"Kirchnerismo, diez años: ¿Qué dicen los números?" por Juan Martin Bustos

Por Julianotal @mundopario


¿Qué pasó en la sociedad argentina en los últimos diez años? Una manera de responderlo es evaluar el cambio en los valores o principios que se supone que rigen la vida social o política. Otra consiste en elegir hechos, momentos o personajes que sintetizan un cambio de época, por ejemplo una tragedia. Otra alternativa es la utilización de cifras, de las estadísticas, para reflejar ciertos aspectos del “alma colectiva”, como decía Durkheim, o simplemente para cuantificar las acciones del Estado.Los gobiernos necesitan contar los cambios que se producen en la sociedad, por ejemplo el crecimiento poblacional y económico, y explicar sus políticas, como la distribución de netbooks, para poder dar cuenta de lo que hacen y, además, para evaluar –y, de ser necesario, cambiar– sus acciones. Por eso los políticos usan y abusan de las estadísticas más que de los símbolos patrios. Un caso ilustrativo son los discursos de inauguración de las sesiones legislativas ordinarias, en los que se debería resumir lo que se hizo, lo que se está haciendo y lo que se hará. En marzo pasado, los tres políticos que ostentan los cargos ejecutivos más importantes, y de los que depende la elección presidencial de 2015, hicieron sendas presentaciones frente a sus legislaturas. Mauricio Macri, tan poco afecto a las cifras como a las palabras, cuantificó, en un discurso de poco más de 23 minutos, sólo 9 acciones de gobierno, de las cuales ¡4 estaban referidas a las bicicletas! y se confundió una, al hablar de 80 mil policías metropolitanos. Daniel Scioli, en alrededor de una hora de discurso y a pesar de ciertos estereotipos, una sola vez se refirió a su “fuerza” y su “convicción”, y sólo tres veces dijo “juntos”, mientras que el conteo de acciones de gobierno y resultados referidos a, entre otras cosas, presupuesto, inversiones, fertilizaciones asistidas y agua potable, trepó a 74. Cristina Fernández no sólo habló durante tres horas y 45 minutos, sino que pronunció la friolera de 475 números, sobre –casi– todos los temas posibles, comparando nuestro pasado y presente y nuestro desempeño con el de los países sudamericanos y europeos.Entonces, ¿cómo evaluar los cambios de Argentina en los últimos 10 años? Una estrategia de respuesta habitual consiste en seleccionar ciertos indicadores económicos o sociales: el PIB, las exportaciones, la pobreza, el analfabetismo, la mortalidad infantil, el desempleo, y luego tratar de que esos datos duros “hablen”.Pero las cosas no son tan simples. En el caso argentino, el balance de los indicadores es positivo; pero sucede que en la última década casi todos los países del mundo tuvieron en general desempeños positivos (1). Mirando un lapso de diez años, solamente en Zimbabwe el PIB no creció, y sólo en nueve países no aumentaron las exportaciones. Asimismo, no hay ningún país donde se haya incrementado el analfabetismo, y solamente en San Vicente y Granadinas, Bahamas y Seychelles aumentó marginalmente la mortalidad infantil. En cambio, la desigualdad sí se profundizó en varios países, como China y Estados Unidos, y el desempleo subió en la mitad de los países para los que se dispone de datos comparables.Con esto se pretende señalar que hay que ayudar a los datos a que “hablen”, considerando la tendencia previa, el nivel de origen, el ritmo de mejora y lo que sucedió con otros países similares o de la misma región. Una cifra siempre requiere un contexto, una comparación, algo que nos diga si es más o menos que en el pasado, si es más o menos que en otras provincias o países. Hacer esto con cada indicador es una tarea delicada (en qué año empezar, con qué país comparar), que determina las interpretaciones posibles y que, en muchos casos, resulta difícil de justificar y comunicar. En estas líneas simplemente proponemos una revisión de algunos indicadores argentinos con el foco en Sudamérica y sus principales economías. Esta referencia, a diferencia de otras épocas, fija estándares elevados, porque casi todos los países de la región mejoraron los niveles de crecimiento y bienestar. Proponemos entonces una revisión de algunos datos duros, aunque antes es necesaria una aclaración adicional sobre la porosidad y debilidad que tienen muchos de ellos.
