Killer Joe, EE.UU. 2011

Publicado el 10 septiembre 2012 por Cineinvisible @cineinvisib

¿Cómo expresar la emoción e infinita sorpresa al confirmar la energía y juventud de un cineasta de 77 años que ha marcado los últimos 50 de la historia del cine? Tras una década aprendiendo el oficio en la televisión (la de su primera época dorada y dirigiendo hasta un episodio de la serie de Alfred Hitchcock presenta), William Friedkin dirige su primer film en 1967, Good Times (título premonitorio donde los haya), con 27 años. Sus tres películas siguientes son adaptaciones de obras de teatro, como de hecho, las dos últimas, Bug y Killer Joe, y consigue los que muy pocos logran, trasladar intacta la magia del teatro a los fotogramas de una película.Como buen artesano de la época del Nuevo Hollywood, Friedkin no le tiene miedo al género, incluso los pone de moda e impulsa su evolución: el policiaco, con The French Connection, contra el imperio de la droga (nada más y nada menos que cinco Oscars); el terror, en El exorcista (lo que realmente hacía girar la cabeza de la niña protagonista eran los millones de entradas a través del mundo), el gay, encandilando a su comunidad, Los chicos de la banda, o poniéndola al borde de un ataque de nervios, A la caza, y hasta el erótico, Jade (con esa fantástica actriz, Linda Fiorentino, que desapareció de la noche a la mañana).Pero lo más sorprendente de este cineasta, que ha conciliado al gran público con los adeptos de las sesiones de arte y ensayo, es la vitalidad, el descaro, la libertad y la osadía de su última década. La energía que desprenden sus películas es tal que parecen obras del Tarantino de turno, un joven superdotado que sabe utilizar la industria del cine para filmar de lo que huye precisamente: lo políticamente incorrecto y lo problemático en taquilla.Me imagino la reunión del director con sus productores: mirad, como Bug funcionó bastante bien, al fin y al cabo, me llevé el premio Fipresci en Cannes 2006, he decidido adaptar otra obra de teatro de Tracy Letts (miradas de curiosidad). En realidad es una versión de Cenicienta (signos de aprobación entre los productores, todo lo que los espectadores ya conocen es más fácil de vender) pero, bueno, un poco especial. Al joven protagonista, un pobre diablo que quiere asesinar a su madre, vende droga a su padre y no duda en prostituir a su hermana, se lo van a cepillar si no devuelve el dinero que debe de sus trapicheos.Ante los ojos desorbitados de los productores, Friedkin decide explicar un poco más: sí, es una  Cenicienta un poco especial porque la hermana del protagonista es, en realidad, la fianza de un asesino a sueldo de noche y policía de día (Matthew McConaughey en su mejor papel de los trescientos que ha protagonizado este año, por cierto parece que en el próximo film que estrena sale vestido completamente), encuentra en él a su príncipe azul.Supongo que en esa entrevista el director no les contó que, además, la película incluye un par de escenas medio gore y otro par especialmente erótico-sexy-casi-porno. En todo caso el resultado es un momento de intenso placer, carcajadas a raudales, excelente cine, unos acentos sureños a cortar con motosierra (una de las tendencias de los últimos años de los cineastas anglosajones, rodar en el sur) y una escena de antología: la increíble utilización del pollo frito (qué tiemble Ramoncín).