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Kiki, el amor se hace. La república de mi sexo.

Publicado el 31 marzo 2016 por Criticasen8mm @Criticasen8mm
Kiki, el amor se hace. La república de mi sexo.Título original:
Kiki, el amor se hace
Año:
2016
Fecha de estreno:
1 de Abril de 2016 
País:
España
Director:
Paco León
Reparto:
Natalia de Molina, Álex García, Paco León, Belén Cuesta, Candela Peña, Luis Bermejo, Ana Katz, Alexandra Jiménez, David Mora, Luis Callejo, Mari Paz Sayago
Distribuidora:
Vértigo Films
Los complejos son la lacra del cine (y de la vida), y en el panorama español nos encontramos con demasiadas propuestas que tratan de refugiarse bajo un halo de superficial complacencia que no hace más que despojar a la película de la posibilidad de repercutir en las neuronas del espectador, más allá de alguna risa efímera o algún momento de vergüenza ajena. Pero cuando los directores se quitan la máscara que difumina su personalidad nos encontramos con las verdaderas maravillas que hacen que las producciones patrias no tengan nada que envidiar a los autores del resto del mundo. Carlos Vermut con Magical Girl, Daniel Sánchez Arévalo con AzulOscuroCasiNegro, Cesc Gay con Truman… Compartimos nacionalidad con unos narradores excelentes poseedores de un estilo personal distintivo, algo necesario para que sus trabajos no se vean sentenciados a formar parte de la masa homogénea de producción española que predomina en cartelera. Y a esa nada despreciable lista se incorpora con todas las de la ley Paco León, que sale de su insólito ambiente familiar para sorprendernos muy gratamente con su tercer largometraje como director. 
Kiki, el amor se hace. La república de mi sexo.
Precisamente si algo no encontramos en Kiki, el amor se hace son complejos, alejándose de la autocoartación creativa. Absolutamente ninguno. Lo cual la convierte en un festival del disfrute, una delicia a la que quedamos sometidos desde su intensa primera secuencia. La represión sexual palpable en las películas de Hitchcock y Buñuel, fruto de sus católicas restricciones, aquí no tiene cabida. Nos encontramos ante una cinta totalmente liberada. Las parafilias son el recurso perfecto para desarrollar varias historias paralelas de diferentes parejas que permiten florecer su sexualidad, saltándose cualquier tipo de límites, a veces incluso morales. El inicio es una declaración de intenciones en toda regla, con un llamativo montaje superpuesto, que nos evoca al mensaje metafórico de los créditos de arranque de Relatos salvajes, suturando la brecha entre el ser humano y el resto del reino animal.
Las parejas abarcan todas las clases sociales y etapas de la relación, por lo que en ese sentido no se puede reprochar exclusiones a un guión que traza un mapa sexual, repleto de situaciones hilarantes que en ningún momento cruzan la frontera de lo forzado, lo gratuitamente ordinario o lo pudoroso. Además, consigue algo muy complicado en este tipo de narraciones corales y ubicuas: no olvidar unas tramas para potenciar otras. Aquí se dosifica correctamente la atención que se le presta a cada una, llegando a hacernos echar de menos a algunos personajes sin que perdamos el interés en el fragmento que estamos viendo. Con humor y un cierto toque subversivo, con simbología republicana obvia en forma de bandera o luces de feria o referencias sociales, como conflictos independentistas o la xenofobia, en las que no se profundiza pero que recuerdan a la manera en la que se tratan habitualmente. Estos hilos de diferentes colores que son cada una de las historias culminan en una pluricromática y excitante secuencia final que supone el satisfactorio desenlace de este orgasmo cómico, con guiño a Revolutionary Road incluido. 
Kiki, el amor se hace. La república de mi sexo.
El reparto merece un reconocimiento aparte, ya que son en buena parte los responsables de que el espectáculo no se detenga. Empezando por el propio Paco León, que se dirige a sí mismo por primera vez y el resultado invita a desear que sea así siempre. El director y guionista también nos atrapa cuando está en pantalla, demostrando su carismática presencia, la cual comparte con una Belén Cuesta que no tiene nada que envidiarle. Ambos demuestran una naturalidad encomiable en una serie de escenas que van de lo más normal a lo más inusual, sin perderse por el camino. Brillan también con luz propia Natalia de Molina, Alexandra Jiménez -especializada en papeles breves pero claves- y Candela Peña, que aprovechan la liberación del planteamiento a la perfección y encarnan a tres mujeres totalmente diferentes, de fuertes personalidades, marcadas por sus extrañas parafilias que les dan el toque distintivo. La trama de Luis Bermejo puede ser la menos destacada, pero sigue teniendo un toque de genialidad que nos deja claro el carácter definido de la cinta.
Kiki, el amor se hacefunciona como el reverso cómico de la sádica y compleja Nymphomaniac de Von Trier, explorando el sexo sin tapujos ni posiciones postizas. El filme consolida la figura de Paco León como cineasta a tener muy en cuenta, convirtiendo su visión en imprescindible para mostrar el camino a seguir para que nuestro cine no quede sepultado por estúpidos e innecesarios complejos.
8/10

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