Por Nicolás Pichersky
A King Crimson, uno de los grupos con la trayectoria más dinámica del rock, le calzan perfecto las efemérides más evidentes: el 8 y 9 de octubre hicieron sacudir las almas de los crimsonianos de alma (tribu populosa y fiel en nuestro país) que se reencontraron con el grupo luego de 25 años desde su única visita a la Argentina, en 1994. Los trajo una gira que justamente celebra el medio siglo del grupo, el "2019 Celebration Tour". Y, sin embargo, la formación original del grupo para la grabación de su ópera prima, aquel primer álbum progresivo de la historia (a pesar de que su líder, Robert Fripp siempre desechó ese término) y el de una de las portadas más reconocibles, duró menos de un año allá por 1969, cuando un 10 en octubre lanzaron "In the Court of the Crimson King". Para diciembre el grupo ya se había disuelto. Quedó el guitarrista que, a la sazón, apenas había participado en las composiciones del disco. Sin embargo fue quien continuó y sigue liderando ese organismo siempre cambiante.
El gran final es para la misteriosa canción que da título al disco. La letra de "In the court of the Crimson King" es, como toda forma barroca, la expresión de algo que no termina de morir ni comienza a nacer: cadenas oxidadas en prisiones a la luz de la luna, una reina enlutada, una orquesta que toca al ritmo lento de la rueda de un molino y un bufón que raspa suavemente las cuerdas para el cortejo del rey Carmesí. Como los poquísimos grupos de rock que tuvieron letrista aparte que no tocaba ningún instrumento (Cream, Grateful Dead, en la Argentina Virus), King Crimson ostentaba una lírica impar.
1969 era el año en que se hablaba de space rock, como subgénero post-psicodélico y en el que Bowie (amigo de Fripp) cantaba sobre la soledad de un hombre perdido en el espacio mientras Vietnam seguía ardiendo.
Nicolás Pichersky