Cómo contar las cosas en el país del INDEC

La intervención del INDEC desde 2007 supuso un golpe mortal a la credibilidad de las estadísticas públicas del que, seis años después, aún no se recuperan. El pecado original, por todos conocido, fue la alteración que sufrió el índice de precios al consumidor (IPC) del Gran Buenos Aires (algunos cambios conocidos fueron la toma de precios oficiales o de acuerdos firmados en lugar de los precios relevados en la calle, así como el cambio de productos o servicios por otros no equivalentes; otros cambios son desconocidos). Desde ese momento, el índice de precios siempre fue la mitad o menos del medido por otras instituciones, siendo los índices alternativos más creíbles aquellos elaborados en provincias que no sufrieron esas alteraciones. La subestimación del IPC tuvo efectos directos sobre otras estadísticas, como la pobreza, y aun sobre la estimación del PIB, e indirecto sobre otras. Al mismo tiempo, otras estadísticas generadas por el INDEC, con buenas o malas razones, también empezaron a ser sospechadas por usuarios especializados y, a la larga, incluso datos que no pasan por el INDEC son mirados con recelo.

Tasas chinas
El crecimiento, el empleo y la pobreza son algunos de los aspectos centrales que se deben medir a la hora de formular un balance. Si se compara con las principales economías sudamericanas (Brasil, Colombia y Venezuela, que con Argentina explican el 86% del PIB de la región), se observa que nuestro país registró en la última década un crecimiento superior, aunque en los últimos cinco años las distancias son menores –y serían aun menores de realizarse la mencionada corrección en la sobreestimación del PIB–. En todos los países, además, se observa un menor crecimiento desde la crisis internacional iniciada en 2008, explicado por los malos años 2009 y 2012. En 10 años, entonces, el crecimiento anual promedio de Argentina fue del 7,2%, el doble del 3,6% de Brasil y alrededor de 50% por encima del de Colombia y Venezuela. Sin embargo, otros países, como China, se ubican a gran distancia, con un promedio anual del 10,5%.

¿Cuánto creció Argentina?Tasa de crecimiento anual del PIB (países seleccionados, en porcentaje)

Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial, salvo 2012, obtenido en las oficinas estadísticas de cada país.
La inflación, señalada como el origen de todos los males por algunos, desdeñada como intrascendente por otros, es otro gran tema. Como se sabe, es la más alta de la región junto a Venezuela y una de las más altas del mundo. Entre sus consecuencias más destacables está el fin del modelo de tipo de cambio real alto y competitivo, que impacta en varios sectores que exportan bienes y servicios, y su efecto negativo en los ingresos de personas con trabajos informales o que reciben transferencias de montos fijos. Decisiones económicas asociadas a este problema, como el control del tipo de cambio o la prohibición de remitir dividendos, afectan otras variables de la economía, como la inversión. Para un análisis de estas políticas recientes y sus posibles salidas, se recomienda ver dos miradas desde la heterodoxia en el Dipló de febrero pasado.
La inflación como problemaEvolución de la tasa de variación anual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) (países seleccionados,2002-2012)Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial, salvo 2012, obtenido en las oficinas estadísticas de cada país; Argentina, desde 2007, CIFRA-CTA.
Junto al crecimiento y al tipo de cambio alto, otro elemento considerado un pilar del modelo económico es el desendeudamiento externo. Efectivamente, hoy Argentina es el único país sudamericano que tiene un stock de deuda inferior al que tenía en 2003, casi un 30% más baja. Ecuador se mantuvo en valores semejantes, mientras que en cinco países se incrementó en al menos un 70%. De cualquier manera, dado el crecimiento económico –y en menor medida la suba del tipo de cambio–, en todos los países de Sudamérica el peso de la deuda externa en el PIB disminuyó significativamente: hoy se ubica, en general, en torno al 25%.
