre un colchón de guitarras que no suenan como tales y una base rítmica esquizofrénica. Esa misma esquizofrenia rítmica y el pánico de la vida bajo el neoliberalismo tomaría cuerpo en la canción bailable menos bailable del mundo, “Idioteque”. “Morning Bell” sería la versión radioheadiana (en palabras de Ed O’Brien) de Joy Division, mientras que “Motion picture soundtrack” es el cierre desgarrador bajo la promesa de reencontrarse “en otra vida” con un ser amado.

 

El pez grande comiéndose al pequeño

Kid A es también plausible de ser leído desde el hoy como la visión de la época hecha por la banda de Oxford. La lírica, como dijimos previamente, si bien en su mayoría fue realizada bajo las técnicas del “ready made” dadaísta, presenta posturas críticas al capitalismo y al cambio climático en canciones como “Idioteque”. La alienación de la vida moderna se refleja en el “Everyone is so near, everyone got the fear” (“Todo el mundo está tan cerca, todo el mundo tiene miedo”) de “The National Anthem”.

La banda, por otro lado, iba relatando el día a día de las sesiones de grabación en un diario digital, donde recomendaban la lectura de No Logo de Naom Klein (la banda pensó seriamente en titular el disco como el libro de la autora canadiense). La negativa a dar entrevistas, editar singles o videos, así como una gira de presentación del álbum en una carpa libre de anuncios de marcas comerciales, muestran a una banda que comenzaba a marcar una crítica más afilada a las corporaciones.

Asimismo, la gran cantidad de descargas por los en ese momento incipientes servicios de descarga como Napster facilitaron que versiones filtradas del disco llegasen al público antes de la edición oficial. En lugar de mostrar indignación, el grupo vio esto como algo favorable para la difusión, poniendo en jaque la lógica de la industria musical.

 

Esto realmente está pasando

Existe un temor a la potencialidad disolvente de la crisis y a las subjetividades engendradas por la misma: se la(s) ve como algo a normalizar, a ordenar. Kid A nos sigue interpelando en un año como el 2020 porque es una narrativa musical de la crisis. Leer desde el hoy el disco de Radiohead nos permite comprender como la banda abrazó la incertidumbre y construyó un planteo artístico nuevo, rupturista, (post)modernista.

Las posibilidades abiertas por la crisis llevaron a la innovación. Frente a la amenaza de normalización, la banda optó por aventurarse en la incertidumbre. El resultado fue una de las obras más potentes de lo que va del siglo XXI. A 20 años de su edición, Kid A y Radiohead nos siguen invitando a pensar las incomodidades como potencias creadoras.


Juan Soria