El peso de la deudaStock de deuda externa (en dólares corrientes, países seleccionados)
Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.
La inclusión por el trabajo
Si hay algo que los noventa nos enseñaron es que se puede crecer –de hecho entre 1990 y 1999 el PIB se incrementó un 5,3% al año– y bajar la inflación sin crear empleo y empeorando su calidad. Pero en la última década ocurrió justamente lo contrario: hubo una marcada reducción del desempleo, una disminución del empleo en negro y un aumento del empleo registrado (es decir, con cobertura de salud y aportes a la seguridad social, entre otros beneficios). Los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda señalan que entre 2001 y 2010 la cantidad de ocupados pasó de casi 11 millones a 18,5 millones.El desempleo, luego de la recuperación tras la profunda crisis de fin de la convertibilidad, sigue un patrón semejante al del resto de las economías sudamericanas: todas, salvo Colombia, dejaron atrás, desde 2006, las tasas de dos dígitos. En cuanto a la calidad del trabajo, el empleo no registrado bajó radicalmente entre 2003 y 2007, de casi el 50% al 40% del total de asalariados, y desde ahí más gradualmente hasta el 34,6% en 2012. A pesar de las mejoras, la magnitud del empleo en negro es habitualmente reconocida por el gobierno como elevada y problemática.Como las cifras de empleo surgen de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, muchos pueden dudar, por principios, por experiencias personales o por reflexiones en torno a la relación que deberían observarse con otras variables económicas y laborales. Afortunadamente, existe otra fuente de datos que permite validar este diagnóstico de crecimiento masivo del empleo registrado en los primeros años y ralentización en los recientes: los registros administrativos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), que no surgen de una encuesta sino de la declaración efectiva que realizan los empleadores sobre su planta de trabajadores (por esta declaración pagan, es decir, deben ingresar los montos de aportes personales y contribuciones patronales). En un clima de desconfianza, estos datos son especialmente importantes para responder la pregunta de si se creó o no empleo registrado. La respuesta es contundente: entre el piso de la crisis de 2002 y 2012 se crearon casi tres millones de puestos de trabajo privados registrados. El gráfico “Más trabajo” muestra, además, que desde 2004 se superó el mejor momento de la convertibilidad. También se observan los impactos negativos que tuvieron en el empleo privado las crisis de 2009 y 2012 –a pesar de que el PIB, según los datos del INDEC, habría crecido–. Asimismo, esta misma fuente brinda información sobre monotributistas y autónomos registrados, que entre diciembre de 2002 y diciembre de 2011 pasaron de casi 700 mil a 1 millón 700 mil, y de empleadas domésticas registradas, que pasaron de 40 mil a casi 300 mil (2).Otros países siguieron evoluciones parecidas. Datos de Brasil sobre empleados registrados, tanto públicos como privados, muestran entre 2002 y 2012 un incremento similar, de 28,6 millones a 46,3 millones (3). Aunque muchos países de Sudamérica no cuentan con datos semejantes, las encuestas de hogares muestran un descenso en la participación del empleo sin descuento jubilatorio en Colombia (del 51% al 44% entre 2006 y 2010) y en Venezuela (del 41,2 al 29,1% entre 2003 y 2010).
Menos desempleo
Evolución de la tasa de desempleo abierto (países seleccionados, en porcentaje)Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial y CEPALSTAT.
Más trabajoEvolución trimestral del número de empleos asalariados registrados del sector privado (entre 1996 y 2012, en millones de puestos)
Fuente: Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, MTEySS en base a SIPA.
Saldando deudasLa Asignación Universal por Hijo (AUH) no es un plan de asistencia social más; es la extensión del derecho que gozan asalariados formales, jubilados y algunos pensionados al colectivo de trabajadores no registrados y desocupados. En los hechos, permitió saldar parte de la deuda que supuso su previa expulsión del sector formal de la economía vía desocupación y precarización. Hoy ofrece cobertura a alrededor de 3,5 millones de chicos hasta los 17 años, un 28% del total de los menores de esa edad. Su efecto es claramente reparador de las asimetrías que produce el mercado laboral y es especialmente relevante en las provincias más pobres del país: cubre a más del 40% de los chicos chaqueños, formoseños o santiagueños, mientras llega a alrededor del 15% de los porteños o de los santacruceños.La AUH tiene dos caras. Es, por un lado, un derecho y una parte del sistema de asignaciones familiares, y por otro lado es un programa asistencial, entendido como una transferencia condicionada de ingresos que atiende una necesidad y exige una contraprestación de las familias que la reciben. La forma en que se piensa la AUH desde el gobierno, los especialistas y la comunidad sigue atravesada por estos dos modelos. Esto hace que se la compare con otros programas de transferencia de ingresos orientados a niños y a sus familias. El Bolsa Familia brasileño, por caso, cubre a casi el 25% de la población, 50 millones de personas, mucho más que la población argentina total. Así y todo, su magnitud en términos de participación en el PIB es levemente inferior al 0,5% que representa la AUH en Argentina.La deuda social, además de la AUH, comenzó a ser saldada por vía de la moratoria previsional, que junto a la recuperación del empleo formal permitió que la proporción de jubilados y pensionados en la población de 65 años y más pasara del 70% al 93% entre 2001 y 2010 (4). Este valor se ubica por encima del 85,2% de Brasil y del 87% de Uruguay (5), aunque en estos dos casos hay que señalar que se trata de niveles de cobertura que llevan varios años de estabilidad. En este sentido, lo que es claro es que en Argentina, más allá del alto nivel actual y dada la persistencia del empleo no registrado, en un horizonte no muy lejano se repetirá el problema de la llegada masiva de personas a edad jubilatoria sin los aportes necesarios.
Desigualdad y pobreza

El descenso de la pobreza y de la desigualdad es otra marca de época en Sudamérica, aunque en general ha disminuido más la primera que la segunda. En el caso argentino, los datos ilustran un descenso fuerte entre 2003 y 2007, y mucho más lento a partir de ese año. Venezuela, por citar otro caso, tuvo un patrón semejante, y otros países que no se recuperaban de una crisis fenomenal como la nuestra mostraron una dinámica más gradual. En Argentina, a diferencia de otros países, algunos estudios destacan que el factor principal de esta reducción fueron los ingresos obtenidos en el mercado de trabajo, y no los brindados por los programas de transferencia del Estado. La desigualdad, medida de manera estándar a través del índice de Gini, muestra un descenso más marcado en Argentina que en otros países.
Esta reducción de la desigualdad a veces choca con algunas imágenes de nueva riqueza cotidiana que resultan especialmente llamativas, como la multiplicación de los viajes de compras a Miami (en 2004 viajaron desde Ezeiza 180 mil personas a Estados Unidos y Canadá y sólo 60 mil declararon como motivo “vacaciones”, mientras en 2012 fueron 440 mil, de los cuales 315 mil fueron de vacaciones). También resulta notable el aumento de ventas de autos de lujo: en 2003, por ejemplo, se vendieron 463 Audi, y en 2011 fueron 5.263. Si bien estos indicadores de consumo son sugerentes, habría que evaluarlos con más detalle y en conjunto con otros, que muestran por ejemplo que también se multiplicaron los viajes a Mar del Plata, Córdoba y Bariloche, o la venta de Chevrolet Classic y Volkswagen Gol. En otras palabras, podemos estar frente a una mejora del bienestar general y no necesariamente frente a una profundización de las distancias sociales.
Menos pobrezaEvolución de la tasa de pobreza (países seleccionados, 2001-2011)
Fuente: SEDLAC-CEDLAS; Argentina, 2007-2011, CIFRA-CTA.
Lo que falta
Después de diez años, ¿qué es lo que está pendiente? Más allá de lo macroeconómico, de cómo reencauzar el crecimiento y el empleo, las asignaturas son muchas; algunas vienen de arrastre desde antes de la crisis internacional iniciada en 2008 y no se limitan a ajustar variables económicas. Recordemos que Cristina Kirchner asumió en 2011 hablando de “sintonía fina”, que para algunos alude a lo que todavía falta y para otros a lo que el gobierno no quiere o no puede hacer. En cualquier caso, algunas cuestiones pueden ponderarse como consecuencias del éxito del modelo, pero otras resultan problemas básicos que vienen de lejos. Entre las primeras, las que derivan del éxito del modelo, se puede mencionar la institucionalización de la AUH, que podría ser establecida por ley con criterios de aumentos bianuales semejantes a los de las jubilaciones. O se podría mantener y mejorar la inversión en salud, educación y ciencia. El caso de la educación es especialmente significativo: se alcanzó una inversión superior al 6% del PIB (contra 4% en 2003), pero a la vez la matrícula de las escuelas públicas creció mucho menos que la de las privadas: en primaria, con la misma cantidad de alumnos totales, en 2003 iban a escuelas privadas 950.630 chicos, y en 2010 lo hicieron 1.150.246; en educación inicial y superior la tendencia privatista es aun más marcada (6). Este fenómeno exige una reflexión profunda que no se limite a la explicación de la mejora del empleo y los ingresos: hay que entender qué pasa con la oferta estatal en cuanto a cantidad y calidad y por qué muchas personas, apenas mejoran sus ingresos, huyen de lo estatal.
Retomando el hilo de lo pendiente, podemos mencionar otros temas que aguardan un abordaje sistemático, planificado y que en muchos casos requieren la articulación entre distintos niveles de gobierno: el INDEC, las obras de infraestructura y la seguridad. Al Estado se le exige en todos sus niveles, no sólo porque se fortaleció y recuperó iniciativas y resortes, sino porque tiene más dinero que nunca: sus recursos trepan al 43% del PIB (7), cuando en 2003 eran solamente del 29%. ¿Cómo, entonces, no esperar más?Pero no estamos sólo frente a problemas de gestión. Como decíamos al comienzo, algunos hechos también dan cuenta de una época y expresan su naturaleza: la tragedia de Once es uno de ellos. Y entre las razones que se pueden buscar para intentar entenderla hay una que aparece como clave: la corrupción, que no es un mal menor y que no sólo dilapida recursos que debilitan el funcionamiento del Estado y los servicios públicos, sino que le impide al Estado cumplir su función primordial de garantizar la vida de los ciudadanos. Eso, más allá de cualquier estadística.1. Esta afirmación y las que siguen en el párrafo se hacen en base a los Indicadores del Desarrollo Mundial 2013 que publica el Banco Mundial. Dada la cantidad de países, más de 200, no todos tienen datos para todos los años y todos los indicadores.2. La información que brinda esta fuente sobre el empleo público es parcial, dado que 13 provincias –entre ellas, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe– y varios organismos de gran tamaño -como las Fuerzas Armadas y de Seguridad– tienen sus propias cajas jubilatorias y no brindan información al SIPA.3. Anuário RAIS, MTE, Brasil.4. Censos Nacionales de Población, Hogares y Vivienda 2001 y 2010.5. Observatorio del Mercado de Trabajo del Mercosur.6. Datos de los Anuarios Estadísticos Educativos de DINIECE, Ministerio de Educación.7. Dato de 2009, el último publicado por la Dirección Nacional de Política Macroeconómica del Ministerio de Economía.http://www.eldiplo.org/167-kirchnerismo-balance-de-una-decada/que-dicen-los-numeros?token=&nID=1